Para iniciar, es preciso anotar que los resultados de primera vuelta mostraron que los tres candidatos de centro izquierda (Fajardo, Pedro, De la Calle) sumaron 9. 820.000, es decir, el 51 % del electorado no apoyó a los candidatos del establecimiento representados por Vargas Lleras e Iván Duque.
Las estrategias planteadas por el espectro político de la centro izquierda para estas elecciones presidenciales, fueron dos: Una encabezada por Coalición Colombia, en la vocería de Sergio Fajardo, que planteaba que la manera de que una fuerza alternativa llegara al poder, era posicionándose en un centro político, capaz de atraer electores de la izquierda, para eso tenía sentido el acuerdo con Jorge Robledo, y electores de la derecha que históricamente le han votado a Fajardo en Antioquia. Este centro, como el Macron francés, pasaría a la segunda vuelta y subordinaría a los votantes de la izquierda, quienes votarían por Fajardo inobjetablemente, en contra del candidato de la derecha.
Esta coalición contaba con la premisa compartida por varios líderes de opinión de que finalizado el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, se requería un gobierno de transición moderado, que permitiera una apertura democrática. El repertorio discursivo de esta coalición fue la lucha contra la corrupción y el clientelismo, sintetizado en la frase “el que paga para llegar, llega para robar”, y de otro lado, la necesidad de que Colombia entrara en un proceso de reconciliación que implicaba la “no polarización”. En este sentido, la táctica discursiva de las dos últimas semanas previas a la segunda vuelta, fue mostrar la inconveniencia de que el país entrara en una confrontación entre Uribe y Petro, generando una equivalencia entre estos dos proyectos políticos, calificados de extremos, con una lectura política psicologísta que apelaba a equiparar el caudillismo de Petro y un rasgo de narcisista que le atribuían, con el proyecto del régimen latifundista, con vínculos con la parapolítica y Odebrecth, no afecto al proceso de paz con las FARC y el ELN, encarnado por Uribe y representado por Duque en esta contienda electoral. Esta perspectiva fue exacerbada en las semanas previas a la segunda vuelta, por un conjunto de líderes de opinión , que se sumaron en coro en generar una matriz de opinión, en donde se apelaba al discurso del uribismo para generar miedo a Petro, agudizando los temores alrededor de las supuestas expropiaciones que este generaría en un gobierno, su cercanía con el régimen de Chávez y Maduro, y su supuesto carácter dictatorial, sumado a que si este pasaba a la segunda vuelta sería derrotado por el Uribismo. Fue este discurso, el que le dió una enorme ventaja a Sergio Fajardo, que logró remontar en los últimos días a 4. 589. 696, cifra que por un estrecho margen, no le alcanzó para pasar a segunda vuelta. También contribuyó a esta remontada los esfuerzos hechos por esta campaña por precisar los contenidos programáticos de la misma, que en los meses anteriores habían sido bastante gaseosos y erráticos.
Del otro lado, estaba la estrategia de Colombia Humana representada por Gustavo Petro, que consistía en promover una coalición de Centro Izquierda, que implicaba que mediante una consulta entre las distintas fuerzas alternativas y de la paz, se eligiera un candidato único. Esta coalición comprendía la participación de Sergio Fajardo, Humberto de la Calle, Clara López, Carlos Caicedo y él, como precandidatos presidenciales, y debería contar con un acuerdo programático, un acuerdo sobre lo fundamental. Esta propuesta se frustró ante la negativa de Sergio Fajardo y Humberto de la Calle, de asistir a la consulta en el marco de las elecciones parlamentarias, y el timonazo de último momento de Clara López, quien decidió ir como fórmula vicepresidencial de De la Calle.
Ante la negativa, Gustavo Petro fue a la consulta con Carlos Caicedo, y emprendió una campaña de masas, de convocatoria en plaza pública, cuyo repertorio discursivo estaba centrado en una perspectiva anticorrupción, que él logra capitalizar de la Coalición Colombia soportado en el hecho, de que en su carrera parlamentaria fue uno de los grandes denunciantes de la parapolítica y de hechos de corrupción. Pero a esto adiciona una agenda política antiestablecimiento que plantea la gratuidad para el acceso a la educación superior, la eliminación de la intermediación financiera en salud de las EPS, el debate sobre las energías limpias, la oposición al fracking como medida de protección de los recursos acuíferos, la generación de una banca pública para otorgar crédito popular, la gravación de impuestos a los grandes capitales para financiar la política social, y la transición hacia un modelo agroindustrial en desmedro de uno extractivista. Esta agenda marcó el debate programático de la contienda electoral, hasta el punto que los demás candidatos fueron incorporando con sus matices estos temas. En medio de una matriz de opinión que le era completamente adversa por el empañamiento del debate que generó el uribismo, invocando los miedos a que Colombia se volviera Venezuela, y a que se presentara un dictadura con Petro, postura que paradójicamente era reforzada por el centro Político, Petro por un estrecho margen respecto a Fajardo, pasó a la segunda vuelta con 4. 851. 254 sufragios. Lo que implica que el pulso entre centro e izquierda por pasar a la segunda vuelta, lo ganó la izquierda, en medio de un escenario político y mediático completamente adverso.
La Segunda Vuelta
La Colombia Humana con Gustavo Petro, llegó a la segunda vuelta con una desventaja de 2.718.439 de votos frente a su contendor Iván Duque, y con un espectro político de centro izquierda dividido. Para ganar debía lograr conquistar al menos el 80% del electorado de Sergio Fajardo y un porcentaje de abstencionistas. Del lado del candidato de Duque, sin ambages, se presentó el alinderamiento de toda la clase política tradicional, el régimen propiamente dicho, con sus expresiones gremiales, económicas y mediáticas.
De lado de la centro izquierda, Sergio Fajardo, Humberto de la Calle y Jorge Robledo, anunciaban su voto en blanco, manteniendo el discurso antipolarización y profundizando, lo que Francisco Gutierrez denominó, una falsa equivalencia entre los proyectos políticos de Gustavo Petro e Iván Duque, con esta decisión rechazaron la propuesta de cogobierno y búsqueda de un acuerdo sobre lo fundamental y defensa de la paz que les había propuesto Gustavo Petro para promover la unidad. Una semana antes, Antanas Mockus y Claudia López de la Coalición Colombia que apoyó a Fajardo, quienes interpretaron de una mejor manera la coyuntura, anunciaron su apoyo a Petro, lo que constituyó un gran impulso sobretodo en Bogotá. No obstante, un sector de opinión importante que se había sumado al repertorio discursivo en primera vuelta, que había impulsado más Claudia López que Mockus, consistente en el reforzamiento del imaginario de que Petro era un extremo igualmente indeseable y antidemocrático como Uribe, se vio maltrecho para reversar en el menor tiempo posible sus posturas e invitar a votar por la propuesta de Colombia Humana.
En este llamado, fue importante el planteamiento de Rodrigo Uprimmy, quien anunció su voto arguyendo que se trata de votar por aquel quien pueda tener mayor de posibilidad de contrapesos en el esquema de división de poderes. Petro no tiene mayorías en el Congreso, no era afecto a las fuerzas militares, ni tiene ascendencia con las altas cortes, por tanto a él era más fácil controlarlo, ejercer mecanismos de contrapeso si se presentaran excesos o rasgos autoritarios en su eventual gobierno. El caso de Duque anunciaba una concentración del poder político con contrapesos débiles, por el peso de Uribe en el Congreso de la República y las mayorías parlamentarias que su coalición de segunda vuelta logró acumular. Esta argumentación prevaleció en varias columnas de opinión de sectores del centro, que invitaban a un voto “por lo menos peor”. No obstante, algunos formadores de opinión, no fueron capaz de reversar, rectificar y se quedaron en el voto en blanco o en el abstencionismo. El resultado final es que se calcula que de la votación del centro político se sumaron a Gustavo Petro 3,2 millones, 1,4 millones para Duque y 400 mil para el voto en blanco (1).
Es de resaltar que si bien el tema del proceso de paz no fue relevante en las encuestas de opinión para la decisión del voto de la ciudadanía, en el fondo era esto lo que estaba en juego. Los resultados muestran que en primera vuelta las fuerzas de la paz estuvieron en mayoría respecto a las fuerzas de la continuidad de la guerra. No obstante, en las dos semanas de segunda vuelta no se alcanza a posicionar esta dicotomía, y el debate siguió girando sobre la nutrida agenda medioambiental, social, energética que elaboró Colombia Humana con Gustavo Petro, y sobre la división de poderes y la instalación de un gobierno dictatorial o no, remanentes del discurso posicionado por el uribismo denominado “El Castrochavismo” sintetizado en la frase “Colombia se va a volver como Venezuela”.
¿Qué Sigue?
Es claro que lo que prevaleció en este proceso electoral fue la estrategia del Centro Político, que se impone ante la propuesta de convergencia de centro izquierda, solo con la negación de participar de la misma. El resultado es la ratificación de lo que se ha observado en América Latina y el mundo, cuando la izquierda y el centro se dividen, gana la derecha. El caso que precedió al colombiano fue el Chileno en las elecciones presidenciales de 2017, en donde el paso a la segunda vuelta estuvo dado por el candidato oficialista del centro Alejandro Guillier Álvarez de la Fuerza la Mayoría, y el candidato de la derecha, el ex presidente Sebastián Piñera de Chile Vamos, la tercera fuerza política, la encabezó Beatriz Sánchez del movimiento de izquierda frente amplio. Lo que ocurrió es que se presentó una ambivalencia en el apoyo de la izquierda al centro y el triunfo lo obtuvo Sebastián Piñera, quien logra aglutinar las fuerzas de la derecha. Allí también jugó un papel importante el discurso sobre la venezolanización del país, discurso acotado por la derecha latinoamericana para contener los proyectos políticos alternativos, un nuevo credo anticomunista posguerra fría, que erigen para infundir miedo y mantenerse en el poder. Así se podrían citar una serie de casos que muestran este patrón de comportamiento electoral.
Tenemos el reto de afrontar las elecciones regionales del próximo año, esto supone no repetir los yerros cometidos. La coalición de la segunda vuelta presidencial fue la que logró aglutinar un número mayor de votos y convergencias; por sus resultados, podría asegurar un triunfo en la capital del país, y disputar con posibilidad de ganar trece capitales en el territorio nacional y varias gobernaciones departamentales. Los ocho millones de votos obtenidos muestran un avance en la cultura política del país, una ciudadanía libre e informada que no sucumbió ante la ausencia de pluralismo informativo de la prensa, gran derrotada en estos comicios por la evidencia palpable de su parcialidad y su correspondencia periodística con los intereses de los dueños de los medios, en menoscabo del interés público ciudadano. El centro y la izquierda tienen una fuerza real que desde el 2006 rondaba el 30% del electorado, y hoy supera el 40%. Esto da cuenta de un crecimiento sostenido. Ahora tendrá que avanzar en la consulta anticorrupción, en desarrollar una oposición inteligente y construir poder regional. Pero para avanzar se requiere asegurar unas candidaturas de unidad entre el centro y la izquierda y lo propio para garantizar que concurran a la Consulta Anticorrupción los 12.5 millones de ciudadanos que se requieren para que ella sea aprobada.
Carolina Corcho Mejía
Médica Psiquiatra, integrante de la Corporación Latinoamericana Sur.
Foto tomada de https://www.nodal.am/2013/10/bipartidismo-por-edmundo-orellana/
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