Sin embargo, aunque la progresión diaria de estas cifras, son de conocimiento público, mostrando lo real y catastrófico de esta pandemia, aún hay personas que creen y promueven que el coronavirus SARS-Cov-2 no existe y que si existe no es el que produjo esta pandemia, mientras que otros consideran que si existe la enfermedad, ésta no es peligrosa.
Quienes piensan así se convirtieron en terreno fértil del “movimiento antivacunas” tanto en el mundo como en Colombia. Dicho movimiento, tal y como se entiende a partir de la forma como se denomina, promueve la negativa a la aceptación de las vacunas para lograr la prevención de enfermedades infecto-contagiosas, procurando contrarrestar y controvertir la iniciativa y el avance de la vacunación, desincentivando a la mayor cantidad de población posible frente a ese tipo de estrategia de protección colectiva de la salud de las personas.
Si bien es cierto que el “movimiento antivacunas” no es nuevo ni se originó con la pandemia de Covid-19, debe reconocerse que ante los graves efectos del coronavirus en la salud y la pérdida de la vida de las personas que no se han vacunado, nunca antes en la historia reciente de la humanidad, resultó más peligroso para el mundo el riesgo que representa el citado movimiento. Dicho de otra forma, la resistencia a la vacunación que fomenta el “movimiento antivacunas” está resultando en estos momentos tan perjudicial como la misma pandemia.
Hay toda una serie de circunstancias que favorecen los objetivos de quienes hoy desincentivan la vacunación: por varias razones alrededor del mundo hay un gran número de personas que no creen en la industria farmacéutica que creó las diferentes vacunas; hay también desconfianza frente a los gobiernos; así como también la desinformación y la infodemia a través de las redes sociales especialmente, han calado con mayor facilidad en la mente de muchas personas y tristemente han terminado siendo más creíbles que las verdades y evidencias sobre las bondades y beneficios de la vacunación.
Argumentos tan poco o nada fundamentados como que al vacunarse alguien recibe un chip o que por la vacunación se producirán afectaciones genéticas en quien se vacuna, aparte de otra serie de mitos que se han fijado en el imaginario de esas personas que hoy se resisten a vacunar por la información falsa que se difunde, son factores que están impidiendo que se consigan que los planes nacionales de vacunación de los diferentes países del mundo hayan bajado la velocidad que traían y no se esté logrando la pretendida vacunación que permita conseguir la inmunidad colectiva o de rebaño que se requiere para pasar la página de esta pandemia.
Resulta lamentable que además de los reportes diarios de contagiados y fallecidos por Covid-19 en el mundo y en Colombia, que evidencian los terribles efectos de esta pandemia, otros importantes datos que confirman el beneficio innegable que se deriva de estar vacunado, no sean aceptados como ciertos por aquellos que se resisten a aceptar la inmunización contra el coronavirus y permanezcan en la actitud negativa frente a la aceptación de la misma.
Para el caso de Colombia, donde existe especial dificultad en avanzar con la vacunación de ciertos grupos poblacionales y prácticamente está frenada en estas personas, como las de mayor edad, por ejemplo, la mayoría de las personas que han requerido de atención intrahospitalaria por padecer formas severas de Covid-19, no estaban vacunas, es decir, estaban expuestas al riesgo al no estar protegidas frente a la acción del coronavirus. En los Estados Unidos donde también se estancó esta vacunación por la resistencia de algunos, se demostró que el 99,2% de las personas fallecidas por Covid-19, no tenían ninguna vacuna aplicada. Todas estas son razones válidas que demuestran la gran protección que resulta para una persona estar vacunada y, por otro lado, el gran peligro que significa para su salud y vida, no estar protegido con la vacuna.
En ese orden de ideas, existen algunos motivos que por lo menos en Colombia fueron identificados a través de la encuesta realizada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y dada a conocer recientemente, que exploró las razones que argumentan tanto las mujeres como los hombres que no desean vacunarse. La información del DANE, que registra que la mayor resistencia a la vacunación se da en los de mayor edad, menor educación y mayor pobreza, muestra además que un porcentaje mayoritario de ese grupo de “resistentes” (64,4%), argumenta que la vacunación no les brinda tranquilidad ni seguridad básicamente por dos motivos: las vacunas fueron desarrolladas por la industria farmacéutica supuestamente de manera “muy rápida” y porque desconocen los potenciales efectos adversos generados por la vacunación contra el coronavirus.
Además de esa inseguridad manifestada por estas personas, otro grupo no cree en la efectividad de las vacunas (18,5%), otras personas siguen creyendo que la enfermedad de Covid-19 no es peligrosa (1,8%), otros se declaran francos militantes del “movimiento antivacunas” (1,3%) y hay un 3% restante que piensa que la vacunación es una herramienta de manipulación genética o consideran erradamente que, porque tuvieron la infección, ya adquirieron la inmunidad y por tanto no requieren vacunarse.
El rechazo a la vacunación, el peligro que enfrentan quienes no se vacunan y quienes entran en contacto con estas personas, el hecho de no poder lograr la inmunidad de rebaño por esa resistencia, son parte de las razones que ha llevado a algunos gobiernos, empresas y organizaciones a decidir la imposición de la vacunación contra el coronavirus, lo que obviamente ha reavivado la polémica si procede o no imponer una medida de este tipo por encima de la decisión personal de alguien de no vacunarse. En ese debate hay diversos factores que son de obligada consideración como por ejemplo el aspecto ético, la aplicación de sanciones a quienes no acepten la imposición de este tipo de medida, los costos para un país por no alcanzar la inmunidad de rebaño, entre otros.
Sin embargo, para contrarrestar esa negativa a la vacunación, ya en algunos países se ha adoptado como obligatoria la solicitud del código de acceso sanitario que evidencie la vacunación contra el coronavirus para permitirle el ingreso a cualquier establecimiento, así como en otros ya se ha establecido la exigencia del pasaporte sanitario de los viajeros para poder ingresar al territorio nacional.
Frente a algunos de los argumentos de “los antivacunas”, habría que decir que a pesar de las nuevas variantes del virus y que resultan ser más contagiosas que las iniciales, las vacunas existentes siguen siendo eficientes frente a ellas y hasta el momento siguen siendo la mejor respuesta para prevenir la severidad de la enfermedad en caso que se llegase a contagiar la persona con estas nuevas variantes, y resultan ser claramente el mecanismo más eficiente y seguro para combatir la mortalidad por esta enfermedad.
Habrá que esperar, en el caso de Colombia, si se requiere un refuerzo en la vacunación para lograr una mejor respuesta protectora contra la enfermedad, pero aun así, esto resulta mucho mejor que tener un sistema de salud en crisis frente a la pandemia, seguir viendo como muere la gente, seguir contemplando como se resquebrajan familias enteras por el fallecimiento de varios de sus miembros, continuar contando los niños que quedan huérfanos por causa de esta enfermedad, volver a los confinamientos y que el país continúe girando cada día alrededor de la pandemia como el siniestro eje de la vida de la nación y de sus habitantes.
Así las cosas, hay suficiente ilustración para sostener que, si no logramos que todos se vacunen, la pandemia seguirá sin control y sus efectos seguirán marcando la vida de los habitantes del país. Hay también suficiente evidencia científica que demuestra que las vacunas salvan vidas y que ese solo hecho es razón suficiente para que se no siga con esa resistencia que sí expone al riesgo a la población que no se vacuna y mata a las personas que rechazando la vacunación se contagian y también de aquellas que se dejan convencer por lo que predica ese movimiento.
Los mitos, las dudas, la infodemia y la ignorancia que conllevan al rechazo y la resistencia a la vacunación, deben ser debatidos con campañas intensas de convencimiento para contrarrestar todos esos factores que son los que tienen detenido el avance de la vacunación en el país y por tanto el logro de la inmunidad de rebaño, situaciones que, de seguir así, impedirá que Colombia controle la pandemia y siga viviendo los estragos que esta causa.
Ante el innegable efecto salvavidas de la vacunación, ¡hay que acabar pronto y de manera definitiva con esa resistencia!
Ulahy Beltrán López, Médico Cirujano, Especialista en Gerencia de Servicios de Salud y Especialista en Seguridad Social Latinoamericana. Ha sido: Vicepresidente de la Junta Directiva Nacional de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC), Consejero Nacional, Departamental (Atlántico) y Distrital (Barranquilla), de Seguridad Social en Salud, miembro de juntas directivas de IPS privadas y de empresas sociales del estado, asesor en salud de la Contraloría General de la República, gerente del Hospital Universitario CARI ESE. Actualmente: docente universitario, columnista en medios impresos y virtuales, consultor y asesor en servicios en salud, editor de NOTAS DE ACTUALIDAD EN EL SECTOR SALUD. Todas las columnas del autor encuéntrelas en https://ulahybeltranlopez.blogspot.com o solicítelas al contacto: [email protected]
Foto tomada de: El Tiempo.com
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