El gobierno de Petro se ha presentado como el gobierno del cambio, pero no del cambio en abstracto, sino del cambio en favor de las clases trabajadoras. Sin embargo, parecería que la gran mayoría de trabajadores no se siente identificada con Petro. Petro se pregunta ¿dónde están los trabajadores? Y los convoca a marchar para defender las reformas propuestas por su gobierno. En una ciudad como Bogotá la convocatoria es respondida por una proporción ínfima de trabajadores; lo mismo ocurre en el país. Según algunos medios de prensa, las marchas de la derecha convocaron a más personas. El hecho es que hay una distancia entre la auto identificación de Petro como gobierno de los trabajadores y los propios trabajadores. Muchos de estos lo ven como un político más y no confían en su palabra. ¿Por qué esta distancia?
A pesar de su insistencia en el cambio Petro no propone realmente cambios de fondo: no es socialista y mucho menos comunista. Aspira a que se garanticen los derechos establecidos en la Constitución y a que los trabajadores tengan mejor educación, salud, servicios públicos y ciertas condiciones laborales, lo cual en las condiciones de explotación predominantes, sería un gran avance. Pero, en el discurso, no es muy distinto a lo que por décadas han propuesto los gobiernos liberales, pero incluso también los conservadores y la derecha del centro democrático. En el fondo el discurso es el mismo: se trata de que 22 millones de trabajadores sigan siendo esclavos asalariados o por cuenta propia, pero ahora con un gobierno que les da un mejor tratamiento para que sobrelleven la esclavitud. Petro, a pesar de sus románticos discursos en escenarios internacionales no propone una sociedad nueva, un nuevo mundo.
El problema de fondo no es Petro. Son los 22 millones de trabajadores. La gran mayoría de los trabajadores quiere continuar dentro del capitalismo, ya sea bajo el trabajo asalariado directo o bajo las diversas formas indirectas de explotación en el trabajo por cuenta propia. Los trabajadores quieren este mundo. A lo máximo que aspiran es a que les paguen un poco mejor, les respeten algunos derechos laborales y les garanticen unos servicios sociales y públicos. Después de décadas de dominio capitalista y de gobiernos favorables al capitalismo, que generan ilusiones en este sentido, la mayoría no confía. La mitad no vota, casi la totalidad no participa en organizaciones políticas o sociales; la mitad que vota en buena parte lo hace por recibir alguna retribución directa. Una parte se ilusiona con algún candidato que parece que si fuera a cumplir con lo que ofrece.
Las rebeliones que se han presentado durante los últimos años son en buena medida conservadoras. Conservadoras del sistema capitalista. Reaccionan a abusos de los gobiernos, pero no buscan en ningún momento cuestionar el orden capitalista. Incluso los movimientos de protesta más fuerte por parte de los jóvenes trabajadores en algunas ciudades buscaban conseguir mejores opciones de empleo. Políticamente los trabajadores han aceptado el sistema capitalista.
El marco mental de la mayoría de los trabajadores se encuentra dentro de las reglas del juego capitalista. Existe una competencia fuerte entre los capitalistas en su lucha por la ganancia y la conquista de los mercados; pero los une su posición de clase y la fuente de sus ingresos, lo cual hace que se unan fácilmente en contra de las pretensiones de los trabajadores. Existe también una competencia enorme entre los trabajadores, que los divide. Es mucho más difícil la unión entre los trabajadores.
Para surgir en el capitalismo, para tener éxito, para ser un ganador, es necesario, idealmente, ser capitalista. Lograr tener negocios basados en el trabajo de otras personas en la mayor magnitud posible. Los héroes dentro del capitalismo son los dueños de Apple, Microsoft, General Motors, Coca Cola, cementos Argos, Nacional de Chocolates, etc. Los ídolos son Luis Carlos Sarmiento Angulo, Julio Mario Santodomingo, Carlos Ardila Lulle, Gilinsky, etc. Muchos trabajadores sueñan con convertirse en capitalistas. Es racional: los capitalistas tienen mucho dinero, lo cual les permite tener enormes propiedades y darse todos los gustos imaginables. Los medios de comunicación promueven y refuerzan esta visión del mundo.
Pero, desafortunadamente, son pocos los que logran la lotería de convertirse en capitalistas. Se dan casos, por supuestos, que son a su vez magnificados por los medios de comunicación y por las facultades de administración privada, dado que sirven de estímulo al sueño de la riqueza en el capitalismo.
Dentro de los que no lo logran hay también jerarquías. En el mundo del trabajo asalariado hay diferencias significativas. En una empresa hay una parte de los trabajadores (una proporción baja con respecto al total) que se encarga de las funciones de dirección, planeación, coordinación, supervisión, control, etc. Estos trabajadores cumplen en nombre de los capitalistas las funciones técnicas y administrativas necesarias para la producción, pero también las funciones de control y explotación sobre otros trabajadores. Son como los capataces negros de sus hermanos negros explotados en la esclavitud.
El sistema premia su labor dándoles mejores sueldos. Pueden ser muchísimas veces superiores a los de los trabajadores en la base. Conforman en Colombia parte de lo que el DANE y el DNP llaman la clase alta y la clase media. Trabajadores que ganan 5, 10, 20 o más millones mensuales, pueden tener un nivel de vida material muy superior a la de sus hermanos trabajadores ubicados en la parte baja de la escala laboral. Pueden comprar una casa decente, tener una finca de recreo, viajar al exterior, comprar ropa fina y objetos de lujo, ir a restaurantes finos, disfrutar las banalidades de Julio Sánchez en la W, etc. Son trabajadores muy cercanos al bolsillo y al corazón de los capitalistas. En su gran mayoría, conservadores y defensores a ultranza del capitalismo.
Este grupo de trabajadores constituye también otro ideal para la gran masa de trabajadores de bajos ingresos. La meta de muchos trabajadores es llegar a ser un empleado en un lugar superior de la escala. Para lograrlo, un camino es la educación: convertirse en ingeniero, médico, odontólogo, economista, contador, etc. Los trabajadores compiten fuertemente. Gastan recursos en su educación. Buscan mejorar sus hojas de vida para lograr ganarse los escasos puestos superiores. Pelean por lograr cargarle el maletín a Luis Carlos Sarmiento. Y algunos lo logran. Personas de escasos recursos, provenientes de familias de trabajadores pobres, son muy capaces y mediante el estudio, el esfuerzo y el ahorro, llegan a ser gerentes de grandes empresas privadas y públicas, o ministros y directores de departamentos administrativos. Su objetivo al llegar a estos cargos es mejorar sus condiciones de vida personal, no trabajar en función del mejoramiento de su clase.
La gran mayoría fracasa en su intento o ni siquiera se esfuerza. Los datos del DANE muestran como la gran masa de trabajadores no logra superar dos salarios mínimos mensuales de ingreso y una proporción enorme ni siquiera alcanza el salario mínimo. Puede que algunos individuos logren dar el salto; la gran masa de la clase permanece en niveles bajos de ingreso.
En cualquier caso, las aspiraciones de la gran masa de trabajadores se enmarca dentro de las reglas del juego del sistema capitalista. Su visión del mundo es competitiva, no cooperativa. Y la competencia somete a la gran mayoría a una vida material precaria, a jornadas extensas de trabajo para obtener unos magros ingresos y por tanto a muy poco tiempo disponible para el estudio, el aprendizaje, el arte, la política, la cultura en general. El sistema capitalista degrada a la gran mayoría de trabajadores y de este modo crea barreras para que puedan adoptar una visión diferente del mundo y a realizar acciones en dicho sentido.
El sistema capitalista domina por tanto en lo económico, en lo político y en lo ideológico, casi por completo. En estas condiciones, como hemos dicho, los trabajadores no quieren salir del capitalismo, en la práctica, aunque no lo reconozcan explícitamente, quieren seguir siendo esclavos al servicio de sus amos.
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: Agencia de Información Laboral
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