La paz secuestrada y el dilema de Uribe
El resultado en el plebiscito del pasado 2 de octubre, con el cual serían refrendados los Acuerdos de Paz, logrados tras cinco de años de arduas negociaciones entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno Nacional, fue un duro golpe para la Colombia progresista que no resiste más baños de sangre y anhela un país de paz, y lo fue también para las víctimas que respaldaron el proceso de Paz y venían realizando diversos actos de perdón y reconciliación con la dirigencia de esa guerrilla. Pero fue al mismo tiempo un “triunfo” político para el ex mandatario Uribe, cuya imagen -que parecía ir en picada libre-, retorna ahora con nuevos bríos y le ratifica su cuestionable, pero innegable liderazgo político.
El senador Uribe, sagaz como es, sabe que este pírrico triunfo electoral (del 0,5%), que se traduce en una derrota histórica para la democracia y para nuestra conciencia ciudadana como nación, lo pone en aprietos porque está en la obligación de hacer en muy corto tiempo propuestas justas, razonables y viables; y aunque hoy cuente con cierto margen de maniobrabilidad que bien sabrá aprovechar apelando a todas esas tácticas dilatorias, intimidatorias y guerreristas que el país ya le conoce, debe demostrar que su oposición a los acuerdos es más que una pantomima carente de sustento racional. Además, y de manera simultánea, tiene que manejar con guantes de seda sus reales intereses tras su negativa a apoyar la firma de la paz con las FARC.
La dirigencia del NO sabe bien que el Acuerdo de Paz es el mejor de cuantos se han firmado en Colombia, que se acoge a los estándares internacionales de justicia, que no garantiza impunidad y que en su redacción, la asesoría de expertos internacionales que compartieron sus experiencias, aciertos y desaciertos, obtenidos en procesos de otros países, como Sudáfrica, Irlanda, Angola, Sudan, Guatemala, El Salvador, etc, fue definitiva y plena garantía de viabilidad.
En su primera intervención televisada, tras el triunfo del NO, Uribe no hizo referencia alguna a demandas específicas de reforma a los Acuerdos de Paz, sí en cambio habló de las dificultades que atraviesa la economía del país, y sostuvo que podría agravarse con los acuerdos, hasta el punto de representar un freno a la confianza de los inversionistas, y limitar los recursos para cumplir con lo pactado en La Habana, Cuba.
“El riesgo de perder el grado de inversión no se evita con más impuestos en este momento, que empeoren la expansión empresarial y la diezmada capacidad adquisitiva de los pobres”, sostuvo.
Varios analistas y medios de comunicación creen que Uribe tiene serios reparos a lo pactado con la guerrilla, pero sus menguadas intervenciones, en las que parece más interesado en proteger a otros sectores que en modificar substancialmente el Acuerdo, hacen pensar que no es así; que su oposición es sólo parte de una estrategia con claros fines electorales y una respuesta vanidosa a su falta de protagonismo en este hecho histórico. “Los que esperan que Uribe ceda sobre sus demandas muy probablemente se equivocan. Nunca lo hizo cuando las encuestas le daban más del 70 % al Sí, no lo hará ahora cuando sabe que los votantes lo respaldan. El exmandatario tiene la sartén por el mango”, publicó la revista Semana.
Deja un comentario