En los últimos años se han realizado numerosas manifestaciones en República Dominicana, en los barrios populares, las zonas rurales y el centro de las ciudades. Las demandas que las originaron fueron variadas: la lucha por acceso a la nacionalidad de dominicanos de ascendencia haitiana; la exigencia de educación gratuita y de calidad, y la inversión de 4% del PIB en educación; el rechazo a la corrupción (marcha verde); la protesta contra la contaminación de las empresas mineras; demandas de acceso a servicios básicos y de calidad, como agua potable y electricidad; y por el cese a la militarización y los asesinatos perpetrados por parte de la policía contra la población. Estas manifestaciones de protesta han ocupado las calles y las portadas de medios de comunicación y han comprometido a miles de personas.
Son luchas que están permanentemente en la vida de la gente común, esa misma que en medio de la pandemia de covid-19 se manifestó con un sinnúmero de protestas en 2020 y protagonizó el grito de los barrios por las medidas del toque de queda y la violencia de parte del Estado que desencadenó. Pero una de las luchas que articulan al feminismo hoy es la denominada lucha de las «tres causales»: en sentido estricto, este movimiento refiere a la despenalización del aborto en casos de riesgo de vida de la mujer, violación o inviabilidad del feto frente a una anacrónica ley que prohíbe abortar en cualquier caso, pero expresa en verdad una lucha más amplia de las mujeres dominicanas. En febrero de 2023, el Senado dominicano aprobó un nuevo Código Penal (que ahora debe ser votado por la Cámara de Diputados) que no contiene ninguna de estas tres causales y establece penas de prisión para las mujeres que aborten, incluso en esas circunstancias.
Johanna Agustín Federico, una mujer negra, bateyera, feminista y antirracista, que forma parte de Mujeres Sociopolíticas Mama Tingo, organización con sede en la comunidad de Villa Mella e integrada en su mayoría por mujeres de barrios de la zona norte de Santo Domingo, expresa: «Anhelamos que todos los movimientos sociales trabajen desde una perspectiva antirracista, anticapitalista, no podemos obviar que nuestros procesos históricos han estado atravesados por el racismo estructural y la violencia capitalista, entonces si no somos capaces de articularnos desde la lucha antirracista y anticapitalista estaremos lejos de lograr la justicia social y la dignidad de la gente». Con una sonrisa en el rostro, prosigue: «es como eso de que ‘Las causales van’, yo sentía que era parte de esa lucha y que logrando las causales, las mujeres seríamos libres, pero llegar a la reflexión en que me encuentro hoy fue gracias a conocer el feminismo negro-antirracista, ver mi comunidad, mi batey, y entender que las causales no van a resolver el problema, entonces, mi sentir es que, hasta que la lucha no sea para dignificar las vidas de las mujeres negras, racializadas, les trans y migrantes, las que están en situación de vulnerabilidad en esta sociedad, la verdad no estamos en na’, entiendo que al final se seguirá beneficiando el grupo que tiene la voz cantante en el movimiento».
La votación del Senado ocurrió en la víspera de las conmemoraciones del 8 de marzo, cuando las calles de la zona colonial de Santo Domingo estuvieron marcadas por un taponamiento y una algarabía inusual: aquella tarde, el centro histórico de Santo Domingo y sectores aledaños se vieron tomados por la marcha por el Día Internacional de la Mujer; con consignas y un comunicado que recogió las diferentes demandas de los sectores, las mujeres de verde marcharon por las calles adoquinadas de la zona.
«Este año hubo más espacio a nuevas personas, con diferentes concepciones del feminismo, en esta manifestación gente de diferentes edades, diferentes luchas políticas participaron, además tomamos el espacio físico que los grupos antiderechos están ocupando», dice Cibeles Sánchez, que fue parte de la organización de la marcha. La activista formó parte también del grupo de mujeres que el 12 de octubre de 2022 conmemoró, junto con la organización Acción Afro-Dominicana y otras organizaciones, la Jornada Anticolonial en el parque Colón de la zona colonial, donde fueron agredidas por grupos de extrema derecha. Los medios de comunicación reseñaron en su momento esta acción: «Con palos y pancartas y vociferando ‘vete a hacerlo para Haití, fuera, fuera de aquí”», los grupos nacionalistas agredieron a las manifestantes, mientras los miembros de la Policía Nacional les pedían a las mujeres que se marcharan. No hay que olvidar que las autoridades dominicanas han desprovisto masivamente a personas de ascendencia haitiana de ciudadanía, además de promover un imaginario nacional en el que lo dominicano se construye en contraste con lo haitiano (Haití comparte con República Dominicana la misma isla), en el que los «negros» siempre son «haitianos». «Encuestas recientes han demostrado que los dominicanos son aproximadamente 82% afrodescendientes, pero la mayoría de los dominicanos no se identifican como negros», afirma Ruth Pion, investigadora social y miembro de la Junta de Prietas en un reportaje en la revista The Nation. «Eso es una herencia del colonialismo. Nos han enseñado a no suscribir nuestra negritud y a verla como una amenaza o un estorbo».
En República Dominicana han proliferado y se han cohesionado en los últimos años grupos que intentan perpetuar la narrativa hispanófila, con discursos que violentan derechos fundamentales de las personas negras, migrantes, de las diversidades sexuales; estos grupos ultraconservadores han tomado lugares céntricos, emblemáticos para hacer sus manifestaciones, y el 12 de octubre agredieron a las activistas antirracistas en la zona colonial, ante el silencio de la sociedad.
Estas agresiones trascienden las conmemoraciones y marcan la vida diaria de las mujeres que trabajan contra el racismo; mujeres negras, dominicanas de ascendencia haitiana, desnacionalizadas; colectivos en solidaridad con la población migrante haitiana, gente que denuncia la violencia racista… en todos los casos sufren amenazas de manera constante y sostenida. Mujeres negras, militantes, de barrios, que muchas veces llaman a la solidaridad de un movimiento feminista que no las ve como parte de su agenda.
En 2021, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresó su «preocupación por las denuncias de expulsiones de mujeres embarazadas, principalmente de origen o ascendencia haitiana, desde República Dominicana». En ese sentido, urgió al Estado a «respetar el principio de no devolución y asegurar la protección efectiva de la población en movilidad humana; particularmente acceso a servicios de salud, independiente de la situación migratoria».
Fátima González se identifica como una mujer negra, fronteriza, parte del feminismo antirracista, y se expresa de esta manera: «El movimiento feminista hegemónico no nos representa como mujeres negras, de barrios, campesinas, migrantes; estar en ese movimiento es cambiar toda tu forma de vida, cuando todas tenemos que estar en otra cosa, como por ejemplo sobrevivir. La diferencia del movimiento antirracista y las feministas hegemónicas está en la necesidad que tenemos nosotras las que vivimos y luchamos contra el racismo, de sobrevivir, cotidianamente resistir a la violencia racista».
Los grupos feministas han estado por años embarcados en las labores por la despenalización del aborto en tres causales, ocupando su agenda con acciones que van desde plantones, conciertos, campamentos, diversas actividades para llamar la atención de legisladores y legisladoras y los gobiernos de turno para la despenalización. «Las preocupaciones del movimiento feminista hegemónico están vinculadas al feminismo mainstream, se interesan solo por algunos temas e imaginan un feminismo único donde la mujer es el sujeto universal; temas como la intervención minera en las comunidades rurales, la intervención policial en los barrios, están ausentes. El hecho de que el grupo de feministas pudiera hacer su manifestación en el mismo lugar donde ocurrió la acción violenta del 12 de octubre da cuenta de la diferenciación entre unas y otres», expresa Ruth Pion.
En nuestra sociedad se reconoce el movimiento feminista como las que «quieren el aborto». «En mi comunidad las mujeres siempre han abortado -dice Johanna Agustín-, pienso que hay otras vainas más duras que atentan contra nuestra existencia, como por ejemplo el no poder acceder a servicios de atención primaria en salud y a un montón de cosas que nos permitirían al menos tener una vida digna».
Las mujeres de grupos antirracistas identifican desde sus acciones una apuesta para construir un movimiento en el ámbito de toda la isla y el Caribe que luche contra este sistema capitalista, colonial, racista, que en la realidad se traduce en violencia, marginación, exclusión y muerte para las personas racializadas y empobrecidas por este sistema.
«Nosotras como colectivos apostamos a la construcción de narrativas antirracistas comunitarias que nos ayuden a avanzar hacia la lucha popular donde las mujeres y las niñas negras y la vida sean el centro, que a través de acciones de resistencia rompan con las dinámicas del sistema capitalista, colonial y racista», resumió Johanna Agustín.
Alicia Méndez Medina
Fuente: https://nuso.org/articulo/mujeres-republica-dominicana/
Foto tomada: https://nuso.org/articulo/mujeres-republica-dominicana/
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