Para comprender esa paradoja, el pensamiento crítico tiene que reactivarse y colocarse al servicio de la izquierda, haciendo las lecturas correctas del período político actual a escala mundial y que ayudan a la izquierda a redefinirse y reubicarse. Nunca antes el capitalismo había demostrado tan evidentemente su carácter recesivo, de exclusión social, de promoción de más y más conflictos violentos en el mundo. Sin embargo, la izquierda, salvo casos particulares, no logra valerse de esa situación para promover grandes movilizaciones populares, para formular y conquistar apoyo para proyectos alternativos, antineoliberales y anticapitalistas.
El rol del pensamiento crítico es decisivo en períodos como el actual, por permitir superar las trampas ideológicas y teóricas que la derecha pone y promueve, dificultando la superación de la alienación y dificultando una lectura de la naturaleza real de lo que se vive en el mundo actual. Pero también para comprender los rasgos nuevos del período histórico actual, hacer un balance de los errores cometidos por la ausencia de esa comprensión y proyectarlos.
Nunca antes se planteó la necesidad de que las instituciones del pensamiento crítico asuman orientaciones de compromiso político y teórico claro, de vínculo directo con los movimientos populares -sociales y partidarios-, para contribuir a la construcción o reconstrucción del bloque de fuerzas antineoliberales.
En este período resurgen las tentaciones de la despolitización, del refugio del pensamiento en las trampas del academicismo, del silencio frente a los grandes problemas contemporáneos. Tienden a fortalecerse tendencias burocráticas, incapaces de protagonizar los grandes debates de ideas, se concentran en las acciones administrativas, confundiéndolas con la política, con la defensa de la esfera pública, con la promoción de las teorías que permiten descifrar los enigmas de la realidad.
La burocratización produce y reproduce la mediocridad, la ausencia de ideas, el vacío de la teoría. Nada así permite la comprensión de lo que hay de decisivo, de nuevo, de complejo, en la realidad del mundo contemporáneo.
Porque es una realidad que apunta hacia direcciones distintas, en un período de disputa, en que el futuro está abierto. Todo catastrofismo o burocratismo, pasa a lo largo de lo que hay de fundamental, que sólo el pensamiento crítico puede descifrar.
En el momento en que, procesos de restauración conservadora atacan a la educación pública, a los sindicatos, a los líderes populares, las entidades del pensamiento crítico tienen que estar a la vanguardia de la lucha de defensa de las conquistas logradas, de las entidades que las representan y de los líderes que han conducido ese proceso.
Quedarse quieto cuando la libertad de expresión está en juego, cuando es el pluralismo de ideas, cuando del otro la barricada se busca una “sociedad sin sindicatos”, un movimiento popular sin liderazgos, una educación entregada a intereses privados, es criminal. El que no se juega ahora, con todo, en la defensa de las conquistas logros, de las organizaciones que las representan, en los liderazgos que han conducido esas luchas, no están a la altura de los desafíos del pensamiento crítico y de la decisiva lucha de ideas contemporánea.
Nunca antes las entidades del pensamiento crítico requerían liderazgos políticos e intelectuales fuertes, que no dejen de pronunciarse sobre los grandes temas del mundo actual y, en particular, de América Latina. Se requieren de esos líderes visiones sobre lo que vive el continente, sobre las contribuciones del pensamiento crítico y sobre el rol de las entidades que lo representan. El apoliticismo, la despolitización, son armas de la derecha para intentar neutralizar el potencial transformador del pensamiento crítico.
EMIR SADER: Profesor universitario brasileiro, autor, entre otros, de ‘El nuevo topo – Los caminos de la izquierda latinoamericana’ (Ed. El Viejo Topo).
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