Es un testimonio que revela las injusticias que causó ese éxodo… ‘porque la huida abrupta de millares de colombianos y colombianas para proteger la vida rompió familias, liderazgos y sueños de vida’, nos dice esta colombiana vinculada toda su vida a una labor pedagógica y social, aportando bases conceptuales y técnicas a la Educación Popular, contribuyendo al fortalecimiento de las organizaciones comunitarias y de mujeres, y promoviendo el conocimiento de los Derechos Humanos y la defensa de la Paz (1).
Más no por ser una narrativa testimonial, escrita con el talante humano y afectuoso que caracteriza a María Tila, el libro deja de ser un texto de análisis, de acercamiento a contextos históricos, de apuntes sobre el comportamiento de las personas, todo lo cual capta la atención de lector, capítulo tras capítulo, hasta su regreso a Colombia en el gobierno de Belisario Betancur. La recuperación de la memoria debe ser obligación de los Estados, pero igualmente debe ser un compromiso de toda la sociedad para entender mejor el presente y para conocimiento de las generaciones futuras, es parte de su reflexión.
En el primer capítulo, la autora describe los antecedentes de su exilio. Comienza por el proyecto alfabetizador que realizaba en zonas rurales de Antioquia con las hermanas Lauritas, que llevó a su captura por la Justicia Penal Militar. Nos cuenta así mismo el delirante consejo verbal de guerra al que compareció con otras veinte personas, entre ellas su esposo e hijo mayor, quienes a su vez vivieron el exilio por caminos diferentes. Evoca igualmente el mosaico de una familia, la suya, activa en las causas sociales por varias generaciones; sus dos hijas, el hijo menor y los demás parientes también sufrieron las consecuencias de lo sucedido en aquellos años. Y se refiere al amplio apoyo recibido por parte de diferentes comités y de mucha gente en ese exigente pasaje de la vida.
En el segundo capítulo, María Tila relata acontecimientos, procesos y circunstancias del exilio que conoció y vivió en Caracas como solicitante de asilo político. Ello le permitió conocer otra faceta desde lo humano: la solidaridad en todos sus aspectos. Nos cuenta su paso por Panamá, en momentos en que la palabra ‘soberanía’ era común en el vocabulario popular; se había firmado en 1977 el tratado Torrijos-Carter que puso fin al enclave colonial estadounidense y devolvía el control completo del Canal de Panamá.
La tercera y cuarta partes del libro están dedicadas al trabajo adelantado en Europa por invitación de Amnistía Internacional, el cual realizó con el apoyo de comités de colombianos de varias ciudades, ante el Parlamento Europeo y otras instituciones, en foros y encuentros con público diverso, entre otras iniciativas, contribuyendo a que se conociera la penosa situación de los derechos humanos que atravesaba Colombia en ese momento y para conseguir la solidaridad de distintos sectores.
Recordemos que Colombia vivía bajo Estado de Sitio de manera casi permanente y cuando Turbay Ayala llega al poder, lo acompaña lo más conservador del estamento militar, al punto que en un consejo verbal de guerra a civiles, el fiscal militar llegó a decir: ‘Es preferible condenar a un inocente que absolver a un culpable’. Corrían los aires de la ‘guerra fría’ en el contexto internacional y en nuestro país los militares y sectores de las élites se montaban en la narrativa del ‘enemigo interno’. Se hablaba entonces de la Doctrina de la Seguridad Nacional para enfrentar esa amenaza. El resultado fue el Estatuto de Seguridad, que contemplaba un paquete de medidas que coartaban las libertades individuales y los derechos ciudadanos, y facultaba a los militares a juzgar a los civiles.
Sin embargo, la sociedad comenzó a reaccionar por la defensa de los derechos humanos. Los sectores democráticos dieron la pelea contra lo que se implantó a la sombra de dicho Estatuto de Seguridad: la práctica de torturas a los civiles detenidos, acusados de delitos contra el orden público. Y frente a lo que más adelante se convertiría en una tragedia nacional: las desapariciones forzadas. Así sucedió con Omaira Montoya, detenida en Barranquilla cuando participaba en el Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977, el primer caso registrado por el Centro Nacional de Memoria.
Reaccionan entonces no solo los sectores de izquierda y las centrales sindicales, también grupos de liberales y de conservadores, la Curía, ciertos medios de comunicación y otros actores que levantan su voz de rechazo. Se realizan foros y movilizaciones en todo el país por los derechos humanos y crecen las denuncias y los pronunciamientos internacionales. Es en ese marco que el periplo de María Tila en Europa cobró todo su sentido e importancia.
El quinto capítulo corresponde a la etapa final del exilio, cuando María Tila se traslada a Nicaragua en donde logra reunirse con sus hijas y su esposo, su compañero de vida, fallecido hace dos años, a quien le dedica el libro. En este país participa en la campaña nacional de alfabetización del Vice Ministerio de Educación de Adultos, aportando su metodología, inspirada en la escuela de Freire, que ella llama ‘El tendero pedagógico´. Sus experiencias y su compromiso entusiasta con la causa sandinista en aquel primer período, como también sus decepciones respecto a un proceso que fue tomando giros, quedaron consignadas.
Al día de hoy, María Tila ha elaborado y editado 18 Cartillas de Alfabetización de Adultos y Guías para maestros populares. En París, 1989, fue becaria del Comité Católico contra el hambre y por el desarrollo (CCFD), para participar en proyectos de alfabetización de la UNESCO para inmigrantes africanos. Cofundadora del Centro de Estudios e Investigaciones del Trabajo (Cestra) en 1985 y directora de 2002 a 2017; entidad que obtuvo logros significativos en la lucha contra la ignorancia y la exclusión, en alianza con HelpAge, el Instituto de Paz de Washington y otras organizaciones de derechos humanos. Posteriormente fue asesora del programa ‘Personas Mayores’ de la Alcaldía de Bogotá y del programa ‘Personas Mayores Víctimas del conflicto armado’ de la Unidad de Víctimas.
‘Ojalá los jóvenes, a quienes dedico especialmente este relato, indaguen sobre la verdad histórica del exilio colombiano y cuando lean lo que fueron nuestras debilidades y errores, piensen también que ya hoy, cuarenta y más años después, empiezan a librarse de los sombríos y funestos tiempos colombianos’, escribe María Tila.
Por último, el libro trae dos breves anexos, el primero transcribe una síntesis de la entrevista de la Comisión de la Verdad a su hijo mayor en febrero de 2020 (2). El segundo, reproduce un texto enviado por el Comité de Derechos Humanos de Londres. ‘Sin pretensiones de historiadora, María Tila nos presenta una ventana honesta y sencilla al pasado reciente de Colombia, pero su relato es ante todo un llamado de esperanza hacia el futuro’, cierra la contra carátula del libro. Son 240 páginas, con fotografías y pinturas, que invito a leer (3).
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(1) https://mujeresconfiar.com/maria-tila-uribe/ María Tila es hija de Tomás Uribe Márquez y Enriqueta Jiménez Gaitán. Casada con Francisco José Trujillo. Hijos: Mauricio, Esperanza, María del Pilar y Francisco.
Libros de su autoría:
– Los años escondidos – sueños y rebeldías en la década de los años Veinte. Cuatro ediciones.
– Huellas del tiempo, dignidad y autonomía: Orión Editores Bogotá, 2014. HelpAge.
– Les regalamos el minuto que falta: Masacre de las bananeras. Punto de encuentro editorial, 2019.
Libros compartidos:
– Desde adentro, Editado por el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, 1985. Bogotá.
– La Colombie derrière les barreau, L’Harmattan, 1990. París.
– Ojalá nos alcance la vida, Centro Nacional de Memoria Histórica, 2017.
– You Can’t drrown the fire, Latin American Women, 1989. Alicia Paternoy, Washington y Londres.
(2) Una historia para la paz: https://agoradeldomingo.com/una-historia-para-la-paz-anos-70-y-80/
(3) Se puede adquirir en: Librería Torre de Babel, Carrera 8 #16-14, Bogotá. WhatsApp y celular 3212393964.
Mauricio Trujillo Uribe, En X: @maurotrujillo21
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