Uno de los grandes y graves problemas que enfrenta la sociedad colombiana es la desigualdad, pero ante todo la persistencia de la pobreza, en tanto ingresos directos que recibe la población. Los escasos ingresos hacen que la reducción de la pobreza se haya realizado vía transferencias directas o indirectas del Estado. Esto hace que la capacidad de consumo, inversión o ahorro de la población sea poca y que en especial el ahorro (o la inversión) queden como variables supeditadas a las decisiones de las élites económicas, es decir de las empresas (medianas y grandes) y de la población con altos ingresos.
Todo esto viene a colación porque a diferencia de entender el problema de la disminución del crecimiento como un asunto estructural, por la reducida capacidad productiva de la economía y la dependencia en los recursos naturales o más específicamente en los precios internacionales de algunos bienes minero energéticos, las propuestas que se abanderan desde los hacedores de política pasan por la presión al ahorro de la población, la disminución de impuestos a las empresas y el abaratamiento del trabajo. Es decir, las recetas a los males son las mismas que el país ha venido implementando y que precisamente lo tienen en la situación de agotamiento en el que hoy se encuentra.
Las últimas reformas han estado marcadas no solo por los temas de alivio tributario a las empresas sino por el incentivo a mecanismos de ahorro como las pensiones. No obstante, éstas son también el resultado de un sistema desigual, donde una porción pequeña de pensionados (léase los más altos cargos del país, especialmente del sector público) logra captar de la sociedad altas pensiones, ahogando el ahorro pensional de los colombianos. Es decir, en materia pensional se repite el mismo esquema de desigualdad de toda la sociedad.
La solución propuesta desde gremios y desde las propias instituciones económicas del Estado, es una reforma pensional que posibilite aumentar el ahorro. Esto es paradójico, cuando el empleo decente escasea, cuando los ingresos bajan, la alternativa es obligar a un mayor ahorro a costa del consumo, la inversión y del bienestar de la población trabajadora. Ni más ni menos que la idea de socializar los riesgos a costa de la capacidad de gasto de las familias, para beneficio obviamente de una élite que se pensiona con altos ingresos o de unas empresas financieras que tienen el manejo de esos recursos.
Los paradigmas no se abandonan y mientras no se haga algo innovador, diferente a las tradicionales formas de abordar los problemas, la persistencia de los males se mantendrá y seguirán ahogando la economía hasta hacerla inviable.
¿Qué hacer entonces? Si bien, como se dijo, todo debe partir de un gran pacto social por la producción, los precios y los ingresos, esto requiere de algunas acciones, de algunos replanteamientos estratégicos de la economía, su comprensión y gestión, que podrían enumerarse, sin ser claudicantes, en las siguientes líneas.
- Las pensiones si deben reestructurarse. Un sistema de pilares como el actual, pero con el régimen de prima media para toda la población y el régimen de ahorro individual como una opción que las personas pueden tomar alternativamente en el mercado no como una obligación desde la política tal y como se pretende hoy.
- Una reestructuración productiva de cara a reinventar el sector rural y la industria manufacturera. No solo que implique el fortalecimiento de lo actual, sino la ampliación a sectores estratégicos que posibiliten el acceso a mercado internacionales pero también la atención al mercado interno.
- Una apuesta decidida por el empleo decente, por la generación de empleos productivos y con pleno goce de las garantías laborales suficientes para atender y acceder a los derechos laborales y a la seguridad social.
- Una coordinación fiscal y monetaria que posibiliten la programación macroeconómica y los incentivos necesarios para apalancar las estrategias definidas
Obviamente, estos son cambios que implican tiempo, y eso precisamente es lo que jamás hay, así que también se requieren acciones coyunturales y de choque que posibiliten generar crecimiento, entre estas posibilidades se podrían tener:
- Una reducción significativa, al menos de cinco puntos, de las tasas de interés de colocación (de los créditos bancarios). Así mismo, llevar las tasas de interés de microcréditos al interés corriente.
- Abandonar, por lo menos en un tiempo prudencial, la regla fiscal, de tal forma que se permita entrar a generar déficit y financiar acciones sobre el ciclo económico
- Generar un plan de choque para la generación de empleo, a través de la construcción y de la reducción de aportes tributarios y laborales a la producción que demuestre nuevas fuentes de trabajo.
- Un plan de incentivos a las exportaciones a través de reducción de gastos de financiamiento y de logística.
- Un acuerdo de congelamiento de precios y salarios.
- Una acción decidida por parte de los empresarios y el comercio para facilitar un incremento de la producción y el consumo.
- Eliminación de los costos financieros a los consumos con tarjetas de crédito para compras inferiores seis meses.
- La decisión de alcaldes y gobernadores por realizar avances significativos en inversión y consumo.
Como se ve, la solución definitiva pasa por cambios sustanciales en el modelo económico (de desarrollo), pero en el inmediato plazo, se requieren de acciones que trascienden las falacias expresadas en torno a las pensiones, es falso que con el ahorro de los colombianos que poseen un trabajo formal, que en las cuentas optimistas representan la mitad de los trabajadores, y que en un 93% se ganan menos de cuatro salarios mínimos, se vayan a generar mejores condiciones de crecimiento, estos dineros van en buena proporción a financiar actividades de los mercados de capitales y no necesariamente a la producción. La generación de riqueza, empieza necesariamente por la producción, no por actividades de especulación financiera, así que no hay de otra, cuando en Colombia, cosa no vista antes, la preocupación por el crecimiento se hace manifiesta, pues entonces ya es hora de pensar en producir y generar empleos productivos, en realidad no hay recetas distintas; lo demás es especulación y esta se paga caro con el tiempo, tal y como lo estamos sintiendo y padeciendo.
Jaime Alberto Rendón Acevedo: Director Programa de Economía Universidad de La Salle
Mayo 17 de 2017
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