Sobre lo último hay una base empírica que el columnista no cita, pero podría presentar en favor de su afirmación; sin embargo, no es tan preciso decir que los niños y jóvenes están esclavizados: me parece que no es la expresión más afortunada para describir la situación. Además, en ciertos casos, quizá sería mejor que estén “esclavizados por las pantallas y las redes sociales” y no educados por un padre como Santander Lopesierra, Mancuso, José Miguel Narváez u ordenador de falsos positivos.
Samper Pizano afirma contundentemente que “no cabe duda” de que la tecnología ha desplazado los valores que deberían infundir los taitas a sus críos.” ¿De dónde saca esta afirmación? ¿Desde cuándo se produjo este desplazamiento? ¿Desde la aparición de la radio y la televisión? Me parece que es apenas una simple opinión, sin mayor fundamento, pero Samper Pizano la presenta como si fuera el resultado de investigaciones sociológicas y pedagógicas. ¿Los valores los infundían antes los taitas solamente? ¿Y los niños y jóvenes que pasan mucho tiempo frente a las pantallas se han convertido todos en seres sin valores positivos?
Samper Pizano continua desarrollando su tesis: “los mensajes cotidianos que envía la sociedad de consumo son profundamente materialistas y perturbadores.” Me pregunto: ¿hay alguna sociedad que no sea de consumo? Todas las sociedades son de producción y de consumo, lo cual no dice mucho en la perspectiva de entender cómo funcionan realmente. Samper Pizano no parece muy profundo al utilizar esta categoría banal que no explica nada. Por ahora, nos cuenta que esta sociedad envía mensajes cotidianos “profundamente materialistas y perturbadores”. ¿Esto ocurre por el desarrollo de la tecnología o antes de la existencia de celulares y redes sociales la sociedad enviaba también mensajes perturbadores y materialistas?
Con relación a los mensajes afirma que “El más insistente identifica el éxito con la riqueza.” Quizá esto no sea solamente un mensaje sino una realidad: en la sociedad capitalista el poder, la capacidad de adquisición y el éxito material, se expresan en la riqueza, medida por el equivalente universal, el dinero. No es necesario que las redes sociales envíen este mensaje: toda persona desde muy pequeña se da cuenta de que para darse ciertos gustos en esta vida se necesita dinero y bastante.
Y a partir de lo anterior Samper Pizano expone sus conocimientos sobre la riqueza y el dinero. Cita al filósofo brasileño Millor Fernandez que afirma que “el dinero es el invento más violento de la historia”, pero se cuida de explicarnos en qué consiste esa violencia y por qué se produce; mucho menos nos dice quién fue el inventor del dinero ni tampoco hace un esfuerzo por explicar qué es el dinero. “La riqueza ha servido para todo: para comprar mando, estatus, amores, bienes, prestigio y hasta salud.” Busca a continuación apoyo científico en Quevedo que repetía hace siglos “poderoso caballero es Don Dinero”, y comenta que hace rato el dinero dejó de ser un caballero: ¿lo fue alguna vez?
Y nos explica luego que el capitalismo (parecería que la sociedad de consumo es para Samper Pizano el capitalismo) fue el responsable de que Don Dinero dejara de ser un caballero: “La arrolladora capacidad del capitalismo lo convirtió en un huracán obsesivo ante cuyo empuje todo claudica. No hay valor que no se supedite a él (curioso juego de palabras: el dinero es un valor ante el cual no se supedita ningún valor) ni dicha que no prometa sus frutos dorados: lujo, rumba, catre, gasto fácil, vicio, marcas famosas, derroche, exhibicionismo y, en general, levedad moral, egoísmo y desdén por la ética.” Aquí simplemente verifica un hecho cotidiano: en el capitalismo los bienes y servicios (así como otras cosas) se compran con dinero y por tanto quien tenga más dinero puede comprar más cosas. Un filósofo popular como Pambelé se lo podría explicar. O también un filósofo capitalista como Luis Carlos Sarmiento Angulo quien lleva el principio a la práctica con mucho éxito.
Y ¿por qué el capitalismo convirtió el dinero en un huracán obsesivo? No hay respuesta, pero tampoco se hace las preguntas de fondo. Samper Pizano se preocupa por el consumo, por la múltiples tentaciones y la búsqueda de dinero fácil para satisfacerlas. Y no mira la organización productiva que domina la sociedad; la razón de ser del capitalismo es valorizar el capital, invertir una suma de dinero para obtener más dinero, en la sociedad capitalista los capitalistas no pueden hacer otra cosa. Es posible que algunos lo hagan sin demasiada obsesión personal y mucha moderación en el gasto, como Luis Carlos Sarmiento que vive modestamente, como la pobre viejecita, dado que solo tiene una casa cómoda, una isla en el Caribe y un avión, como cualquiera. Pero también es posible que otros sean codiciosos como el propio Luis Carlos Sarmiento, cuya organización recurre a prácticas legal y moralmente indebidas como sobornar a funcionarios públicos para conseguir contratos. Pero el capitalista más santurrón, decente y moderado sigue siendo capitalista: su razón de ser es obtener ganancias, conseguir más dinero del que invierte.
Samper Pizano parece por momentos un predicador, un cura predicando la abstinencia. Su preocupación es la moral y la ética en abstracto, no las enmarca en el contexto de una sociedad guiada estructuralmente por la ganancia. Como si la sociedad capitalista fuera a dejar de generar sus nefastos efectos para la mayoría de la gente, si los capitalistas no se dejaran obsesionar individualmente por el dinero. Pero, además, pone al mismo nivel al pobre de solemnidad que sueña con ganarse una lotería o conseguir de alguna manera dinero para darse los gustos que se dan los ricos, que a los ricos forrados en plata que quieren todavía más.
Pero hay más: “Pero lo peor no es el afán de hacer dinero, tan viejo como el dinero mismo sino la enseñanza social que deja: todo resulta aceptable si conduce a una ganancia. El supremo valor es amasar una fortuna. ¿Cómo? No importa. En esta materia, ninguna biblia más categórica que el comercio de droga” (se le olvidó la producción y comercio de armas, de medicamentos, de trabajadores asalariados, de esclavos, etc.).
Para Samper Pizano el problema no es que exista la ganancia, sino que se obtenga mediante métodos malos, inaceptables. Si se obtiene la ganancia mediante métodos buenos entonces no hay problema. La insustancialidad de Samper Pizano no tiene límites.
Y rápidamente y como quien no quiere la cosa, pasa del tema de fondo, esencial, el dominio del capitalismo, que apenas roza, a lo que constituye el foco de los profundos periodistas de investigación que dirigen su mirada hacia otro lado con tal de no criticar al capitalismo. Y cae entonces en los terrenos de la moral y de la corrupción afirmando lo siguiente
- Asquea la admiración que despiertan los criminales exitosos, cuyo máximo espejo es el narcotraficante.
- Revueltos con él se encuentran a menudo los corruptos; el crecimiento del Estado atrajo “empresarios sin escrúpulos y políticos dispuestos a financiar campañas a cambio de contratos amañados.” “Hay que ver como se ferian los presupuestos regionales en muchos lugares del país, en especial la costa atlántica.”
- Otros no defienden la doctrina del roba-roba pero aceptan algunos de sus derivados, como la evasión de impuestos.
- El mosaico es deprimente: empresarios extranjeros dispuestos a comprar licitaciones, aristocráticos cachacos vinculados al manejo torcido de campañas políticas, candidatos presidenciales impresentables, patrocinadores de grupos paramilitares, latifundistas tramposos, guerrilleros extorsionistas, clanes mafiosos, destructores de la naturaleza, ricos criminales festejados por sus paisanos, funcionarios venales, parlamentarios vendidos, instituciones de vigilancia entregadas a comodines políticos.
En cierto momento de la exposición, parecía que Samper Pizano iba a explicar la corrupción, la búsqueda de riqueza a toda costa, en ciertas condiciones estructurales de un capitalismo con arrolladora capacidad, pero no desarrolló este camino. Se enfocó en la moral de los individuos: “ya son varias las generaciones educadas en el derroche y la ostentación”. Claro que aquí hay un giro, no se trata de generaciones educadas por la tecnología y no por los taitas y los maestros, se trata de aquellos que han tenido la riqueza suficiente para poder derrochar y ostentar, que son una pequeña parte. Y continúa: “el ambiente de repartija, gasto obsceno y súbita e inexplicable prosperidad ha moldeado a miles de jóvenes cachorros en el mundo y en Colombia. Nicolás Petro es uno de ellos”. La explicación de Samper Pizano no es propiamente un derroche de rigor ni una ostentación de capacidad explicativa.
Y cierra con otra frase de antología: “Es hora de reflexionar acerca de qué clase de sociedad hemos construido porque, a decir verdad, al hijo de Petro lo criamos todos.” Suena bonito pero es un puro cascarón vacío.
Me pregunto, en sus casi cincuenta años de periodismo, ¿Samper Pizano no le dedicó un tiempo a reflexionar sobre esto? Esta columna evidencia que poco fue lo que estudió sobre el asunto.
La sociedad colombiana es una sociedad dominada por el modo de producción capitalista. Esta sociedad se fundamenta en la obtención de plusvalor, en la inversión de capital, una suma de dinero, con el fin de obtener más dinero. No necesita estudiar mucho para ver que esto es una realidad. Podría entrevistar a Luis Carlos Sarmiento Angulo quien le daría una lección sobre el particular. Esta sociedad consiste en que una parte, los capitalistas, son los dueños del dinero y por tanto de los medios de producción y contratan a millones de asalariados quienes les producen una ganancia enorme año tras año. La mayoría de trabajadores son una especie de esclavos cuyo lugar en la sociedad es generar el excedente para los propietarios. Y bueno, son muchas más las características de esta sociedad, que hace ya más de 150 años explicó Marx con lujo de detalles. Es hora de que Samper Pizano estudie El Capital, la mejor explicación existente sobre el modo de producción capitalista, para que reflexione sobre la clase de sociedad que ha contribuido a construir. Por no haber estudiado, sus reflexiones sociológicas se quedan a un nivel tan elemental que no se compadece con la trayectoria de tan ilustre periodista.
Valdría la pena que Samper Pizano reflexionara sobre el determinismo que se intuye en su exposición; la gran mayoría de niños y jóvenes, sometidos también a la esclavitud de las nuevas tecnologías y a los mensajes cotidianos que envía la sociedad de consumo, no se ha convertido en Nicolás Petro, ni es narcotraficante, ni comete delitos, ni es Luis Carlos Sarmiento, ni realiza prácticas corruptas en el Estado. Este tipo de generalizaciones no tiene fundamento; recuerda al Mockus que planteaba que esta es una sociedad del todo vale o sin cultura ciudadana, pero la resulta que la gran mayoría de la gente respeta las normas y no se aprovecha de los demás. Incluso en la misma familia dos hijos tienen un comportamiento muy diferente, a pesar de haber sido criados por los mismos taitas (sin estar esclavizados por los celulares y las redes sociales); basta comparar la trayectoria de Ernesto con la de Daniel.
Pero en fin, es mucho pedir que un periodista estudie las cosas a fondo. Por eso, cuando se trata de entender el dinero y el capital, Samper Pizano prefiere leer a Millor Fernandez en vez de a Marx.
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[1] https://cambiocolombia.com/los-danieles/todos-lo-criamos
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: El Heraldo
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