“por una parte el partido de quienes promueven políticas de tipo asistencial o redistributivo para ayudar a las clases vulnerables, que son, como es lógico, las más afectadas por la crisis. Del otro, el partido de quienes defienden la inversión privada y el crecimiento económico como ruta hacia la recuperación.”
Es un artículo corto que está planteado no solamente como una columna de opinión sino como una explicación del funcionamiento de nuestra sociedad. Son apenas 642 palabras pero el autor tiene una extraordinaria capacidad para decir falsedades o verdades a medias que ameritan una discusión, no solo por él mismo, sino porque son ideas que comparten muchas personas, incluso intelectuales y líderes de la oposición.
En un primer momento habla de “clases vulnerables” que son las más afectadas por la crisis. Este tipo de conceptos no permite entender realmente a que nos estamos refiriendo y es mucho menos preciso que hablar de clase de los trabajadores asalariados con salarios más bajos, o la clase de los productores mercantiles simples (campesinos, artesanos), que nos permite entender el lugar que ocupan en la sociedad y que además nos da una primera aproximación al por qué, son estas clases las más afectadas por la crisis. Ways no lo dice explícitamente, pero parecería que está adoptando la división en clases establecida por el Departamento Nacional de Planeación y el DANE, que establece cuatro “clases”: pobre, vulnerable, media y alta. Pero, resulta que tampoco la usa plenamente, dado que considera que son las clases vulnerables las más afectadas por la crisis, cuando todo parecería indicar que serían las clases pobres. ¿Qué son las clases vulnerables? Ways no lo dice con claridad.
En esos debates, los partidarios del intervencionismo estatal juegan con ventaja. La idea de “ayudar a los pobres”, una imagen benigna, que apela a la caridad cristiana y al instinto de solidaridad que hay en todos, es más fácil de vender que nociones frías y abstractas como “atraer inversión” o “aumentar el producto interno bruto”.
En este párrafo ya no habla de “clase vulnerable” sino de “pobres”, un concepto aún mucho más impreciso, y poco explicativo, que clase vulnerable. Y considera que los defensores de la inversión privada y el crecimiento económico tienen la desventaja de proponer nociones frías y abstractas frente a quienes apelan a la imagen benigna de la caridad cristiana y la solidaridad. Ways no ve, o ve pero lo ignora, que no se trata de un debate entre ideales en discusión: en la práctica lo que existe es la inversión privada y crecimiento económico capitalistas donde los pobres y clases vulnerables (es decir los trabajadores asalariados y cuenta propia) se quedan con una parte mucho menor del producto en comparación con los capitalistas. Lo dado, lo existente, es una sociedad donde un pequeño grupo concentra la gran mayoría de los ingresos y la riqueza, esto no es ninguna idea abstracta, es una realidad expresada en las propias estadísticas oficiales. Quienes están en desventaja son los trabajadores (asalariados y por cuenta propia) que en el momento de una crisis económica se quedan de un momento a otro sin ingresos para vivir, mientras que las clases “no vulnerables” tienen acumulada una enorme riqueza para sobrevivir.
Ways toma partido claramente por la segunda posición, la de los defensores de la inversión privada y el crecimiento económico, y establece enfáticamente
“no será el altruismo o la solidaridad, por encomiables que sean, lo que nos saque del atolladero, sino la estimulación de los instintos más individualistas de la especie: el emprendimiento, la competencia, la toma de riesgo y, sí, el ánimo de lucro”
Señala que el principal y verdadero problema de nuestra sociedad es la pobreza y no la desigualdad y lamenta que los defensores del ánimo de lucro como vía para solucionar dicho problema son “denostados con epítetos chapuceros” como “prorricos”, “neoliberales”, “capitalistas salvajes”, etc. Afirma que la “defensa del mercado no goza del prestigio compensatorio de ser considerada por la cultura como una posición cool, como sí sucede con las posturas ‘rebeldes’ o ‘antisistema’. Esto conduce a una “subrepresentación de ese modo de pensar en el debate ciudadano”.
Es interesante ver cómo contra toda evidencia caracteriza a los defensores del mercado y del capitalismo como una minoría y unas víctimas objeto de denostaciones y epítetos chapuceros, cuando en la práctica el capitalismo y el mercado dominan. Pero hay que reconocerle que tiene la franqueza de declarar que la desigualdad no es un problema lo cual lo diferencia de tantos supuestos amigos de los trabajadores que se compadecen de su suerte y denuncian airadamente la extrema, escandalosa e intolerable desigualdad existente en la sociedad colombiana pero nunca señalan su causa fundamental. La desigualdad es un indicador de éxito de los capitalistas, evidencia que está funcionando bien el sistema por cuanto logran concentrar cada vez más el ingreso y la riqueza. Pero tampoco es cierto que la pobreza sea el verdadero problema de la sociedad, dado que la riqueza se basa en que los trabajadores obtengan una parte pequeña del producto total; la pobreza de las grandes masas es también otro indicador de éxito de esos motores, de esos héroes de nuestra sociedad, los capitalistas.
Y reitera que lo “único que nos salvará de esta crisis es un retorno vigoroso al crecimiento, dado que las medidas redistributivas “no generan riqueza”. Plantea la necesidad de hacerse oír, de señalar que en todas partes existe intervención estatal en los mercados pero recuerda que los estímulos keynesianos pueden ayudar a prender la máquina pero no son el motor, el motor es la inversión privada, el motor es el empresario.
Ways ondea la bandera del crecimiento, critica las medidas redistributivas y destaca el papel crucial del empresario. Destaca el objetivo del crecimiento, detrás del cual se esconde el motivo real, la obtención de ganancias. Ways es franco pero no tanto como para declarar que lo que los empresarios buscan es ganar y ganar cada vez más, pero es claro que esto es lo que tiene en mente. Pero además repite el estribillo del empresario como motor del crecimiento sin que se le ocurra nunca pensar por qué razón solamente hay unos pocos empresarios capitalistas que controlan casi toda la economía y una gran masa de trabajadores asalariados y cuenta propia que apenas tienen para vivir. Este tipo de preguntas no se le ocurren a Ways.
“Necesitamos que todos los pistones de la producción trabajen sin freno: los almorzaderos y las peluquerías, las fábricas y las panaderías, los bares y las zapaterías, las librerías y los sex shops. Idealmente, habrá que reducir cargas y tributos a las empresas. No porque les convenga a “los ricos” (¿cuáles ricos?) como dicen los enemigos del mercado, sino porque, sin producción, no hay ingresos ni empleos para nadie” Y sin producción no hay recaudo. Y remata su artículo con una frase trillada “La riqueza, para ser redistribuida (suponiendo que eso sea deseable, pero ese es otro debate), primero tiene que ser creada. Si no, ¿qué vamos a distribuir?”
Presenta de ejemplos de los empresarios a almorzaderos, panaderías, bares, librerías y sex shops. La mayoría de estos negocios producen apenas para generar un ingreso precario. Ways no menciona a los grandes bancos, a los grupos empresariales, a las grandes empresas capitalistas industriales, mineras de comunicaciones, etc. Estos son los verdaderos héroes que además concentran la mayor parte de los ingresos y la riqueza. Lo que Ways quiere claramente es que no se les pongan más impuestos ni se les moleste en su proceso de obtención de ganancias.
La simpleza y la pobreza del análisis de Ways tiene la fortaleza de fundamentarse en lo realmente existente. Hasta el momento los capitalistas a pesar de todas las críticas y movilizaciones sociales han logrado que no se expidan medidas que afecten sus ganancias y su riqueza.
Estas visiones son repetidas hasta el cansancio por los propios empresarios quienes se consideran víctimas de ideologías de izquierda y envidias de los pobres. En La República escribe, por ejemplo Juan Manuel Nieves[2] lo siguiente en contra de la redistribución y la igualdad:
“Colombia es un país diverso, pero con una gran resiliencia; sin embargo, la pobreza y el aprovechamiento de esta por algunas ideologías ha llevado a que algunos sectores sencillamente aborrezcan la riqueza. Generar dinero para el beneficio propio y para los demás lícitamente, es el centro del capitalismo, y este ha llevado a que el mundo occidental goce de su mayor prosperidad. Aun así, el empresario próspero es envidiado por muchos y perseguido sistemáticamente por la izquierda. El cuento de la redistribución de la riqueza y de la pretendida igualdad, ha permitido que millones de personas, en vez de motivarse para generar riqueza, quieran que sencillamente a los emprendedores se les quite lo ganado y se distribuya de nuevo, como si fuera ilícito o inmoral ganar para sí.”
No puede ser más claro: el centro del capitalismo es la ganancia y la redistribución es un robo. Lo que piensan Ways y Nieves es lo que piensan los dueños del país. A pesar de estar en “desventaja”, con seguridad sus ideas van a predominar en el debate y derrotarán las propuestas sobre progresividad de la tributación y la renta básica universal, las dos propuestas en boga para promover una redistribución del ingreso.
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[1] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/thierry-ways/el-proximo-debate-columna-de-thierry-ways-505506
[2] https://www.larepublica.co/analisis/juan-manuel-nieves-r-534481/que-quiebren-los-ricos-3011392
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Revista Semana
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