Mesa (2014) define el cambio climático como una alteración de la variabilidad climática natural de la tierra, observada en un periodo relativo de tiempo atribuido directa o indirectamente a las actividades humanas que alteran la composición global de la atmosfera. En otras palabras, corresponde a la modificación de las condiciones normales en los ecosistemas causada por la naturaleza o por los seres humanos. Por si misma, la naturaleza cambia sus condiciones normales cíclicamente. Los seres humanos según intereses particulares generan modificaciones en los entornos para la explotación de los recursos existentes.
Al respecto el IDEAM (2008), afirma que la acción modificadora del hombre surge con el descubrimiento de la agricultura, al cultivar aquellas especies de plantas que le proporcionaban alimentos. Estos cultivos se hacen a pequeña escala para satisfacer necesidades de sobrevivencia y a gran escala para creciente producción comercial, por ejemplo, en café, palma de aceite o cítricos. Y paradójicamente ello influye en el cambio climático que a su vez propicia la disminución de la producción de alimentos, trayendo consigo inseguridad alimentaria, desabastecimiento del agua y desnutrición; así como la proliferación de enfermedades respiratorias y alérgenos, y con la aparición de olas de calor más habituales y duraderas en diferentes regiones del mundo, incluida Colombia, las cuales ocasionan en seres humanos mayor agotamiento por calor y hasta la muerte.
Pero los modelos de evaluación de los impactos del cambio climático utilizados en la agricultura colombiana, en concordancia con Rodríguez et al (2018), se han focalizado primordialmente en las afectaciones de los cultivos tecnificados de grandes superficies y no tienen en cuenta que, el 67% de la producción nacional de alimentos provienen de pequeñas extensiones de policultivos establecidos, en su mayor parte, en suelos de ladera de la cordillera andina, por 3,5 millones de agricultores y que aportan el 57% del empleo rural. La evaluación del impacto del cambio climático en Colombia ha tenido poca mirada de la agricultura familiar de subsistencia y son pocas las valoraciones realizadas en este tipo de pequeños cultivos con predominancia en la región andina que presenta una alta vulnerabilidad a este cambio, que repercute en los cambios medioambientales de temperatura y precipitaciones que, incrementan la presión agrícola sobre los recursos de los ecosistemas andinos.
Se considera que la mayoría de los modelos de cambio climático predicen que los daños serán compartidos de manera desigual por agricultores pequeños del tercer mundo, y particularmente por aquellos que dependen de las lluvias. El incremento en temperatura, sequía, precipitaciones fuertes, entre otros, podrían reducir la productividad hasta en un 50% en algunas regiones, especialmente en zonas secas (Altieri y Nicholls, 2008), pero los efectos pueden ser más severos en el bienestar de las familias dedicadas a la agricultura de subsistencia por la reducción de la productividad. Los modelos existentes proporcionan en el mejor de los casos una aproximación somera a los efectos esperados y ocultan la enorme variabilidad en estrategias internas de adaptación que exhiben muchos agricultores.
Muchas de estas comunidades rurales de la agricultura tradicional, se adaptan y/o se preparan para el cambio climático, minimizando las perdidas en las cosechas mediante el uso de variedades locales tolerantes a la sequía, cosecha de agua, policultivos, agroforestería, colecta de plantas silvestres y una serie de otras técnicas.
Por lo que se hace necesario valorar estos sistemas productivos, especialmente las de origen indígena, como fuente de información para la implementación de estrategias adaptativas centradas en las capacidades selectivas, experimentales y resilientes de agricultores al enfrentar el cambio climático. Entender los rasgos agroecológicos y mecanismos de adaptación y resiliencia de los sistemas pequeños de agricultura es esencial para diseñar una estrategia de desarrollo de agroecosistemas sostenibles en esta nueva era de variabilidad climática.
La construcción de modelos de evaluación debe redimensionarse con indicadores pertinentes y contextualizados para determinar los efectos del cambio climático en la agricultura familiar, responsable de la reproducción de la vida de millones de personas. Mesa (2014) describe la necesidad de construir indicadores del cambio climático para la agricultura familiar que, por su naturaleza particular, está en capacidad de apoyar la reducción al cambio climático.
Un caso es la adopción de prácticas sostenibles en la interpretación y utilización de bioindicadores vegetales y animales e indicadores atmosféricos, propios del saber campesino. En los próximos años, en los territorios agrarios habrá que ver cómo avanza esta iniciativa favorable para la vida de millones de personas.
Referencia bibliográfica
Altieri, M. A., & Nicholls, C. (2008). Los impactos del cambio climático sobre las comunidades campesinas y de agricultores tradicionales y sus respuestas adaptativas. Agroecología, 3, 7–24. Recuperado a partir de https://revistas.um.es/agroecologia/article/view/95471
http://www.ideam.gov.co/web/atencion-y-participacion-ciudadana/cambio-climatico#:~:text=De%20acuerdo%20con%20la%20Convenci%C3%B3n,clima%20observada%20durante%20per%C3%ADodos%20de
Meza, (2014). Notas de [email protected]
Rodríguez, J. J. N., Rodríguez, J. C. C., Carreño, D. M. C., & Ferreira, O. M. (2018). Indicadores del impacto del cambio climático en la agricultura familiar andina colombiana. Revista Iberoamericana de Bioeconomía y Cambio Climático, 4(7), 824-833.
Oswaldo Ríos Carrascal
Foto tomada de: Infobae
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