A los votantes les atrae la elección de sus alcaldes y gobernadores, aunque el sentido de su orientación ideológica y cultural varía según las necesidades de la coyuntura y el desgaste que experimentan en el ejercicio del poder los mandatarios locales y regionales. Ellos quedan rodeados de una legitimidad que se vuelve volátil por la ausencia de partidos o movimientos bien implantados que garanticen un proyecto duradero y la formación de dirigentes en esa misma perspectiva.
No hay que olvidar el hecho de que la elección de alcaldes y gobernadores ha coincidido en los últimos 7 lustros con la aparición del voto independiente en una democracia que siempre estuvo encorsetada por dos partidos decimonónicos y en buena medida patrimonialistas, cuyo fraccionamiento se tradujo por cierto en un multipartidismo sin control.
Orden político territorial
En este orden se ha levantado, como sistema partidista, una coexistencia entre dos fenómenos, el de los movimientos coyunturales de opinión y el de las coaliciones conformadas, según cada oportunidad, por los viejos aparatos partidistas, ahora sobrevivientes de modo fragmentario, aparte de que se convierten en la propiedad de un líder personalista o de un empresario electoral.
Han coexistido, es cierto, pero también se han alternado en una línea ondulante de influencias, de ganancias y pérdidas, de sumas y restas, de donde han emanado hechos políticos, como los encarnados por figuras llamativas, no vinculadas a la política tradicional, plasmadas en discursos novedosos, algo que ha sucedido teniendo impacto en las grandes ciudades, aquellas en las que el voto urbano independiente se ha manifestado con fuerza, sin que por otro lado haya eliminado al voto de identidad partidista, clientelista a menudo y que ha mantenido su capacidad de resistencia como los fantasmas del pasado.
Hace más de 20 años se levantó como una oleada sorprendente el voto de opinión, sin disciplina partidaria , sin lealtades primarias, además pegado a candidatos independientes y por cierto alternativos frente a candidatos del conservadurismo político.
De esa manera, irrumpieron los fenómenos de Antanas Mockus en Bogotà y del cura Hoyos en Barranquilla. Posteriormente, la onda cubrió a Cali y por último a Medellín, aunque con mayor dificultad y sin tanta claridad en lo que concierne a la independencia de la opción ganadora.
Divorcio entre el voto urbano y la izquierda?
En Barranquilla, la contaminación del que fuera nuevo poder con los vicios y latrocinios de las viejas castas corruptas echó a perder el ensayo de renovación y terminó por lanzar la política en brazos de los opositores, un clan económico- familiar.
En Cali y Medellín, más recientemente, los errores de los alcaldes que se han postulado como figuras independientes, pero incapaces de sobrellevar coyunturas críticas, han arrastrado al descrédito la opción progresista y despejado el campo para opciones conservadoras ligadas al establishment.
Bogotá ( 3 millones 200 mil votos efectivos) ha sido la única de las grandes ciudades que ha mantenido viva la presencia de un electorado de opinión, capaz además de escoger candidatos relativamente independientes y razonablemente modernos. Sobre todo, unió en su momento, el voto independiente con opciones de izquierda como fueron los casos de Lucho Garzón y del propio Gustavo Petro.
Por lo visto en las elecciones territoriales que acaban de pasar, en Cali, Medellín y Barranquilla, está cancelada por lo pronto esa salida en la que el electorado de opinión apoya proyectos que a la vez sean independientes y progresistas; al parecer, un punto de inflexión en las tendencias del voto urbano en el largo o mediano plazo.
En Bogotá entró a un paréntesis la votación independiente identificada con la izquierda como opción ganadora. Se mantuvo, sin embargo, esa asociación del voto de opinión ( y en qué volumen) dentro de una línea de centro con Carlos Fernando Galán, después de Claudia López.
Todo lo cual alza el interrogante en el sentido de si habrá posibilidad en el inmediato futuro para que una izquierda seria, moderna e innovadora se sintonice con ese electorado de opinión.
Ricardo García Duarte
Foto tomada de: El País
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