En total fueron 262.948 víctimas fatales en un año, acorde a los datos oficiales, hasta la noche el viernes.
Desde el 20 de enero el número de víctimas fatales se sitúa por encima de mil a cada día. Desde el 25 de febrero, en más de 1.400. Y especialistas alertan que a fines de mes se podrá haber alcanzado tres mil.
También el jueves se supo que en Bahia hay gente muriendo en ambulancias mientras espera por una plaza en hospitales.
En Rio Grande do Sul, el Moinhos de Vento, uno de los hospitales privados más prestigiosos del país, tuvo que alquilar contenedores refrigerados para guardar cadáveres.
El pasado viernes el gobernador de San Pablo pidió voluntarios para ayudar al sistema de salud pública en un “operativo de guerra”, y el alcalde de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, tercer estado más rico del país, declaró que su sistema de salud entró en colapso.
En San Pablo, capital del estado, la ciudad más rica y poblada de Sudamérica, hasta en hospitales privados hay enfermos instalados en sillas puestas en pasillos.
En la región noreste se registraron largas colas de enfermos a la espera de plazas en hospitales.
Las escenas trágicas se reproducen velozmente por todo el país. Gobernadores de 16 estados mandaron una durísima carta al ultraderechista presidente Jair Bolsonaro exigiendo medidas urgentes. Presionan sobre la falta de vacunas y la inercia del ministerio de Salud, a cuya cabeza está un general activo del Ejército, Eduardo Pazuello.
Varios estados y municipios recurrieron a la corte suprema pidiendo que se les permita comprar inmunizantes al margen del gobierno nacional. Y el viernes alcaldes de 1.700 de los 5.100 municipios brasileños anunciaron un movimiento para comprar inmunizantes, independiente del gobierno nacional, inclusive vacunas todavía no aprobadas por las autoridades de salud pero que son utilizadas en otros países.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de Salud (OMS), lanzó una clara advertencia: luego de afirmar que la situación brasileña es “preocupante” y debe ser “tomada muy en serio”, dijo que el cuadro actual podrá reflejarse no solo en otros países de la región, pero de todo el planeta.
Médicos, especialistas e investigadores piden a gritos que se adopten medidas urgentes de contención del coronavirus.
Uno de los más elocuentes, Miguel Nicolelis, es también uno de los más respetados en la comunidad científica internacional.
Profesor titular de la reconocida Duke University, ha sido claro: o el país impone un bloqueo radical de actividades por 21 días, o en pocos meses el número actual de muertos por covid alcanzará el doble.
“Brasil no se transformará en un paria, ya lo es. Se transformará en un laboratorio a cielo abierto para creación de nuevas variantes de covid-19”, alertó.
Frente a semejante cuadro, ¿cómo actúa el gobierno nacional?
De manera errática, sin ningún tipo de coordinación con gobernadores y alcaldes. El general activo puesto a la cabeza del ministerio de Salud se desdice a cada tres días, y los militares que esparció a su alrededor tampoco tienen idea de qué hacer.
A todo eso, ¿cómo actúa el presidente Bolsonaro?
Criticando alcaldes y gobernadores que adoptan medidas restrictivas de circulación, diciendo que basta de llorisqueo, que basta de mariconadas, que hay que trabajar.
Dice que el país sufre con el pánico difundido por los medios de comunicación. Sigue defendiendo el uso de medicamentos que, además de ineficaces, pueden provocar efectos colaterales graves.
Sigue ignorando lo que dicen los médicos y asegurando que la OMS no es más que un órgano controlado por la China comunista.
Así actúa Bolsonaro: como un genocida, un psicópata enfrentado a la realidad. Y no hay quien le pare la mano.
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