El rechazo a la nueva Constitución chilena reanima las huestes regresivas latinoamericanas, tras medio siglo de gobiernos dedicados a enriquecer a los ricos y a desposeer a los desposeídos, que han precarizado las condiciones de vida de los pueblos. Hoy tienen a los países del continente en crisis social, económica, y política, de tal envergadura que las mayorías piden cambio político, y desde las calles han refrendado con su vida tal anhelo.
Enajenar la vida por una aspiración social no es una metáfora, porque una de las características de esta derecha sudaca es su criminalidad. Dicen actuar en defensa de la democracia, pero, entienden por democracia el gobierno de las élites sociales contra el resto de la población, donde el Estado es dado por herencia a los ya privilegiados para ampliar esos privilegios, y donde la justicia es un mecanismo para garantizar la impunidad de una casta, mientras se persigue a las demás. Porque en lo único que tienen razón es que las sociedades latinoamericanas no se dividen en clases, porque se dividen en castas. Las castas opresoras se abrogan el derecho a matar, también a robar y a mentir. Cuando lo hacen ellos defienden la democracia, y cuando los demás no se dejan matar, como los chicos de las primeras líneas, lo llaman terrorismo.
La dictadura de Augusto Pinochet fue un paradigma para las derechas del continente, de Alaska a la Patagonia, donde ensayaron que el Estado y sus dispositivos son para fomentar negocios privados, que los derechos son viables si y sólo si generan réditos para negociantes, y que lo único que debe crecer en el Estado es el ejército para contener al pueblo, los godos colombianos fueron más allá y privatizaron gran parte del Ejército. Por eso callaron ante los asesinatos, las torturas, las desapariciones, los presos políticos… consideraron al neoliberalismo una buena causa, y se dispusieron a extender el modelo por todo el continente, bajo gobiernos cívicomilitares, cívico represivos, o cívico paramilitares, como en el caso colombiano. La implantación del neoliberalismo no se dio sin conculcación de los derechos de las mayorías latinoamericanas, y con violencia. Nunca fue fruto de un consenso.
En Chile se vivió la resistencia de una sociedad oprimida por una dictadura surgida del golpe militar a un gobierno popular, dictadura que en su agonía promulgó una Constitución Política que le diera vida más allá de su existencia, de modo que el fascismo chileno accedió a la realización de elecciones sólo si era bajo las normas de ellos. En los gobiernos pospinochet persiste el germen de la dictadura.
No obstante, la crisis política, de representación, y crisis social por la pauperización de la ciudadanía, condujo a un estallido social en octubre de 2019, a la cual se le dio tratamiento militar, y los chilenos que están curados de espantos mantuvieron la resistencia ante la brutalidad represiva, y un año después mediante un acuerdo multipartidista se convoca a un plebiscito, y se define la redacción de una nueva constitución, 78% de aprobación, así como convocar una Convención Constitucional, con el 79% de aprobación. La composición misma de la Convención anunciaba el contenido: Paridad de género, composición de pueblos originarios, y participación independiente, mayorías por fuera de los partidos.
Luego sería elegido Gabriel Boric como presidente de la república, esta vez por cerca del 56% de los votos. En lo cual se nota un cambio en las cifras, esto por la división del movimiento popular en torno al proceso constituyente, donde unos lo consideraban desacertado, mientras otros lo validaban para realizar los cambios necesarios en Chile, sin embargo, fue tan intensa la discusión que llegó a lesionar la precaria organización alcanzada.
La nueva Carta establece un Estado Social de Derecho, y una democracia paritaria, mitad hombres y mitad mujeres; reconoce a los pueblos originarios y se establece que Chile es un Estado plurinacional; establece el derecho al agua y pone a esta, junto a otros derechos, como no privatizable; se reconocen derechos sociales con financiación estatal; establece el derecho al aborto, así como el derecho de huelga y a la negociación colectiva… una Constitución garantista y de unidad nacional.
La derecha política quedó casi disuelta tras el estallido social, y nunca quiso el proceso constituyente. Además, la composición de la Convención Constitucional, la dejó en una minoría miserable, sin incidencia en el texto constitucional.
Dado que el proceso de la nueva Constitución incluía un plebiscito ratificatorio, las fuerzas regresivas se reanimaron polarizando el país entre el apruebo y el rechazo al nuevo texto constitucional, donde el rechazo lo promovieron ellos. Los que en todos los debates fueron derrotados, salieron a mentir y a divulgar falsedades contra el proceso, generando escándalos permanentemente. Y como en el plebiscito por el acuerdo de paz en Colombia, la táctica fue sacar la gente a votar con rabia y con miedo.
La extrema derecha se atrinchera en pregonar mano dura contra la migración y la delincuencia, contra los movimientos sociales, el feminismo, los LGTBIQ. Es enemiga jurada de las víctimas de violaciones de DDHH, y de los dirigentes sociales. Es abiertamente neoliberal, reivindicando el capitalismo salvaje y autoritario. Pero en la campaña del Rechazo hicieron un énfasis alto en el odio al indio, a los pueblos originarios, y ese discurso caló entre sectores populares marginados, donde votaron en contra del texto constitucional. ¡Convirtieron, en dos años, un 79% de aprobación en un 62% de rechazo!
Las fuerzas progresistas, a pesar de tener la palabra dialéctica en la boca todo el tiempo, suelen pensar los procesos sociales como estáticos. Y no hay situación social que sea definitiva: Se han revertido revoluciones, el fascismo ha regresado luego de su derrota en la segunda Guerra Mundial, los campos de concentración han vuelto en muchos lugares, y el apartheid vive en la franja de Gaza, la esclavitud revive en pleno siglo XXI con la compraventa de ciudadanos libios luego de la intervención militar de USA y sus aliados de la OTAN…
También se cree, tontamente, que hay causas que se defienden solas, como la paz, el bien común, o el medio ambiente. ¡Error! Cuanto más se valore una causa, más medios y empeño se han de poner en su defensa, el primero ha de ser mantener la unidad. Teniendo en la cuenta que hay un adversario lleno de odio racial, inspirado en criminales como Pinochet, al que se le facilita mentir por su falta de moral.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: DW
Darío Muñetón says
Ahora esa derecha propone que el pacto social de una constitución sea un traje de alta costura diseñado y cortado por expertos constitucionalistas.