Hoy se sabe con certeza que agencias secretas y no encubiertas del gobierno de los Estados Unidos le mintieron al mundo acusando al tirano Saddam Hussein de estar produciendo armas atómicas y de amparar terroristas seguidores de Osama Bin Laden.
Con esa demencial farsa bombardearon y destruyeron Irak en una operación concertada con poderosas multinacionales a las cuales el vicepresidente Dick Cheney les asignó, con anterioridad a los ataques, los pozos petroleros o el pedazo de país que tendrían para la etapa de reconstrucción “democrática”. La estrategia fue anunciada: unos bombardean y otros van por el botín.
El gobierno de EE.UU impuso su unilateralismo y su teoría de soberanía extraterritorial que alega para intervenir con sus operaciones secretas o abiertas en cualquier lugar del mundo en donde terroristas, narcoterroristas o enemigos, preparen, o amenacen con hacer acciones en su contra. Y para rematar Busch dijo “Tomo Irak y su petróleo para que me paguen los gastos de esta guerra”.
Ahora parece que Donald Trump y su séquito quiere repetir algunos capítulos de esa tragedia. El montaje viene de atrás pero ahora llega a la acusación contra Maduro y su círculo cercano de ser cabeza de un cartel narcoterrorista que trabaja en contra de la seguridad nacional de los Estados Unidos y que debe ser tratado como objetivo de guerra. El Fiscal W. Barr anunció las acusaciones y D. Trump de inmediato ofreció 50 millones de dólares por las cabezas de Nicolás Maduro y de otros altos funcionarios del Estado venezolano.
No es casualidad que WOLA, que es un centro de pensamiento estadounidense independiente, el pasado 11 de marzo publicó en Washington un estudio desmintiendo la tesis de que el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos es responsabilidad de los venezolanos o del régimen de Maduro[1]. Ese estudio recuerda datos de las mismas agencias del gobierno gringo según los cuales la mayoría de la cocaína que ingresa a los Estados Unidos pasa por Guatemala y México. Según WOLA las cifras del propio gobierno Trump muestran que el tráfico hacia EE.UU. depende de la iniciativa de los carteles desde Colombia que llegaron a exportar 2500 toneladas métricas en 2017, con proyección a 2900 TM en 2019.
Lo notable, según WOLA, es que el envío de cocaína por Venezuela ha perdido participación porcentual en fase reciente de auge por Guatemala, México y el Caribe y paso de ser el 8% en 2017 al 5% en 2018. En 2018 las toneladas métricas que pasaron por Guatemala fueron más de seis veces que las que transitaron por Venezuela, dicen las fuentes de la DEA y del Departamento de Estado gringo.
En este caso no se habla de arsenales nucleares ni de armas químicas sino de un llamado “cartel de los soles” que señala la participación de militares venezolanos en actividades para exportar 210 TM de cocaína, incluida la utilización de aviones en por lo menos tres vuelos entre 2010 y 2018. La DEA y la CIA deben tener esos vuelos documentados, como tienen también la larga lista de ciertos militares y autoridades de Colombia, Panamá, Guatemala, México, Puerto Rico, República Dominicana y hasta de Brasil y Argentina, todos supuestamente comprometidos en algún eslabón del tráfico hacia Estados Unidos y Europa.
Las acusaciones contra los mandatarios venezolanos habían sido mencionadas por Hugo Chávez Frías en 2011 cuando advirtió que el gobierno de Estados Unidos preparaba un montaje para acusarlo de narcotraficante y justificar así acciones criminales en su contra. Los cubanos que tienen presencia en múltiples esferas del Estado venezolano, han repetido una y otra vez esas palabras, recordándole a la cúpula chavista que cualquier relación con el narcotráfico sería dar a EE.UU el mayor pretexto para la intervención; ellos tuvieron la experiencia con el caso del Comandante Carrión, compañero del alma de Fidel Castro que fue fusilado junto con sus amigos cuando se descubrió que hicieron negocios con narcotraficantes colombianos.
Esos y otros antecedentes le dan nula probabilidad a que Nicolás Maduro, Dios Dado Cabello y su grupo se hayan convertido en el “cartel de los soles” dedicado al narcotráfico con Iván Márquez y Jesús
Santrich como dice el indictment armado entre el Departamento de Justicia y la Corte del Distrito Sur de Nueva York. Acusar a Maduro de reunirse con los jefes de las FARC en plena negociación de paz es volver sobre hechos notorios y públicos conocidos en su momento por el papel formal de Venezuela como facilitador de las conversaciones para la paz que se realizaron en La Habana. Inferir de esas citas que eran para coordinar el envío de paquetes de cocaína a Estados Unidos, es un absurdo contra toda lógica.
EL BOTIN ES EL PETRÓLEO Y LO DEMAS ES HUMO
Si Colombia fuera el país con mayores reservas de petróleo del mundo y su gobierno no fuera una sub – colonia de los Estados Unidos, la acusación de ser el jefe del mayor cartel de cocaína del mundo ya habría caído sobre el Presidente de turno y de su entorno. Estaría acusado de ser el jefe del mayor cartel del mundo, el responsable por el 95% del total de cocaína enviada a todas partes y en especial a los consumidores y drogadictos del Norte.
Donald Trump habría dicho que los narcopolíticos colombianos han impuesto un gobierno ilegitimo, con cambios comprados en la constitución para reelegir a sus capos y con elecciones pagas en todo lado por los narcotraficantes; que en zonas críticas se han descubierto fiscales, militares y gobernantes aliados de los cárteles mexicanos y carteles verdes de varios países.
Ya le hubieran incautado cuentas y activos en otros países, le hubiera impuesto un bloqueo a Colombia, y habrían sumado a la ineptitud local suficientes desgracias para empujar tres millones de nacionales a migrar a países vecinos y a deambular desposeídos y en miseria forzada.
Pero esa es una historia de ficción. La real es que el petróleo lo tiene Venezuela y allí se instauró un régimen mal denominado “socialista – bolivariano”, que ha tomado distancia de Washington y, con todos sus defectos, autoritarismos, extractivismos y nacionalismos del siglo XXI, ha establecido relaciones económicas privilegiadas con Rusia, China y otros países que no son sub colonias de Estados Unidos.
Casi todos esos “ismos” son definidos como amenaza para la primera potencia mundial que quiere manejar hegemónicamente las economías y alianzas militares en el continente. Tal como lo ha dicho Trump retomando a Monroe: “Primero América para los americanos” del norte. “Nuestro continente debe ser libre de socialismos” (Ni siquiera Estados Capitalistas de Bienestar al estilo de Sanders, Suiza o Noruega). “Las potencias extracontinentales son una amenaza”. Y por supuesto nos recuerda que Estados Unidos es el “gran hermano” en el continente, el jefe del casi resucitado Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca – TIAR y rector de la OEA.
En febrero de este 2020 la administración Trump hizo ajustes a su estrategia frente Venezuela para intentar corregir errores que llevaron a la fallida incitación a un levantamiento de parte de los militares de ese país. Todo el concierto montado en 2019 se quedó a mitad de lo orquestado pues no hubo ni división, ni zona liberada en la frontera con Colombia, ni gobierno sustituto en territorio de Venezuela respaldado por tropas y bombarderos al estilo de lo impuesto en Libia cuando animaron la guerra y el asesinato de Gadafi.
Así que los halcones gringos resolvieron apretar a Rusia y presionar a China a una negociación para una transición obligada y comenzaron con nuevas fórmulas de bloqueo, de cierre de cuentas y suministros y le mezclaron otro ultimátum petrolero. El 18 de febrero el secretario del Tesoro de los EE.UU, Steven Mnuchin, anunció medidas contra la empresa Rosneft Trading S.A. que es una filial de la más grande petrolera rusa y está registrada en Suiza[2]. Washington la acusa de vender crudo venezolano a varios países, desobedeciendo la orden de bloqueo y la conmina a someterse a las condiciones de Trump bajo la amenaza de fuertes castigos.
Semanas antes del ultimátum a los rusos, el 5 de febrero, Trump había recibido a Juan Guaidó para darle respiración boca a boca intentando sacarlo de la asfixia en que quedó ante la práctica disolución de la Asamblea Nacional y la imposibilidad de lograr reconocimiento oficial de la mayoría de países representados en las Naciones Unidas.
LA AMENAZA MILITAR CONTRA MADURO SIGUE EN MEDIO DEL CORONAVIRUS
Las declaraciones del expresidente Andrés Pastrana a favor de una especie de tregua sanitaria con Nicolás Maduro, para acordar algunas medidas de control frente a la pandemia del coronavirus, hicieron pensar en que se podría dar un ambiente no belicoso en la larga frontera entre Colombia y Venezuela.
Pastrana hasta se ofreció como emisario para ir a Caracas a buscar mitigar el impacto de la pandemia entre los miles de venezolanos que se quedaron frenados en su intento migratorio y entre los centenares de miles de colombianos que dependen de la economía de frontera. Pero eso y más quedó en veremos ante la noticia de Willian Barr, el Fiscal General de Estados Unidos que significa la autorización a los aparatos de seguridad de los Estados Unidos de hacer y deshacer para someter, capturar o “neutralizar” a Nicolás Maduro y a sus más importantes colaboradores.
Para que no quedara duda de las características de la operación en curso, estalló el escándalo del tráfico de un pequeño arsenal de armas de guerra enviadas desde Estados Unidos por el puerto de Barranquilla o el hangar que la DEA tiene en el aeropuerto de esa ciudad. Ese armamento fue decomisado en un retén de la policía entre Barranquilla y Santa Marta. Según declaró en la W el ex Mayor General venezolano Clíver Alcalá, las armas estaban supuestamente destinadas a un comando formado en Venezuela, con el apoyo de Guaidó y de una agencia de los Estados Unidos, encargado de atentar contra figuras destacadas del régimen. El Mayor General se demoró más en hablar por radio que en ser montado en un avión de la DEA con rumbo a Estados Unidos. Y aún no se ha aclarado porque se lanzó al aire, ni se sabe si viajó en calidad de emisario de Guaidó y del grupo de conspiradores, o si fue extraditado o expulsado del país sin fórmula de juicio.
Lo que sí ha quedado claro es que ni el coronavirus ha logrado parar la operación de bloqueo contra Venezuela ni detener el uso del territorio colombiano para cercar a todo un pueblo por hambre y escasez de alimentos y medicamentos hasta que se decida a levantarse contra el régimen de Maduro.
El ajedrez entre Estados Unidos y Rusia sigue moviéndose en medio de la pandemia, como muestra la jugada de Putin que decidió la compra estatal de la empresa petrolera Rosneft amenazada por inminente sabotaje por parte de Trump si no acepta las condiciones del bloqueo a Venezuela[3]. El diario español El País informó este 28 de marzo que “Según los resultados del acuerdo, todos los activos y operaciones comerciales de Rosneft en Venezuela o relacionados con Venezuela se venderán, cerrarán o liquidarán”, informa Rosneft en un comunicado en el que ha precisado que la venta y cese en la participación incluye también las empresas conjuntas de Petromonagas, Petroperija, Boqueron, Petromiranda y Petrovictoria y otras. La petrolera rusa recibirá un paquete de sus propias acciones por una cantidad del 9,6%, una vez finalizada la transacción, según el comunicado publicado en su web”.
Con este enroque Vladimir Putin quitó de en medio a la subsidiaria y puso al frente al Estado Ruso de modo que a Trump le toca cambar de táctica para seguir en sus jugadas de debilitamiento del régimen de Maduro ahora que el pueblo de Venezuela llega al punto crítico de desesperación por la escasez de todo.
Por ahora el gobierno de Iván Duque ha tenido perfil bajo en el escándalo de las armas incautadas, en las acusaciones contra Maduro y la agenda pública está concentrada en la respuesta a la pandemia. Pero pronto volverán las presiones y locuras del señor de la Casa Blanca que sigue pensando en aprovechar la crisis mundial para ganar posiciones frente a China y Rusia utilizando como peones a sus aliados en la OEA y en el gobierno de Colombia. El papel de bufón en este drama le corresponde al fantasmagórico gabinete de Guaidó que despacha de todo desde la Embajada de Estados Unidos en Bogotá, como se vio en el alijo bélico incautado pasando el puente López Pumarejo.
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[1] Geoff Ramsey and David Smilde MARCH 2020, BEYOND THE NARCOSTATE NARRATIVE What U.S. Drug https://www.wola.org/wp-content/uploads/2020/03/Narcostate-Venezuela-Drug-Trafficking-Ramsey-Smilde.pdf
[2] Los principales accionistas de Rosneft son Rosneftegaz, de propiedad estatal (50% más una acción), British Petroleum (BP), con una participación del 19,75%, y la compañía qatarí QH Oil Investments (18,93%).
[3] El País de Madrid, 28 de marzo de 2020. https://elpais.com/economia/2020-03-28/la-petrolera-rosneft-vende-susactivos-en-venezuela-al-gobierno-de-rusia.html
Camilo González Posso, Presidente de Indepaz
Foto tomada de: Elnacional.com
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