“Para dejarlo en claro de una vez por todas, digamos que entiendo por economía política clásica toda la economía que, desde William Petty, ha investigado la conexión interna de las relaciones de producción burguesas, por oposición a la economía vulgar, que no hace más que deambular estérilmente en torno de la conexión aparente, preocupándose sólo de ofrecer una explicación obvia de los fenómenos que podríamos llamar más bastos y rumiando una y otra vez, para el uso doméstico de la burguesía, el material suministrado hace ya tiempo por la economía científica. Pero, por lo demás, en esa tarea la economía vulgar se limita a sistematizar de manera pedante las ideas más triviales y fatuas que se forman los miembros de la burguesía acerca de su propio mundo, el mejor de los posibles, y a proclamarlas como verdades eternas.”
Basta leer el famoso texto de Paul Samuelson “Economía” o leer las columnas de Juan Carlos Echeverry, para darse cuenta de la pertinencia de la afirmación de Marx. Sus teorías consisten fundamentalmente en proclamar como verdades eternas las ideas banales de los capitalistas.
Recientemente Mauricio Botero Caicedo, destacado capitalista y defensor del capitalismo, además de columnista en El Espectador, ondea las banderas de Milei (otro economista cuyo pensamiento coincide plenamente con las ideas de los empresarios capitalistas), y arremete contra el Estado, en una columna sobre los “idólatras del Estado[1]”. Inicia su columna con una frase de Nicolás Gómez Dávila:
“Los que pretenden abolir la alienación del hombre, cambiando la estructura jurídica de la economía, recuerdan al que resolvió el problema de su infortunio conyugal vendiendo el sofá del adulterio”. Nicolás Gómez Dávila.
Frase ingeniosa y picante, pero completamente vacía. Nicolás Gómez Dávila crítica a quienes “pretenden abolir la alienación del hombre, cambiando la estructura jurídica de la economía”, por estúpidos. Pero, ¿quién propone cambiar la estructura jurídica para alcanzar dicho fin? ¿Quién propone abolir la alienación? ¿Se refiere a Marx? Parece que no, dado que Marx proponía abolir la explotación de los trabajadores asalariados (no la alienación del hombre en general) y no precisamente cambiando la estructura jurídica sino la estructura económica fundamental de la sociedad capitalista, la relación social entre capitalistas y asalariados.
Es muy probable que Gómez Dávila no haya leído y mucho menos estudiado a fondo El Capital de Marx. Con seguridad Mauricio Botero Caicedo no lo ha estudiado. Lo cual no es obstáculo para que lo critiquen sin conocerlo.
Botero cita a Gómez Dávila para tratar de darle apariencia de profundidad a sus ideas superficiales. Pero su fuente de autoridad conceptual no es sólida. Sin embargo, estas ideas tienen muchos adeptos, surgen espontáneamente en la mente de los agentes de la producción capitalista y se fijan en los cerebros de millones de empresarios y, desafortunadamente, también de muchos trabajadores. En lo fundamental, Botero es un “mileiano”: comparte las ideas esenciales de Milei y sus fuentes intelectuales (Hayek, por ejemplo).
El elemento principal, en esta columna de Botero, es su defensa de uno de los grandes rasgos del capitalismo: el hecho de ser una sociedad de mercado, es decir una organización económica basada en la producción por parte de productores privados independientes, articulados por la división del trabajo, que se relacionan mediante la venta y la compra de sus productos en el mercado por medio del dinero. Es decir, la defensa de una sociedad basada en la anarquía de la producción, en la socialización a posteriori, en el predominio de las fuerzas del mercado y en la ley de la oferta y la demanda.
Citando a Hayek, critica Botero la insensatez de aquellos que quieren planificar lo que no debe ser planificado. Igualmente, fustiga a quienes tienen la arrogancia de “creer saber mucho mejor que el mercado lo que a la sociedad le conviene producir y lo que le conviene consumir.” El punto es claro: no se debe planificar la producción social. El mercado “sabe” lo que a la sociedad le conviene producir y lo que le conviene consumir. Los seres humanos no deben intervenir en la sabiduría del mercado.
Y con base en Hayek destaca las características y virtudes del mercado. Por una parte nos recuerda que el proceso de mercado es un ámbito de intercambios voluntarios mediante el cual se puede organizar de manera más eficiente la información dispersa en la sociedad; y añade, que “es en el mercado donde se forman aquellas importantes señales que son los precios, donde se lleva a cabo la competencia continua e imperfecta que a través de un proceso de destrucción creativa se va innovando y las sociedades gradualmente progresan.”
Botero destaca algunas de las ideas centrales de los capitalistas que los economistas sistematizan y presentan con apariencia de ciencia en sus libros y enseñan en las facultades de economía.
La discusión sobre el mercado
En el análisis del mercado en la sociedad capitalista es conveniente, en mi opinión, separar la explicación de la realidad de los planteamientos sobre el deber ser. Es evidente que Botero está a favor del mercado como forma de organización social, pero lo principal y prioritario es discutir qué es el mercado y cuáles son sus implicaciones. Igualmente, es necesario tener en cuenta que la organización mercantil es un rasgo fundamental en la sociedad capitalista, pero que no se puede separar de otro gran rasgo: el hecho de que es una sociedad dividida en clases, una de las cuales explota a la otra precisamente mediante relaciones de mercado.
En la sociedad capitalista la producción es desarrollada por productores privados independientes (que toman decisiones autónomamente), pero interdependientes porque hacen parte de una división social del trabajo y sus productos deben satisfacer necesidades sociales. En la medida en que cada productor produce independientemente, su vínculo con los demás productores no es directo, como miembros de una sociedad que busca colectivamente satisfacer necesidades, sino como individuos competidores. Se relacionan por medio de la venta y compra de sus productos lo cual tiene que hacerse necesariamente por medio del dinero. Ningún productor sabe adecuadamente qué están haciendo los demás productores, ni tampoco conoce apropiadamente la magnitud y tendencias de la demanda. Por esta razón solo al llegar al mercado sabrá si sus productos cumplen los requisitos técnicos y de adecuación a la necesidad social.
Este tipo de sociedad se fundamenta por tanto en una estructura propensa a desequilibrios, crisis y despilfarro de recursos. Por ejemplo, los productores de leche llegan al mercado y encuentran precios que no los remuneran (ver por ejemplo, los lamentos de Lafaurie que apela al Estado para que corrija esta situación); lo mismo ocurre con los cafeteros, o los productores de papa, y también de productos industriales y servicios. Por producir demasiado, en ciertas circunstancias, los productores terminan sufriendo. El capitalismo es el único medio de producción en el cual se sufre por la abundancia. Lo cual conduce al despilfarro de recursos, a la destrucción de mercancías que no encuentran compradores, al exceso de capacidad instalada. En determinados momentos, a un nivel agregado las crisis pueden llegar a dimensiones enormes y agravarse por la especulación y desequilibrios financieros y en los mercados de acciones y divisas. La carencia de planificación conduce a muchos males, que los padecen principalmente los trabajadores.
Pero adicionalmente el mercado tiene una característica muy especial en el capitalismo. Al lado de la enorme cantidad de mercancías de todo tipo para satisfacer necesidades, hay una muy particular e importante: la fuerza de trabajo. No solo se vende leche, o papas, o camisas, o azúcar, o café, o cervezas, zapatos y mesas, se venden también personas…bueno se alquila la fuerza de trabajo de las personas trabajadoras asalariadas. En el capitalismo hay un mercado de personas. Los progresistas se indignan por la mercantilización de la educación o la salud, pero casi nada dicen sobre la mercantilización de los seres humanos. Los capitalistas se alegran de que los trabajadores estén forzados a vender su fuerza de trabajo.
Esto es algo natural, obvio, cotidiano. Es un hecho que los economistas de los Andes toman como algo dado que no amerita siquiera una reflexión. Igual que Mauricio Botero: para él es perfectamente natural que en esta sociedad 12 millones de personas tengan que venderse. De hecho, él y sus amigotes del ingenio Riopaila, los compran. Las razones de la existencia del mercado de trabajo es algo que no se investiga. Es mejor no hacerlo, si se quiere progresar en este país y llegar a director del DNP, Ministro de Hacienda, director de Fedesarrollo o de la CEPAL. Los economistas estudian cómo opera el mercado de trabajo, no por qué existe el mercado de trabajo y sus consecuencias.
Y dado que los trabajadores deben moverse dentro del mercado de trabajo con la ley de la oferta y la demanda, están igualmente sujetos a su falta de planificación, las oscilaciones y las crisis. Con efectos devastadores como los pésimos ingresos, el desempleo y el subempleo, la existencia de millones de personas forzadas a trabajos por cuenta propia precarios, a la delincuencia, la prostitución, la mendicidad, o a la migración a otros países. Milei con su brutal franqueza, cuando le critican que los trabajadores están forzados a largas jornadas de trabajo por salarios miserables, responde que tienen la libertad de elegir si quieren trabajar o no; cuando un contradictor le dice que es terrible tener que escoger entre un trabajo indigno con salario de hambre, y la carencia de un ingreso para vivir e incluso la muerte, tranquilamente responde Milei que el trabajador es libre de elegir si quiere morirse de hambre. ¿Pensará igual Mauricio Botero Caicedo? ¿Pensará igual Alberto Carrasquilla? ¿Pensará igual María Fernanda Cabal? Muy probablemente sí.
Una vez que el trabajador ha sido contratado su fuerza de trabajo le pertenece, durante el horario pactado, al patrón, igual que el producto de su trabajo. Llega feliz a Bavaria, o al Ingenio Riopaila, al Banco de Bogotá o a Bancolombia, a Cementos Argos, a Postobón, etc., etc., y se da cuenta que dentro de dichas empresas el hombre libre y la democracia no existen. Debe obedecer a sus patronos so pena de perder el empleo. Pero además encuentra que los críticos del Estado, los patronos que arremeten contra los idólatras del Estado, y aborrecen la planificación, al interior de sus empresas si planifican. La producción al interior de cada empresa es uno de esos temas que deben ser planificados. Las grandes empresas dividen el trabajo mediante análisis técnicos y científicos, diseñan detalladamente los procesos, establecen mecanismos de coordinación, control y evaluación rigurosos, etc., etc., etc.
Pero todas esas herramientas de organización racional de la producción al interior de las empresas capitalistas se prohíben para la sociedad. ¿Por qué la producción social no debería estar sujeta a la dirección, planificación y evaluación social? ¿Por qué esa dicotomía? Son idólatras del mercado para la sociedad, pero idólatras de la planificación al interior de sus empresas. Mauricio Botero Caicedo y los economistas de los Andes saben por qué: porque el mercado está fundamentado en la sociedad privada y en la compra permanente de la mercancía que produce el valor del cual ellos extraen sus ganancias.
El mercado produce lo que demandan los consumidores. En Colombia 18 millones de personas tienen un ingreso total inferior al de 921.000 personas de la clase alta. Estos últimos consumen muchas cosas que los pobres no pueden consumir, a pesar de su libertad de elegir lo que hacen con su salario. La sabiduría del mercado no explica las desigualdades de ingresos entre las clases.
Al mercado, ni tampoco a Botero Caicedo, se le pasa por la cabeza preguntarse por qué razón el 1,8% de la población clase alta concentra un poco más de ingreso total que el 37% de la población clase pobre. El consumo está condicionado por la estructura productiva. Samuelson expone este asunto con mucha claridad cuando se pregunta si un mercado es eficiente aunque los gatos de la clase alta se toman la leche que necesitarían los niños de las clases pobre y vulnerable para alimentarse mejor, concluye que el mercado es eficiente incluso en esta situación, dado que su labor es simplemente poner los bienes en las manos de quienes tienen el dinero.
Como Milei, es muy posible que Botero, ilustre defensor del capitalismo, considere que la “justicia social” es una aberración, dado que va en contra de la sabiduría del mercado. Y quizá está convencido, desde un enfoque de determinismo histórico (del cual usualmente acusan a Marx) que todo colectivismo que busca la justicia social, está condenado irremediablemente a una tiranía. En lo cual, tiene parte de razón: las grandes organizaciones empresariales capitalistas, cuya producción es un proceso colectivo coordinado y orientado por la planificación, son dictaduras y tiranías.
En la sociedad capitalista las relaciones sociales entre los productores aparecen como si fueran propiedades materiales de las cosas. El trabajo social aparece bajo la forma del valor y específicamente del dinero, objeto que parecería que tiene la virtud natural del valor y la capacidad de comprar cualquier mercancía. El producto de la mano del ser humano adquiere vida propia y el funcionamiento autónomo termina dominando a sus creadores. Esta es una situación real, un fetichismo de la mercancía, del dinero y del capital, una idolatría de las relaciones capitalistas de producción. Los verdaderos idólatras son los defensores del capitalismo.
Pero además, cínicos. El crítico del Estado y la planificación y admirador de la sabiduría del mercado es miembro de la junta directiva del grupo agroindustrial Riopaila Castilla S.A, que incluye dentro de sus productos el etanol, mercancía que se ha desarrollado con base en diversas medidas estatales de apoyo[2]. Según Las 2 Orillas, Caicedo Botero no cree en “el estado niñera”[3] cuando busca cuidar a los pobres, pero si se trata de incubar ganancias, el principio puede relajarse.
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[1] https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/mauricio-botero-caicedo/los-idolatras-del-estado-enfrentan-sus-fracasos/; 26 de mayo de 2024.
[2] https://www.riopaila-castilla.com/gobierno-corporativo/
[3] https://www.las2orillas.co/author/mauriciobotero/
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Las2orillas
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