Esos balances periodísticos se darán en el marco de una férrea oposición mediática, muy bien articulada desde los conglomerados económicos que aseguran el funcionamiento de medios como El Tiempo, Noticias RCN y Caracol Noticias, El Colombiano y la Revista Semana, entre otros más. Medios estos que fungen como peligrosos actores políticos. Así las cosas, es probable que las evaluaciones de los primeros 100 días de Petro tendrán el mismo tono apocalíptico que usaron periodistas y estafetas durante las pasadas elecciones. Por lo anterior, no esperemos una portada en la revista Semana, con la imagen de Petro, acompañada del titular: 100 días de aprendizaje. Es improbable también que aparezca en el mismo medio un titular “neutro” con la frase Los 100 días de Petro. Esa permisividad periodística solo fue posible con Iván Duque Márquez, porque representaba a la godarria colombiana. Al final, Duque supo defender muy bien los intereses de la élite y del uribismo, asegurando la entrega del Estado a sus amigos o a quienes Álvaro Uribe Vélez le ordenara. A pesar de ese marco informativo adverso, y siguiendo la costumbre de evaluar al presente gobierno, a pesar del poco tiempo transcurrido, hay que señalar puntos negativos y positivos en el ejercicio del poder.
Hay que exponer como hecho positivo que los miedos de convertirnos en Venezuela quedaron despejados: se está respetando la propiedad privada y el Ejecutivo no tiene capturados a los otros dos poderes públicos. En esa medida, hay que destacar la labor legislativa para sacar adelante, con rapidez, dos iniciativas consideradas claves dentro del plan de gobierno: la reforma tributaria y la paz total. Por supuesto que en la discusión y aprobación final de la ley con la que se buscaba la justicia tributaria aparecieron los chantajes del expresidente César Gaviria, el más visible mandadero de los más ricos del país; y también, operaron muy bien los congresistas-lobistas y los lobistas de sectores de poder económico en aras de evitarles pagar lo que les corresponde y así aportar a superar los graves indicadores de miseria y pobreza que agobian al país por culpa de más de 12 años de uribismo y otros más, por las acciones desarrolladas desde 1990 por los sucesivos gobiernos neoliberales.
Quizás como hecho menos positivo para el gobierno y la bancada del Pacto Histórico fue ceder en sus pretensiones de recaudo, pues se bajaron de 25 a 20 billones, porque hubo sectores de poder económico que no se tocaron como el que representan quienes gozan de tiempo atrás de pensiones millonarias. Este pulso político, más que merecer una calificación, sirve solo para advertir que el grueso de la élite de Colombia es miserable, pues insiste en extender en el tiempo las precarias condiciones sociales y económicas de las grandes mayorías. Hay que decir que de esas circunstancias siempre se han valido para sacar provecho económico y electoral.
Un punto negativo para el gobierno está asociado a las dificultades que exhibe para comunicar sus ideas y acciones. Es un error pensar que es posible enfrentar a la adversa jauría mediática a través de la cuenta de tuiter del presidente. A ello se suma, la vehemencia discursiva de varios ministros que al parecer aún creen que están en campaña. Una cosa es estar convencido de los cambios que hay que hacerle, por ejemplo, al sector salud y otra cosa muy distinta aportar a la generación de un ambiente de confrontación, que viene siendo muy aprovechado por los medios tradicionales para generar miedo en los mercados. No se trata de abandonar las ideas de cambio, de lo que se trata es hacerlos sin mayores aspavientos, dejando de lado la hostilidad discursiva. Caminando en silencio también se puede erosionar el poder.
Un punto positivo de la actual administración tiene que ver con la entrada en operación del “espejo retrovisor de la corrupción”, con el que finalmente se está desnudando al anterior gobierno y por ese camino al uribismo. Lo sucedido al interior de la SAE (Sociedad de Activos Especiales) hace parte de un plan muy bien planeado de parte de la administración de Iván Duque, consistente en torpedear el proyecto social de Petro de usar las tierras y los recursos incautados a los mafiosos, para hacer la reforma agraria. Desaparecer bienes o entregarlos a sus amigotes, hacía parte de la estrategia.
El jalón de orejas que les dio el ministro José Antonio Ocampo a periodistas y empresarios que están generando pánico económico da cuenta de una violenta confrontación política entre la izquierda y la derecha, la misma que hoy se manifiesta a través de posturas clasistas y racistas, por la llegada al poder de la fórmula Gustavo Petro y de Francia Márquez Mina. El primero, un outsider y exguerrillero y la segunda, por ser mujer negra. Esas dos circunstancias resultan inadmisibles y profundamente molestas para millones de colombianos que se acostumbraron a ver a una derecha excluyente, racista, arribista, clasista, mafiosa y corrupta.
Insisto, 100 días de gobierno apenas si alcanzan para tomarle una fotografía al ejercicio del poder. Sin embargo, la imagen tomada hasta hoy permite pensar en que, de seguir las temerarias acciones mediáticas contra el gobierno en un contexto económico mundial desesperanzador, lo que haga bien la actual administración, poco espacio tendrá en las tribunas informativas; por el contrario, todas las acciones que toquen los intereses de la “vieja” clase dominante, será magnificado y evaluado negativamente, apelando a los viejos fantasmas del “castrochavismo” y a la sempiterna frase “se les advirtió”.
Germán Ayala Osorio
Foto tomada de: https://www.semana.com/
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