- Los diálogos para salir de conflictos son procesos constantes, no lineales y que demandan de una inversión importante de recursos.
- Los momentos de crisis permiten reflexionar sobre lo qué está ocurriendo en un proceso y la manera en la que se están dando los resultados. De esta forma, en ellos se encuentran dificultades, pero también oportunidades.
- Es mejor dar una mala negociación que una buena guerra. La mayoría de los conflictos armados del mundo se han acabado de forma negociada, así como esta vía, desarrollada de manera correcta, permite reducir las consecuencias de la confrontación, especialmente en las poblaciones civiles.
- Se debe estar en preparación constante ante los diferentes escenarios que se presentan en un diálogo, ya que no hay garantía de que estos vayan a terminar en un resultado positivo.
Estas ideas se consideran la columna vertebral del presente texto, buscando aportar desde ellas hacía posibles acciones para continuar con el proceso de paz.
Los diálogos no son lineales
Los diálogos que se están llevando a cabo con el ELN no son lineales, tienen diversas aristas, son complejos y conllevan en si mismos dificultades por los temas y agendas que se encuentran en discusión. En estos no se puede ser inflexible y es importante ver los limites de la negociación, las conversaciones que se presentan y la manera en llegar a acuerdos.
Al respecto, hay una ventana de oportunidad con el hecho de que confluya el contexto con un gobierno de izquierda como el de Gustavo Petro, el cual dentro de sus banderas tiene la consecución de la paz, con una voluntad probada en el proceso; al tiempo que es la demostración de que en las reglas democráticas colombianas es posible conseguir espacios de cambio social.
No obstante, contrario a lo que esperaba la administración nacional, las conversaciones no tienen tiempo definido, han pasado por diversos momentos de dificultades, han tenido contradicciones y se ha evidenciado que la voluntad por una de las partes no es suficiente para su consecución. Esto se debe enmarcar en la naturaleza de las negociaciones, los estilos diferentes de los grupos en disputa, los intereses del grupo armado, la dificultad para que el nivel central impacte al territorio de la misma manera en la que se negocia, entre otros aspectos.
Esto se complementa con el hecho de que la guerrilla del ELN tiene un status especial en relación con el resto de los grupos armados del país, debido a que es el único grupo que se puede considerar como político, teniendo una herencia cubana, un predominio de la horizontalidad, con amplias diferencias internas (que incluso se ven en las características de sus frentes, dentro de los que está el Comuneros del Sur, con el que se lleva a cabo un proceso paralelo y que ha roto con la dirección de esta guerrilla) y con características religiosas al interior de sus ideales. Este conglomerado lleva a que la negociación tenga características especiales y que sea un proceso diferente al llevado con otras organizaciones como las FARC o el M-19.
Consecuentemente, existen planteamientos que ponen de relieve la dificultad del presente proceso: No se tiene claridad sobre cuál es el punto al que espera llegar el ELN con la negociación, el que el desarme no se hará una vez se logre el acuerdo, el que se irán haciendo las transformaciones que se concuerden, la dificultad de la participación civil al interior del proceso y la imposibilidad de poner condiciones a los actores armados, las dudas sobre las transformaciones en el sistema económico, entre otros.
Asimismo, el que se dé un proceso de negociación demanda el uso de recursos de diverso orden (tangibles e intangibles) para dar condiciones al diálogo. Uno de dichos componentes es el capital político, el cual se está jugando la presidencia de Gustavo Petro para lograr la materialización de la Paz Total, a menos de dos años de concluir su mandato.
Este se desgasta en la medida que los diálogos no avanzan, no se prorrogan los ceses y no se logran destrabar las conversaciones, pero también se encuentran en un punto en el que pararse de la mesa también implica un costo político alto. Esto produce una situación al gobierno en la que pierde maniobra, siendo el escenario actual, dado que el ejecutivo afirma su voluntad de continuar con los diálogos (llegando a afirmar que en ningún momento será la administración la que se pare de la mesa), al tiempo que no puede tener avances ante la carencia de la presencia de la contraparte y se enfrasca la discusión pública en señalar al adversario como el que ha impedido la continuación de las conversaciones.
A medida que pasa el tiempo se desgasta el capital político del gobierno (un gobierno que es una oportunidad histórica para el desarme y llegada a un acuerdo por parte del ELN), se continúa llegando a puntos muertos, hay señalamientos de las partes que minan la confianza y la credibilidad (especialmente de la sociedad colombiana), así como se aumenta la escalada de la violencia. En este punto es fundamental que se muestre voluntad y se reconozca el punto en el que está el proceso, generando rutas que permitan dar respuesta, especialmente por parte del ELN, quien ha dado pasos cortos para destrabar el proceso en comparación con la administración.
La crisis como oportunidad
El hecho de que se de una crisis significa que de forma coyuntural se han presentado factores que estaban afectando el proceso de forma estructural, por lo que se puede tomar como una oportunidad para mejorar los factores que llevaron a que se diera dicha situación o ver las alternativas. En ese orden de ideas, el quiebre se presenta por la desconfianza y el acumulamiento de peticiones y de acciones por ambas partes dentro del proceso, dentro de las que se encuentran:
- Señalamientos sobre la voluntad del otro para lograr llegar a un punto deseable en la consecución de la Paz.
- El desarrollo de un diálogo paralelo por parte del gobierno con el grupo denominado Comuneros del Sur, el cual ha decidido deslindarse de las acciones y propuestas de la organización en su conjunto, actuando de una manera separada del ELN.
- La solicitud del gobierno de no continuar con los secuestros y abandonar el discurso por parte del ELN sobre las retenciones.
- La falta de reconocimiento de estatus político como beligerantes por parte del gobierno al ELN; aspecto que ha sido rechazado por la jefa negociadora, Vera Grabe, al afirmar su caracterización como “organización armada rebelde”.
- La desconfianza que suscitó el haber propuesto de forma confidencial el comenzar con los diálogos sobre el modelo económico.
- Las afirmaciones sobre los incumplimientos al cese (vencido el 3 de agosto) por ambas partes.
- La solicitud de salida del grupo ilegal de los actores denominados como Grupos Armados Organizados, lo cual tiene repercusiones en la manera en la que se enfrentan por parte del Estado, así como posee repercusiones jurídicas.
A esto se suma en el último mes la ofensiva por parte del gobierno nacional contra el ELN; así como el que esta guerrilla haya desarrollado un Paro Armado en el Chocó, se encuentre en disputas territoriales con otras organizaciones armadas (especialmente el Clan del Golfo), haya perpetrado un ataque al oleoducto Caño Limón Coveñas y haya participado presuntamente en el asesinato de 12 personas en Buenaventura (aspecto que ya fue negado por la organización armada, afirmando que esto fue por un ajuste de cuentas interno en las disidencias de las FARC).
En este aspecto es fundamental concluir que los más afectados es la población civil de los diferentes territorios, al tiempo que la organización armada busca fortalecerse para el logro de sus objetivos. En este orden, esta es una oportunidad para que se pueda dar un cambio que permita los objetivos trazados por el gobierno nacional, partiendo de una perspectiva que reconozca las limitaciones de tiempo y las implicaciones que tiene el que las conversaciones no fluyan con esta organización.
Uno de los primeros pasos es unificar discursos, debido a que se denotan diferencias entre los panoramas que puso de contexto el Alto Comisionado para la Paz, Otty Patiño, Iván Cepeda y Vera Grabe. De este modo, es fundamental que la administración tenga clara la hoja de ruta para continuar con las posibles acciones para lograr un acuerdo que destrabe la mesa, o las alternativas en caso de que no se presente la voluntad y el interés por parte del actor armado ilegal.
De igual manera, es fundamental continuar con el deseo por parte de la administración de lograr la paz y enunciarlo de manera contundente. Así, el costo político por los diálogos cae en la contraparte en la medida que no se llega a un compromiso para continuar con los mismos. En este aspecto, también el gobierno ha adelantado pronunciamientos continuos en que se espera seguir negociando y que se tiene la voluntad para confluir de manera conjunta.
En caso de que no se materialicen los acuerdos en el orden nacional, es fundamental abrir espacios territoriales que permitan reducir las afectaciones a la población civil, al tiempo que se construyen procesos territoriales. El mejor caso para lograr mostrar los resultados posibles es el de Comuneros del Sur, quienes han denotado en varias oportunidades su interés en hacer parte de un proceso territorial.
La preparación para cualquier escenario
En el realismo se suele utilizar la frase “Si quieres paz, prepárate para la guerra”; una que en el contexto colombiano no puede ser usada a la ligera, pero que esconde una realidad: El proceso de negociación no es infalible y se debe estar preparado para el peor de los escenarios.
Las capacidades Estatales deben estar preparadas para la defensa y protección de la población en el territorio nacional, fortaleciéndose de manera permanente para mejorar la obtención de resultados y no quedar rezagados ante los avances de las estructuras armadas ilegales. El hecho de que se tenga un proceso de negociación no debe significar en ningún momento la pérdida de capacidad Estatal, por lo que, salga o no de la crisis, se debe estar en continua preparación para el escenario menos favorable.
El escenario deseable parte de la negociación, debido a que maximiza los resultados y reduce costos (tal y como se afirmó en una de las premisas de partida); empero, no es infalible y depende de factores múltiples. Asimismo, el gobierno nacional solo tiene 2 años, en los cuales es poco probable que logre su objetivo de la Paz Total (menos con la actual situación de los diálogos) y es necesario ver alternativas que permitan dar continuidad a condiciones para su consecución a futuro.
Con esto no se quiere decir que deba ser abandonado el camino del diálogo, por el contrario, es en el que más se debe insistir. Lo anterior, especialmente al tener en cuenta que es el proceso más avanzado que se tiene en la actual administración y que el grupo armado ha tenido en su historia, llegando a la firma de acuerdos para la participación de la población civil (a pesar de las continuas diferencias que se presentaron en este punto). Sin embargo, es fundamental que se esté consiente por parte del gobierno nacional de las condiciones en las que se puede dar el proceso, así como de las limitaciones con las que cuenta para lograrlo. En ese orden, es fundamental hacer un llamado a la institucionalidad Estatal y al ELN para que destraben las conversaciones y permitan que la ruta basada en el diálogo pueda desarrollarse en el país, de manera ágil y pronta para aprovechar la oportunidad histórica que representa la actual administración. Esta crisis puede ser una ventana para darle un nuevo impulso al proceso y lograr que la Paz Total esté cada día más cerca.
Farid Camilo Rondón Raigoza, Magister en Estudios Políticos de la Universidad Nacional, profesor ocasional y miembro del Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa
Foto tomada de: Razón Pública
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