El prematuro inicio de las campañas presidenciales 2022 (casi dos años antes de la fecha) es comprensible por el temprano agotamiento e inviabilidad del modelo Uribe – Duque, como nunca surgieron un abanico de aspirantes desde todas las variantes de aspiración a la toma del poder.
La inmediata experiencia electoral a la presidencia, en la cual el candidato Gustavo Petro logra paso a segunda vuelta y una votación que lo convierte en el político de oposición con mayores probabilidades de llegar al gobierno y al poder, cambió el panorama y correlaciones políticas en todas las dimensiones.
Llega, luego de una serie de experiencias, en la segunda mitad del siglo XX, que podríamos decir inaugura Socorro Ramírez, pasa por Gerardo Molina, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, Antonio Navarro, Lucho Garzón, Carlos Gaviria y Clara López. El hilo conductor es la convicción de que las izquierdas deben lograr un programa de unidad, una lectura de la democracia como su principal bandera de lucha ante la mayor precariedad burguesa de garantizar los derechos liberales (políticos y económicos) y por ello mismo catalizador de ciudadanías más allá de sus fronteras de izquierda. Democracia directa y participante.
Los debates desde las ópticas marxistas, ortodoxas y con sus apellidos (leninista, Stalinista, maoísta, trotskista, castrista, etc.) fueron las barreras mayores, saltaron epítetos y descalificaciones que se repiten en espiral perversa ante la risa y certeza de las derechas que saben que eso les augura perpetuarse en el poder.
El otro tema era la postura frente a la lucha armada, las veleidades que la apoyaban y le reconocían heroísmos se desvanecen ante la incursión de los insurrectos a prácticas de secuestro, narcotráfico y criminalidad que desdibuja sus principios idealistas y los equipara a los grupos criminales comunes.
Los acuerdos de paz, primero el que da origen a Alianza Democrática – M19, luego el de la UP y ahora Comunes (ex FARC), fortalecen el argumento de la inviabilidad de la lucha guerrillera y la importancia de construir la democracia moderna. Pone a las izquierdas en otro nivel del debate, la revolución de la modernidad que la burguesía nacional no logra hacer por su connivencia con los polos feudales de banqueros, ganaderos, latifundistas y narcotraficantes.
La economía del capital financiero tiene así el vacío de poder que copa en todas las órbitas de la actividad económica y se vuelve el patrocinador principal de congresistas que legislan en promoción y defensa de privilegios para las élites. Se consolida un modelo neoliberal semifeudal y financiero, premoderno, en la mejor acepción del término.
Fase I
El primer momento del “Pacto Histórico” es la segunda vuelta a las presidenciales de 2018 y logra convocar variados sectores, también deja fuera a quienes no se sienten cómodos con activistas de la vieja izquierda, pero muy cómodos con los volátiles de las viejas derechas.
La consulta presidencial a la que se sometieron Petro y Caicedo deja a Gustavo con un capital electoral de 2’853.731 votos repartidos por todo el país y los consulados, es decir se consolida un candidato nacional con 30% menos votos que los que saca Iván Duque de la consulta de las derechas y el 47% más que la ahora vicepresidenta Martha Lucía Ramírez.
Los guarismos en la primera vuelta 7.616.857 por Duque, 4.855.069 Petro y 4.602.916 Fajardo, le dan a Petro un crecimiento de 70% respecto a la consulta, incrementa en un millón de votos, 500 mil más que el total de la consulta, ¿de dónde salieron? De la opinión crítica y progresista, obviamente.
Los 252.153 votos de diferencia respecto a Fajardo dejó un claro mensaje de la consolidación de dos vertientes de alternativa presidencial, los que hicimos campaña por Fajardo jugamos con todo por ganar el paso a segunda vuelta en la perspectiva de que en segunda la movilidad electoral de la izquierda y la centro derecha permitiría un gobierno moderno, civilista y garante de los acuerdos de paz, entendimos que afloraba una campaña polarizante peligrosa para toda la democracia, se veía el renacer del narco-paramilitarismo que soporta al Uribismo en regiones como la costa, Antioquia, sur occidente del país, para no citar todo el territorio nacional.
El triunfo de Petro lo asumimos de dos maneras un grupo, con Antanas a la cabeza y Claudia López, que le pide a Petro firme en mármol compromisos programáticos de unidad a lo cual él accedió, y otro, de Fajardo, con profundo dolor de pésimo perdedor y Jorge Robledo con rencor de militante maoísta místico que prefieren salir por la puerta, legítima sí, pero no ética en democracia, de convocar al voto en blanco e ir a ver ballenas para no hacer cambiar la realidad que se sabía con el grito de guerra “TRIZAS A LA PAZ” del Uribismo, eso los hace co-responsables del desangre del país hoy.
Fase II
En la segunda vuelta presidencial de 2018 el Partido Verde en cabeza de Claudia López, Angélica Lozano y Antanas Mockus firman acuerdo de respaldo a la formula Petro – Robledo (que venía del Verde) se hace llamado a liberales que se desdibujaron con Humberto de la Calle, y a la opinión pública o independientes. Los resultados fueron claros, ganó Duque con 10’373.080 votos y un incremento, respecto a la 1ra vuelta, del 35% (muchos ex fajardistas, se puede inferir que muchos de los 2’756.223) en tanto Petro logra 8’034.189, es decir ganó, respecto a 1ra vuelta 3’179.120, muchos más que los que resta con respecto a blanco, por ejemplo, es decir rompe la resistencia propia de la gente que entendió que la paz estaba en juego. Pero perdimos, perdió Colombia.
La derrota política e ideológica de Fajardo deja muy maltrecho el movimiento Compromiso Ciudadano, los que salieron electos bajo el amparo de personería jurídica verde se hicieron verdes, hecho que muestra ética, o de lo contrario serían dobles militantes y eso es delito electoral.
Uno de ellos es aspirante y por lo mismo émulo de Fajardo, Iván Marulanda está en la consulta del Verde como precandidato a la presidencia. Al interior de ellos ya se marcaron dos fuertes tendencias una pro- “Pacto Histórico” y otra pro centro derechas, el Polo Democrático se escindió en una vertiente de izquierda moderada que entra a “Pacto Histórico” y otra Maoísta nacionalista que logra personería jurídica como “Dignidad”, el partido de Robledo. Es sobre todo anti-Petrista, no hay duda de que prefiere unirse a Uribismo con tal de impedir que él gane (idéntica postura a la de Fajardo, emotiva, no ética ni de principios)
En tanto los llamados “centro” están configurando una agrupación multicolor, desde la derecha a la izquierda no próxima a Petro que denominan “Coalición de la Esperanza” recogen ex partido de la U, Cambio Radical, la familia Galán (cambio radical y Liberal) Los verdes, Dignidad, Fajardo.
Tanto “Coalición de la Esperanza” como “Pacto Histórico” han planteado unidad, los primeros vetando a Petro los segundos sin aceptar ni vetar a nadie. Pero todo parece indicar que la lucha de egos y lecturas diferentes de coyuntura, válida desde cada punto de vista, los lleva a primarias con la opción de respaldar al ganador de las dos agrupaciones.
Fase III
La realidad compleja, centrada en la pandemia y desestructuración del modelo neoliberal de fundamentalismo de mercados, la expansión de la pobreza, precarización de las clases medias y alta concentración de riqueza en las élites banqueras, ganaderas, constructoras, palmicultores, y demás que son beneficiarios del lavado de dólares del narcotráfico y la prelación de las políticas públicas del modelo Uribista de concentración de poderes y riqueza a partir de inestabilidad y violencia. (Modelo de inestabilidad dinámica que facilita la corrupción, justifica la mediocridad administrativa y permite culpar a las izquierdas de todo) lleva a que la sociedad nacional e internacional espere lo mejor de los mejores dirigentes, es allí en contexto global dónde se opacan todos los aspirantes del centro y se hace reconocible como visionario de medio ambiente y sostenibilidad el candidato de Pacto Histórico, sus opiniones bien estructuradas y manejo de contextos le dan reconocimiento global.
Ello debilita la insidia de los medios de comunicación del empresariado afecto y manipulador del gobierno Uribista, fortalece su imagen de dirigente con capacidades de asumir la presidencia en el peor momento de la historia republicana donde el desgobierno sumergió a la sociedad en pobreza, desesperanza y repudio al régimen.
Hay un inconformismo que sólo es frenado por las políticas asistencialistas que limosnean a los más pobres con pírricos subsidios y venta de falsa publicidad de generosidad del partido de gobierno.
Ante el desgobierno se desprenden personas de los partidos de derecha que tienen mente amplia y criterio de selección, entienden que sucumbió el modelo y se requiere una transición a economía verde, circular, sostenible, un modelo productivo, soportado en equidad, ética pública, eficiencia gerencial pública y privada, justicia eficiente e imparcial, contrapoderes fuertes, consultas directas a ciudadanías; la tercera fase es de recomposición del espectro, debilitamiento del “Coalición de la Esperanza” y capilaridad hacia el “Pacto Histórico”. Un programa de largo aliento, que trascienda el próximo y tres o cuatro subsiguientes gobiernos, que cambia el paradigma de desarrollo actual por uno construido por consensos sociales, regionales, étnicos, de género, de minorías, de civilidad diversa y actuante.
Llegar a ello demanda hacer mayorías congresionales, la consigna es “Sanción social a los partidos de la corrupción y mediocridad” elección de candidatos de altas calidades humanas, profesionales y éticas de las listas alternativas
Cambiando el congreso se podrá cambiar el estado de cosas que nos agobian, si no lo logramos no vale importancia la presidencia, una elección de alguno de los candidatos de la Esperanza o del Pacto histórico sin mayorías en el parlamento, sin programa conjunto de acuerdo de unidad, es una presidencia inviable, desgastante y de frustración nacional.
César Augusto Torres López
Foto tomada de: https://partido-up.org/
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