De la lectura maniquea que en su momento hicieron los gringos de lo acontecido ese 11S, quedó la nomenclatura el “Eje del Mal”. Hoy, 18 años después, esa misma idea y nomenclatura la usa el “uribismo” y el gobierno de Duque para denunciar a Venezuela y Cuba, por respaldar y acoger a “terroristas colombianos” en sus territorios.
En el caso del hermano país bolivariano, la presencia en territorio venezolano de las disidencias farianas en cabeza de alias Iván Márquez, facilita al gobierno de Duque el reciente ejercicio diplomático de denunciar ante la ONU al gobierno de Maduro Moros por acoger en su territorio a esta “nueva[1]” guerrilla.
Es decir, Venezuela hace- haría- parte de ese “eje del mal” que hoy se permite reconstruir el régimen de Iván Duque Márquez, con el propósito claro de ambientar un nuevo intento para desestabilizar al régimen de Nicolás Maduro Moros. Huelga recordar que el gobierno colombiano de tiempo atrás intenta desestabilizar a su homólogo, usando como pretexto la entrega de “ayuda humanitaria” y a través del reconocimiento político y diplomático que hizo a Juan Guaidó, como presidente interino.
En el caso de Cuba, el presidente de Colombia señala al gobierno cubano de dar cobijo a los terroristas del ELN. De manera maliciosa, Duque olvida que él, como jefe de Estado, desechó los protocolos que el Estado colombiano firmó con los plenipotenciarios de esa guerrilla y los países garantes, con el fin de garantizar el regreso de los negociadores del ELN, en caso de rompimiento de los diálogos de paz que se adelantaban en la isla. Si no hubiera procedido de esa manera, muy seguramente los líderes elenos estuvieran hace rato en territorio colombiano.
Si seguimos la misma línea moral y moralizante planteada, hay que decir que estamos ante dos “ejes del mal”. El primero, en cabeza de Maduro, que buscaría desestabilizar a Colombia, al brindarle apoyo a la “nueva” guerrilla fariana. Y el segundo, en cabeza del gobierno de Duque, quien, al acoger la política exterior de los Estados Unidos, busca derrocar a Maduro para montar allá un gobierno con el que sea posible que Venezuela regrese, aconductado, a las lógicas del capitalismo y del orden internacional asociado, lo que implicaría el desmonte de su experimento socialista (realmente, se trata de un modelo estatista-militarista).
De esos dos “ejes del mal”, se desprenden las actitudes belicosas y belicistas que de ambos lados se despertaron para ambientar una guerra binacional, que termine involucrando a China y Rusia, en defensa de Venezuela y a Estados Unidos, en defensa de Colombia. Sin duda, una acción irresponsable con la que se pretende reeditar los viejos conflictos armados en el marco de la Guerra Fría. Claro, se trata de escaramuzas que sirven a los propósitos de dos gobiernos que afrontan problemas de legitimidad, debido a los altos niveles de corrupción público-privada.
Ambos regímenes buscan eclipsar, con sus juegos de guerra, los problemas internos que los aquejan. Del lado de Venezuela, la crisis institucional y migratoria, que pone en calzas prietas la legitimidad de ese experimento que han llamado socialismo del siglo XXI, pero que realmente parece más un ejercicio de poder político y militar, que recuerda al modelo de la entonces URSS. Del lado colombiano, el régimen busca ocultar las prácticas corruptas sobre las que se sostiene no solo el establecimiento, sino el propio gobierno de Iván Duque. Además, intenta distraer a la opinión pública que cada vez toma conciencia de quién realmente gobierna en Colombia: Uribe, siguiendo las instrucciones del banquero, Luis Carlos Sarmiento Angulo.
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[1] Véase: https://germanayalaosoriolaotratribuna.blogspot.com/2019/08/la-nueva-vieja-guerrilla.html
Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Foto tomada de: El Pais Uruguay
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