El mayo fráncés tuvo impacto en la opinión pública española más o menos politizada, y quizás un poco mayor en Cataluña, especialmente entre los sectores intelectuales y profesionales y en el medio universitario y de Comisiones Obreras. A diferencia del PC francés que fue entre reticente y en muchos casos muy crítico, al límite de la denuncia, el PCE y sobretodo el PSUC, simpatizó con la movilización de los estudiantes, especialmente la militancia. Sin embargo a finales de lo 60 la represión de la dictadura había casi destruido el Sindicato democrático de los estudiantes y debilitado a las organizaciones del PSUC, en la Universidad y CC.OO. Sin embargo seguía siendo con mucho la izquierda hegemónica y con mayor capacidad movilizadora. Su política democrática, unitaria y pacífica tenía un discurso moderado y aparecía ante los estudiantes radicales y jóvenes activistas en algunas fábricas y barrios populares poco revolucionario. En estos años aparecieron o se hicieron más activos organizaciones radicales, muy doctrinarias y en algunos casos con tendencias a la violencia. Algunas escindidas o con vocación “comunista” como el PCI, el PC m-l y FRAP (marxista-leninistas y maoistas), el Movimiento Comunista (maoísta menos dogmático), la Liga Comunista Revolucionaria (troskista), Acción Comunista y OICE (consejistas) Y otras de origen libertario como los MIL, los Che-chos y algunos grupos desgajados de la ORT. Jóvenes más radicalizados, estudiantes o
jóvenes trabajadores en algunas empresas y barrios populares, fueron atraídos por estas organizaciones que proclamaban la revolución y la acción directa, funcionaban con catecismos doctrinarios y en bastantes casos como sectas. Al cabo de un tiempo los militantes se cansaban del ideologismo dogmático y la mayoría rechazaban la violencia por realismo político y por el rechazo de la mayoría de los medios en que intentaban implantarse. A lo que se añadían las confrontaciones internas por ideología o por autoritarismo. Nada que ver con el Mayo francés. Lo que era una movilización imaginativa, diversa y más bien lúdica la referencia de Paris en cambio las organizaciones ultra izquierdistas de finales de los 60 en España eran todo lo contrario. Lo que fue una explosión de ideas e iniciativas en Francia acá en estas organizaciones “revolucionarias” fueron dogmas y proclamas en el vacío. La mayoría de los militantes y cuadros o bien se iban al PCE o el PSUC, o a las organizaciones sociales (como CC.OO., asociaciones vecinales, etc) o simplemente se apartaban de la actividad política.
BR fue seguramente la organización más propia del ambiente o del espíritu del Mayo francés. Nació en setiembre de 1968. Sus fundadores procedían del PSUC, unos fueron separados o expulsados del Partido por expresar ideas de Claudín y Semprún, dirigentes del PCE. Unos años despues Se caracterizó por escaso doctrinarismo ideológico y por bastante realismo político. La acción política en los frentes sociales : Universidades, barrios, escuelas e institutos, fábricas con núcleos sindicalistas combativos, profesionales jóvenes y activos. La acción política se adaptaba a la coyuntura, a las relaciones de fuerza y a las condiciones del entorno. El lenguaje era claro, entendible para la gente y con buen humor dentro de lo posible. El ambiente de los BR acostumbraba a ser optimista, poco dramático y una aroma lúdica como se dio en el Mayo 68. BR nació con algunas decenas mayoritariamente de jóvenes, de menos de 30 años y cuando se desarrolló rápidamente a inicios de los 70 integró cuadros más veteranos la mayoría no superaban los 40. BR apareció como algo fresco, con ideas mezcladas. Se evitaron casi siempre el conflicto ideológico. Y cuando percibieron que el franquismo se hundía y la ciudadanía empezaba a movilizarse una gran parte de la organización de Cataluña de BR optó por el PSUC, el cual fue el promotor de la “Assemblea de Catalunya” como marco movilizador del combate democrático. La historia del BR con aroma del Mayo francés terminó a mediados de 1974.
El fin de BR no provocó inicialmente el desencanto, fue una opción realista. De mantenerse se hubiera tendido al “vanguardismo” sin una base social amplia, fuera del escenario político e institucional y sin llegar a la opinión pública como ocurrió con las organizaciones izquierdistas. Aportó cuadros políticos y sindicalistas, profesionales y universitarios al PSUC el cual en los años de la transición fue tan potente como los socialistas y el centro derecha (UCD, Convergencia). Y contribuyó más específicamente a la integración de una parte importante de “Cristianos por el socialismo” con su líder Alfonso Comín. También dió bases teórico-políticas y una práctica más desarrollada del derecho a la ciudad, la explotación mediante la desigualdad de la reproducción social y la movilización barrial, reivindicativa y política. Y relativizó la ideología “comunista o marxista-leninista” mediante la radicalización de la democracia y el pluralismo de las ideas que se concretó como “eurocomunista”, un concepto además de vago, demasiado próximo a la socialdemocracia para gran parte de la militancia tradicional y demasiado “comunista” para ser considerado como no del todo democrático para la opinión pública dominante. Paradójicamente el proceso democratizador impulsado desde la sociedad por el PSUC (y el PCE) fue relativamente marginado por el sistema de partidos, por la derecha y los socialistas. Se creó una democracia representativa oligàrquica y se mantuvieron en el poder político-administrativo y económico gran parte de las ideas y los aparatos del franquismo. Si no se hubiera suicidado el PSUC hubiera podido ser una fuerza política como un BR a gran escala y habría removido las aguas turbias y estancadas de la democratización en gran parte frustrada.
El desencanto y la nostalgia del Mayo 68 de las decenas de centenares de miles, la mayoría jóvenes, se inició el mes de junio del 68. No fue la revolución deseada pero revolución fue real, removió la sociedad y las instituciones, se aprobaron leyes significativas como el aborto, se aumentaron los salarios hasta el 35% de los trabajadores, los estudiantes fueron reconocidos por las autoridades, la ecología se hizo política, etc. Y en 1981 las izquierdas conquistan la presidencia con Mitterrand y con un programa “Ruptura con el capitalismo”. Hubo un nuevo desencanto, pero hubo progresos sociales y políticos, como la descentralización. La nostalgia siempre acompaña a las izquierdas, como la esperanza.
En España el avance que representó la democracia representativa una vez consolidada en los años 80 frustró la continuidad del avance de una democratización profunda, republicana y depuradora de los aparatos continuistas, como la Judicatura y que ahora se ha hecho patente. El malestar creciente arraigó entre la juventud y explotó con el 11 mayo de 2011. En España fue un momento histórico de politización de decenas de miles de jóvenes tanto en los barrios y empresas como en las universidades y los colegios profesionales. El final del franquismo y la transición no fue todo lo que queríamos pero tampoco fue el continuismo de la dictadura. Las generaciones jóvenes no conocieron el franquismo y como en el mayo francés lo conseguido les parecía, con razón, que no era suficiente. El presente era precario, el futuro incierto, el reconocimiento por parte de las elites no se les reconocía. La injusticia social, la corrupción y el fraude de la política institucional y del poder económico y el creciente autoritarismo represor provocaron la reacción de los “indignados”. Les habían secuestrado las ilusiones, las encontraron saliendo juntos a la calle.
¿Hubo influencia esa generación en la política actual? El 15 M, los indignados, la emergencia de nuevas fuerzas políticas, la diversidad de las movilizaciones sociales y culturales, el independentismo catalán, el internacionalismo solidario de tantas ongs, etc son un equivalente del 68 y años posteriores. No creo que haya un vínculo ideológico, político o organizativo entre el 68 y el presente. Cada momento histórico y cada generación política tiene que inventar su proyecto colectivo. En el 68 promovieron cambios en la vida de la ciudadanía aunque el discurso político revolucionario era como máximo un mito movilizador. Actualmente hay movilizaciones culturales y sociales existen pero tampoco tienen proyecto político, por lo menos no es hegemónico ni mucho menos. Pero a medio término se irá construyendo, por lo menos es de esperan. Sin esperanza no se resiste.
Jordi Borja
Foto tomada de: El Comercio
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