La pareja de quien les hablo vive en casa prestada por un familiar o amigo ausente; sus dos hijos, varón y hembra, salieron el año pasado a Montería y Medellín en busca de trabajo y alguna posibilidad de estudio. Aunque sabe desmontar, preparar la tierra para cultivos, limpiar represas, fumigar potreros, ordeñar y hacer corrales para el ganado, los jornales son cada vez más escasos y baratos… mientras ella, su compañera, hace galletas de limón, lava, plancha, cocina, cuida casas, cría pollos y organiza rifas en medio de una numerosa y ardua competencia por la sobrevivencia.
A veces, en medio del desespero, hablan de salir, buscar otros destinos, pero no saben dónde ni cómo hacerlo. Desde que tienen uso de razón su modo de vida y razón de ser la han determinado otros sin contar con su consentimiento, bajo un control férreo, violento y arbitrario.
Recuerdan la guerrilla del Ejército Popular de Liberación con sus órdenes, prohibiciones, sanciones y castigos; la avanzada brutal llamada por la población Los mocha cabezas por la forma como mataban, anunciando de esta manera la llegada de los Paramilitares con sus respectivos códigos sociales, familiares y personales de estricto cumplimiento. Cuando negociaron con el gobierno quedaron pequeños grupos que, con el tiempo, algunos de ellos formaron las Autodefensas Gaitanistas de Colombia o Clan del Golfo, en la actualidad la fuerza predominante en la zona.
Ellos, como los anteriores, establecieron sus normas de seguridad, comportamiento, vida social y familiar por una parte y extendieron el pago de impuestos a actividades económicas de todo tipo: agrícola, minería, ganadería, extracción de madera, mototaxismo, tiendas, restaurantes, sitios turísticos, cultivos de coca, prestamos de paga diario o gota a gota con intimidaciones por incumplimiento, distribución y consumo de cerveza, billares, arriendo de tierras, cultivos, puestos ocasionales o fijos en sitios públicos, drogas, circulación o estacionamiento de vehículos y recientemente de manera velada o abierta la intervención en política a través de elecciones.
Es, sin lugar a dudas un grupo versátil, producto de los años vividos, las experiencias acumuladas, la situación del país, el manejo del poder, entre otros, lo que les ha permitido ampliar su dominio, no solo territorial y de defensa, sino al control completo de la economía, la producción, la vida social y familiar, las expresiones artísticas y culturales, la diversidad sexual, la justicia, la seguridad, la libertad y la dignidad en las comunidades donde opera.
Otro ejemplo clave de su capacidad es el manejo que le han dado a la situación de los migrantes del Tapón del Darién que involucra poblaciones de Antioquia, Chocó y Córdoba.
¿Hasta dónde llega este control? Nos preguntamos entre asombrados y preocupados. Estas comunidades han convivido durante cincuenta años con estos grupos antagónicos en lo ideológico pero parecidos en los procedimientos de sometimiento de la comunidad. Algunos cambios son notorios, fáciles de percibir, como la relación entre los miembros de las familias, sus vecinos y parientes cercanos; las reducidas o prohibidas visitas e intercambios de comunicación con las comunidades cercanas; la alta posibilidad de ingreso de jóvenes a esta organización por falta de otras oportunidades; castigo o muerte a quien promueva actividades o difunda ideas contrarias al pensamiento, costumbres e intereses del grupo; miedo o preocupación en la población por enfrentamientos que puedan suceder con enemigos del grupo o la fuerza pública; disminución notoria de fiestas o celebraciones familiares, religiosas y populares, entre otras.
Son grupos que piensan en sí mismos, han formado cientos de jóvenes en la intolerancia, la violencia, actividades ilícitas, delitos diversos, aprovechamientos y corrupción. Han ayudado a empobrecer más a la población con multas e intereses a ventas de calle, talleres de patio, rebusques de casa, entre otros, así como a emprendimientos y microempresas.
El gobierno mientras tanto, con ocasión del proceso de paz con las Autodefensas hace 20 años, mejoró las vías, la salud y la situación de los educadores e impulsó los programas de la tercera edad y familias en acción. El resto lo atienden ellos para su beneficio. Mientras, gran número de padres de familia se sientan en sus taburetes de madera y cuero retorcido alrededor de la mesa desocupada, a pensar lo que deben hacer para conseguir la comida y tener un día sin tantas preocupaciones.
Víctor Negrete Barrera
Foto tomada de: El Colombiano
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