De las primeras dinámicas que coadyuvaron al alargamiento de las hostilidades internas, huelga recordar los aspectos geográficos (zonas selváticas y terrenos escarpados), la debilidad manifiesta de las Fuerzas Militares, en particular del Ejército y la falta de cooperación de las otras fuerzas. Estas dos últimas circunstancias subsanadas a finales de los años 90, con el Plan Colombia y el cambio en la estrategia militar. Y por supuesto, la conversión de las guerrillas en organizaciones “familiares” y la penetración del narcotráfico en sus estructuras, que terminó en cambios misionales en varios frentes tanto de las Farc, como del ELN. De los intereses políticos y económicos me ocuparé a partir de este momento.
Alargar la permanencia de la guerra irregular colombiana hace parte de una estrategia muy bien pensada entre clase dirigente, empresarial, militares y particulares <<Señores de la Guerra>>. Los objetivos son claros: 1. Garantizar el desplazamiento forzado de campesinos, indígenas y afros y el consecuente abandono de sus tierras. 2. Ganaderos, latifundistas y otros empresarios del campo buscan concentrar más tierra por desposesión. 3. Aprovechar las circunstancias para acaparar baldíos, con la ayuda de los uniformados. 4. Ganarle espacio a los ecosistemas selváticos, y de esa manera potrerizar e imponer una idea de modernidad en territorios que históricamente han hecho parte de la periferia. 5. Consolidar la idea de que mientras existan guerrillas o la “amenaza terrorista”, el país no podrá avanzar. 6. Aprovechar esas circunstancias para esconder el real problema de Colombia: la corrupción pública y privada.
En términos políticos, el conflicto armado interno también sirvió para que los militares asumieran liderazgos y un papel protagónico que les daría el suficiente poder para decidir, con enorme discrecionalidad, sobre el gasto militar, a pesar de la imposición constitucional de ser dirigidos por ministros de la Defensa civiles. Así entonces, la guerra interna se convirtió para los militares troperos y los <<Señores de la Guerra>> (hacendados, terratenientes, ganaderos, empresas agroindustriales, multinacionales y fabricantes de armas) en un factor de presión política. De esa presión se derivan acciones como la exigencia de comprar pertrechos y material de guerra (aviones, tanques, uniformes). Es decir, la compra, cada cierto tiempo, de equipo militar para las Fuerzas Militares, constituye una forma de extorsión al Ejecutivo, encubierta por una supuesta y real necesidad del Estado de proteger su territorio, frente a las amenazas de países vecinos como Venezuela.
Más claro: los <<Señores de la Guerra>> y las Cúpulas Militares, con la participación siempre interesada de los ministros de la Defensa, cambiaron la prohibición constitucional de deliberar y votar, por la libertad de presionar políticamente a los Gobiernos para mantener el manejo discrecional del gasto militar, de lo que derivan exigencias de actualizar, de cuando en cuando, el armamento ante un eventual ataque externo.
Al ser la guerra y el narcotráfico dos grandes negocios de índole mundial, los agentes de poder económico y político locales, involucrados e interesados en la extensión en el tiempo del conflicto armado interno colombiano, continuarán poniendo en la Casa de Nariño a quien les garantice mantener, de un lado, la extensión de las <<condiciones objetivas que legitimaron el levantamiento armado en los años 60>> y del otro, insistir en luchar contra el narcotráfico, para proteger las ganancias de las redes institucionales y para institucionales que ayudan con el lavado de activos. Y por esa misma vía, se asegura la injerencia política, económica y militar de los Estados Unidos en esta parte de su patio trasero.
El reciente anuncio del gobierno de Duque Márquez de comprar aviones por un valor de 14 billones de pesos, obedece a presiones de los militares y de los <<Señores de la Guerra>> nacionales e internacionales. Poco importan las necesidades apremiantes de millones de colombianos que hoy sufren las consecuencias de la pandemia. Primero lo primero, gritan desde la Casa de Nariño.
Germán Ayala Osorio, Comunicador Social- Periodista y Politólogo
Foto tomada de: https://www.eltiempo.com/
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