El mundo al revés: los estigmatizadores se declaran estigmatizados cuando son ellos, los medios hegemónicos, los que están dedicados a estigmatizar no solo al presidente Petro sino a todos los gobiernos democráticos y progresistas de América Latina. Sea López Obrador en México, Xiomara Castro en Honduras, Nicolás Maduro en Venezuela o Lula Da Silva en Brasil. Si lo hacen no es por pura maldad o mera corrupción sino porque, como han denunciado entre otros, el politólogo español Pablo Iglesias, el periodista australiano Julián Assange o el pensador político norteamericano Noam Chomsky, el poder económico se ha hecho con el control de los principales medios de comunicación social y los han puesto al servicio de sus particulares intereses políticos.
De allí que Petro dijera en el discurso que nos ocupa que la búsqueda de la verdad en el periodismo no puede separarse del análisis de quienes ejercen el poder en el mismo. Pablo Iglesias lo ha dicho con toda claridad: “los medios de comunicación se han convertido hoy en el principal actor político”.
Como lo es actualmente la revista Semana, para mencionar sólo al medio al que se refirió indirectamente Petro hablando de las “muñecas de la mafia”. Este semanario ocupa un lugar muy destacado en la historia del periodismo moderno en Colombia, que cuando fue resucitado por Felipe López Caballero se convirtió en un medio de referencia para la opinión pública, gracias al trabajo de algunos de los mejores periodistas y escritores de este país. Quienes no dudaron en denunciar el régimen de terror impuesto por Álvaro Uribe, con la colaboración de Juan Manuel Santos – que no se nos olvide.
Y quienes no dudaron en abandonar en bloque a la revista cuando la compró el grupo financiero Gilinski para convertirla, con Vicky Dávila a la cabeza, en formidable ariete mediático contra el gobierno del presidente Petro. No creo que haga falta que les recuerde a los lectores las portadas, los titulares ni los artículos cargados de falsedades, medias verdades o directamente calumnias en las que ha tomado cuerpo su campaña sistemática de cerco y aniquilamiento del primer presidente de izquierda en el país. Pasando por el alto que, si bien es cierto que entre los deberes del periodismo está la crítica al poder, también lo es que ese deber solo se satisface plenamente si incluye la crítica del poder económico. El poder que se han hecho con el control de las piezas claves de la política y la economía del país, utilizando con frecuencia dineros de procedencia mafiosa, tal y como lo recordó Petro en su intervención.
Pero Semana no solo falta a este deber. También lo hace con respecto al deber de ofrecer información veraz y objetiva sobre la acción del gobierno. El ciudadano tiene el derecho a saber qué hace su gobierno, el gobierno que eligió y que debe responder ante él. Derecho a la información que ha sido tergiversado por este semanario – aunque no solo por él evidentemente – que en vez de informar se ha dedicado a criticar por sistema las acciones del gobierno, siguiendo la norma de subrayar y exagerar sus errores y omitir por sistema sus aciertos. Condimentando esta táctica perversa con falsas noticas, medias verdades y calumnias como ya dije. Semana es un ejemplo sobresaliente de medio de prensa convertido en protagonista político de primer orden, al servicio de la estrategia política de sabotear por todos los medios la acción política del primer presidente progresista de Colombia. Con el fin de lograr que las mayorías populares terminen haciendo, aceptando, como verdades las mentiras defendidas desde siempre por la oligarquía y las multinacionales: “la izquierda en el gobierno es dictatorial, corrupta, ineficiente, ruinosa, enemiga de la libertad de expresión”, etcétera, etcétera. Esta es la prensa la que se siente “estigmatizada”, cuando se denuncian sus estrategias y sus prácticas perversas. Ella puede criticar a su antojo, pero nadie tiene derecho a criticarla. Y menos que menos los representantes políticos de la voluntad popular.
El presidente Petro insistió en su discurso que los medios hegemónicos están colaborando activamente en el golpe de estado en cámara lenta actualmente en marcha. Del que forman parte el paro camionero recientemente desactivado y las acusaciones lanzadas por el Consejo Nacional Electoral de financiación irregular de su campaña electoral. No le falta razón, visto el enésimo golpe de Estado todavía en marcha en Venezuela y el que igualmente está en marcha en Honduras. Washington se está volviendo cada vez más intolerante con los gobiernos que no le obedecen o que simplemente pretenden desmantelar el ruinoso modelo neoliberal que impuso en América Latina después del golpe de Estado de Pinochet en Chile. Cuando se habla del ascenso del fascismo en el mundo occidental no pasemos por alto que su faceta más peligrosa es la fascistización del neoliberalismo. De sus partidos políticos y de sus agentes mediáticos y judiciales.
Carlos Jiménez
Foto tomada de: Infobae
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