La manipulada e injusta acusación de los independentistas a Unidos Podemos, y a Catalunya En Comú-Podem de ser equidistantes
Ahora bien, Pablo Iglesias también indicó que la estrategia seguida por los partidos independentistas gobernantes en la Generalitat de Catalunya, para conseguir la independencia unilateral (lo que se llama el “procés”), también había hecho muchas cosas mal, criticando su estrategia, que ha dividido a la población dentro y fuera de Catalunya, propiciando una polarización que ha facilitado a nivel de España el resurgimiento y reforzamiento de posturas extremas del nacionalismo españolista uninacional, como el fascismo, siempre latente en la derecha española.
Esta crítica al “procés” ha sido respondida, con gran hostilidad, por portavoces de los partidos independentistas, que han acusado a Pablo Iglesias de “equidistante”, poniendo en el mismo nivel de responsabilidad por la situación actual en Catalunya al gobierno de Rajoy, por un lado, y al gobierno independentista de Junts pel Sí y a la CUP, por el otro. Según tales portavoces, Pablo Iglesias estaría colocando a las víctimas (tal como los partidos independentistas se autodefinen) al mismo nivel de responsabilidad que el victimizador, el gobierno Rajoy. Este argumento es continuamente utilizado por los independentistas frente a cualquier crítica que se haga de su “procés”.
La resistencia de los partidos independentistas a aceptar su responsabilidad en la enorme crisis catalana
Tal argumento implica, sin embargo, un desconocimiento de lo que quiere decir equidistancia o, lo que es más probable, una escasa sensibilidad ética en la manipulación de argumentos, mostrada frecuentemente por tales portavoces del independentismo. Veamos los datos. Según la Real Academia Española, “equidistancia es la igualdad de distancia entre varios puntos u objetos”. Pues bien, no hay ninguna evidencia de que Unidos Podemos en España, ni Catalunya en Comú-Podem en Catalunya, ni Pablo Iglesias, hayan dicho jamás que el gobierno de Rajoy y el gobierno de Junts pel Sí sean igualmente responsables de lo que está ocurriendo en Catalunya. Es cierto que los dos extremos se retroalimentan el uno al otro pero también es cierto que la principal responsabilidad de lo que está ocurriendo recae en el Gobierno Rajoy, como lo muestra que el mayor crecimiento del independentismo en Catalunya haya sido precisamente durante el periodo del Gobierno Rajoy. La causalidad está más sesgada en un lado que en el otro. Pero que ello sea así no quiere decir que los partidos independentistas no hayan tenido también una gran responsabilidad en crear la enorme crisis actual.
El enorme daño causado en Cataluña
Lo que este falso argumento de la equidistancia está ocultando es la gran resistencia de Junts pel Sí, y su aliado la CUP, a reconocer que su independentismo unilateral (DUI), y su manera de intentar conseguirlo (“el procés”), ha creado una enorme crisis en Catalunya, con una enorme polarización social y política que ha beneficiado predominantemente al nacionalismo españolista uninacional en España (incluyendo en Catalunya), que ha canalizado el temor e indignación de grandes sectores de la población (y muy especialmente de la mayoría de la clase trabajadora catalana, que es de habla castellana) que se ha sentido amenazada con el discurso independentista, claramente excluyente, pues, al insistir que ellos hablaban en nombre del pueblo catalán (ignorando que la mayoría de catalanes no son independentistas), ofendieron a los no independentistas, utilizando además en su estrategia de alcanzar la independencia unilateral prácticas claramente antidemocráticas como saltarse a la torera el Estatut de Autonomía aprobado, en referéndum, por la población en Catalunya. En realidad, era más que previsible (como algunos predijimos) que aquel enfrentamiento conduciría a esta situación en Catalunya. Es imposible que los partidos independentistas no fueran conscientes de que el estado español respondería como ha respondido y que el resultado sería tan malo como el que ha ocurrido. El nivel de ingenuidad o ignorancia o falsedad de los supuestos que sostenían su estrategia (“el procés”) es asombroso. Creerse que el estado español (que no se había establecido con base en una ruptura con el estado dictatorial anterior, sino con base en unas reformas continuistas que habían cambiado muy poco en grandes secciones de sus aparatos de seguridad, policial y judicial) no respondería con la dureza que ha respondido, o asumir que la Unión Europea (gobernada por las derechas que han dado muchas muestras de insensibilidad democrática) les daría su apoyo, o que la independencia podría conseguirse pacíficamente, cuando ni siquiera tenían el apoyo mayoritario de las clases populares catalanas, o que la inestabilidad política creada no afectaría negativamente a la economía catalana, es creerse lo inverosímil.
La consecuencia de tal ingenuidad, falsedad o irresponsabilidad ha sido la pérdida de derechos políticos y sociales en Catalunya, derechos que habían costado muchísimo conseguir gracias a largos períodos de luchas ciudadanas llevadas a cabo por otras fuerzas políticas en épocas anteriores. Que el máximo responsable de este retroceso sea el estado central español en general y el gobierno Rajoy en particular no niega que fuera el gobierno independentista de Junts pel Sí, con el apoyo de la CUP, el que con su comportamiento y estrategia de querer alcanzar la independencia exprés, facilitara y estimulara la aplicación de las políticas represivas y regresivas que el nacionalismo español extremista siempre deseó aplicar. Y el hecho condenable de que algunos de los responsables estén todavía en la cárcel o en el exilio no les excusa de tener que dar explicaciones al pueblo catalán por su increíble ingenuidad, ignorancia o insensibilidad democrática (al querer aprobar la DUI sin contar con el apoyo de la mayoría de la población en Catalunya), que ha tenido unos costes enormes para las clases populares catalanas.
El daño causado también en España
Pero el enorme daño ha ocurrido también en España, donde la estrategia desarrollada por los independentistas para realizar el referéndum no se hizo en colaboración con las fuerzas políticas españolas que deseaban cambiar el estado español, sino enfrentándose a ellas, ofendiendo a la vez a la población española, cuando como parte de su estrategia de movilización se utilizaron eslóganes como “España nos roba”. La imagen opresora y antipática de España (insistiendo además que España era incambiable, presentándola como la causa del deterioro social de Catalunya sin nunca citar la gran contribución que los gobiernos de derechas catalanes, hoy independentistas, habían hecho en crear tal crisis social) movilizó al nacionalismo españolista uninacional, y su forma más extrema, el fascismo. La estrategia independentista necesitaba para movilizar a sus bases a un adversario opresor, España. Era pues más que previsible que aparecieran las respuestas extremas del nacionalismo españolista uninacional. En realidad, el “procés” fue lo mejor que le ocurrió al nacionalismo españolista uninacional, pues en defensa de la “unidad de España” (el mismo argumento utilizado por el golpe militar fascista de 1936), se reavivó y convirtió en popular un nacionalismo españolista extremo uninacional que nunca había conseguido tanto apoyo como ahora. La monarquía borbónica y el himno real se convirtieron en símbolos populares, incluso en barrios obreros en Catalunya donde tales símbolos casi nunca se habían visto u oído. Y como parte de este “fervor patriótico”, veremos en las próximas elecciones que grandes sectores de la clase trabajadora catalana votarán a Ciudadanos, la máxima expresión del españolismo uninacional, y al PP en el resto de España, partidos que se presentan como “súper patriotas”, imponiendo a la vez políticas económicas y sociales neoliberales que harán un enorme daño a las mismas clases populares que les votarán. Como siempre, las banderas se están utilizando para defender intereses de clase. A la luz de estos hechos la observación de Pablo Iglesias de que el “procés” ha reavivado el nacionalismo extremista españolista uninacional y su expresión más acentuada, el fascismo, es más que acertada. Naturalmente que no todo el nacionalismo españolista extremo uninacional es fascista pero el fascismo y su expresión violenta florece en la cultura creada por tal forma de nacionalismo. Y lo que está pasando en Catalunya y en el resto de España es un claro ejemplo de ello.
Hubo siempre otras alternativas al “procés”
Si en lugar de presentar el conflicto entre Catalunya y España (que significaba también el conflicto dentro de Catalunya entre los que se sienten españoles y los que se sienten solo catalanes) se hubiera presentado el conflicto entre las clases populares de Catalunya (junto con las clases populares de los distintos pueblos y naciones de España), por un lado, y los establishments políticos-mediáticos españoles y catalanes, por el otro, no estaría pasando lo que estamos viviendo. Es decir, si se hubiera unido a las clases populares de ambos lados del Ebro en un proceso para redefinir España, luchando por el establecimiento de una República poliédrica, en lugar de un estado borbónico radial centrado en la capital del Reino (que tiene poco que ver con el Madrid popular), con reconocimiento de su plurinacionalidad y diversidad (que permitiera la libre expresión de referendos pactados), compatible con la solidaridad y fraternidad, el resultado hubiera sido muy diferente. Pero no se quiso y no se hizo. Se deseaba el “referéndum exprés” para alcanzar la “independencia exprés”. Y estamos viendo ahora los costes que han sido enormes para las clases populares de Catalunya y de España. Y lo que es incluso más indignante es que el tema nacional ha ocultado completamente el tema social. Las derechas neoliberales y conservadoras españolas y catalanas (el PP y el PDeCAT), que batallan en campos opuestos, están utilizando las banderas para ocultar tanto su corrupción como el impacto negativo que sus políticas económicas han tenido en el bienestar de las clases populares.
La enorme ignorancia de algunos portavoces independentistas
Una última observación. Es lamentable la falta de autocrítica de los portavoces del independentismo que se consideran de izquierdas en Catalunya. Uno de sus portavoces, conocido por su hipérbole, expresada con escasa densidad argumentativa, ha acusado (como parte del argumento de equidistancia) a Pablo Iglesias de que, al indicar este último que la estrategia seguida por los partidos independentistas había reavivado el nacionalismo españolista extremo, era equivalente –según el portavoz- a asumir que el acto de desobediencia de Rosa Parks había incitado el racismo. Tal acusación, digna de tal personaje (similar a su afirmación que el vicepresidente Junqueras no tenía por qué dar explicaciones a nadie de lo que había hecho), ignora un hecho elemental: la enorme diferencia seguida en las estrategias elegidas por los partidos independentistas y por el movimiento de liberación racial en EEUU. La lucha contra el racismo, a la que el acto de desobediencia de Rosa Parks contribuyó en EEUU, se realizó a base de convencer a las clases populares estadounidenses que los ciudadanos blancos compartían con los ciudadanos negros un adversario común. El racismo –según Rosa Parks y el movimiento en defensa de los derechos civiles- dividía y debilitaba a la clase trabajadora. Rosa Parks, próxima al Partido Comunista estadounidense, no dijo nunca que EEUU era incambiable. Por el contrario, era muy consciente que, sin el apoyo de las clases populares blancas, los negros tendrían muy difícil liberarse. Fue precisamente Martin Luther King, quien dos semanas antes de ser asesinado dijo que la lucha de clases en EEUU estaba íntimamente ligada y relacionada con la lucha por la igualdad racial, pues el racismo estaba dividiendo a la clase trabajadora en EEUU, debilitándola.
Tal realidad debiera haber sido obvia a aquellos que hablan retóricamente de la liberación nacional, pues esta hubiera sido más factible si hubiera contado con la ayuda y el soporte de las clases populares en Catalunya y en el resto de España. Hoy, querer imponer tal liberación, sin el apoyo de la mayoría de la clase trabajadora en Catalunya (dato que los independentistas constantemente niegan y ocultan) y en los distintos pueblos y naciones de España, es un profundo error. Lo que se necesita es una alianza de las clases dominadas a lo largo del territorio español para cambiar el estado español y también la Generalitat de Catalunya, estableciendo una España plurinacional que permita a la ciudadanía escoger el grado de articulación que cada parte tenga con el conjunto. Saltarse todo esto siguiendo la vía exprés ha resultado ser (como era fácil de prever) un error gravísimo, que ha creado una situación opuesta a la deseada. La ignorancia sobre la historia de EEUU y sobre la historia de Catalunya que aparece en las manifestaciones del hiperbólico portavoz independentista lleva a estas consecuencias. Tendrían que conocer mejor la historia de este y otros países. Tal ignorancia está teniendo costes elevadísimos para la población a la cual claman servir.
VICENÇ NAVARRO: Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra
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