Esa novedad histórica, notifica a los tradicionales dueños del poder, que su acostumbrada pasarela en este ritual que se repite cada cuatro años, dejó de ser su privilegio, porque, en adelante, será compartida con los y las de abajo, los excluidos y marginados, la gente del común que, después de siglos de marginalidad y exclusión, decidieron intervenir en política y disputarse los escenarios en donde se toman decisiones que afectan su vida y la de sus familias.
Es la primera vez en la historia que, por convocatoria del mandatario elegido, el acto de posesión, en lugar de ser un suceso que el pueblo solo podía ver por televisión, se convirtió en un carnaval de la alegría y un festejo de victoria, en el que más de cien mil personas colmaron la plaza de Bolívar de Bogotá y sus alrededores y cientos de miles ocuparon plazas y calles de ciudades, pueblos y veredas en todo el país, para inaugurar una nueva etapa de nuestra historia política, con el inicio de un gobierno democrático con apoyo popular, en el que las masas han cifrado su esperanza.
La masiva celebración no fue, como afirmaron perversamente algunos medios, la instalación de un nuevo modelo de democracia plebiscitaria tipo “estado comunitario” de Uribe, sino un mensaje a la corrupta clase política tradicional, representada tanto en los voceros de la extrema derecha, como a la derecha tradicional representada en algunos ministerios y sus mayorías parlamentarias, para notificarles que el presidente, ante un eventual deterioro de la amplia alianza conformada, que ponga en riesgo el trámite de las reformas democráticas anunciadas, convocará el respaldo del pueblo en las calles y las plazas públicas para ejercer pacífica y democrática presión social, por hacer realidad el programa del Pacto Histórico y los cambios prometidos, sin maquillajes ni orangutanes que los minimicen o las anulen.
Al mismo tiempo, es una notificación al gobernante de que, si las promesas no son cumplidas, la voz de la democracia hablará en las calles y las plazas públicas para exigir que se cumpla lo que el pueblo respaldó con su voto mayoritario en las pasadas elecciones.
Al momento de ingreso de Gustavo Petro y Francia Márquez a la Plaza de Bolívar, más de cien mil seguidores y seguidoras, al unísono gritaron consignas de “si se pudo” “Duque Chao, Chao, Chao, “Uribe paraco el pueblo está berraco”, “fuera Duque”. Bien lo dijo el periodista investigador Gonzalo Guillén en su trino: “Ni la caída del dictador Rojas Pinilla había alegrado tanto a Colombia como la salida de Duque”. Gran ovación retumbó en la colmada plaza, al momento de la toma del juramento por parte del presidente del Congreso, quien cedió la imposición de la Banda presidencial a la senadora María José Pizarro, hija del asesinado líder del M19 y firmante de la paz en los años 90 del siglo pasado, Carlos Pizarro.
Ya posesionado, Gustavo Petro dictó su primera orden; “Como presidente de Colombia solicito a la casa militar traer la espada de Bolívar”, “es una orden popular y una orden de este presidente” y la espada llegó. Así, sentó precedente de autoridad, al tiempo que desautorizó la última torpeza del infantil, fraudulento, incompetente y corrupto subpresidente Duque, quien, fiel al talante autoritario de su presidente eterno, decidió no permitir la salida de la espada del Palacio de Nariño. La presencia de la espada del libertador, más allá de la conexión con el robo y la devolución de la misma por el antiguo movimiento guerrillero, que malintencionadamente quisieron darle los medios de comunicación oficiosos del establecimiento, es emblemática representación de la unidad y el espíritu bolivariano de los pueblos latinoamericanos, además de la rebeldía y el sentimiento libertario de nuestro ejército patriota y revolucionario bajo el mando del libertador, que pervive en la cultura de nuestro pueblo; es además, símbolo de paz, reconciliación y democracia.
Tal alegoría fue corroborada con su saludo y agradecimiento a los mandatarios y diplomáticos presentes y su convocatoria a la unidad de los pueblos latinoamericanos: “Agradezco la presencia de presidentes, presidentas y otros representantes de los pueblos hermanos de Latinoamérica y del mundo… Hagamos realidad esa unidad con la que soñaron nuestros héroes, como Bolívar, San Martín, Artigas, Sucre y O’Higgins. No es una utopía ni es romanticismo. Es el camino para hacernos fuertes en este mundo complejo”. Más de cien mil personas emocionadas celebraron con atronador aplauso y corearon “Aleeerta, aleeerta que camina la espada de Bolívar por América Latina”. Clara postura de su alineamiento con el multilateralismo que retoma fuerza entre nuestros pueblos hermanos y sus gobiernos progresistas.
El momento en que Petro pronunció su juramento causó gran agitación en la multitud que colmaba la Plaza de Bolívar “Juro ante dios y prometo al pueblo cumplir la Constitución y la ley” la gente irrumpió en una ensordecedora ovación, acompañada del coro “Petro… Petro… Petro…”. Pero, quedará para la historia que, por primera vez, el presidente tomó juramento de posesión a su vicepresidenta. Cuando Francia Márquez levantó su mano retumbaron en la plaza los aplausos y el coro “Fraaancia… Fraaancia… Fraaancia…”; ella permaneció con la mano levantada hasta que llegó la espada de Bolívar a la plaza y, a la pregunta de rigor, respondió: “Juro a Dios y al pueblo cumplir fielmente la constitución y las leyes de Colombia. También juro ante mis ancestros y mis ancestras, hasta que la dignidad se haga costumbre”. Con nueva ovación la premió el pueblo.
Este novedoso acto es de extraordinaria simbología. Significa, ni más ni menos, que la presencia de una mujer negra, raizal y palenquera, lideresa social, antirracista y ambientalista, que irrumpió en la política como gran revelación y con gran fuerza, que además de representar a la comunidad afro y a los nadies y las nadies, no será como invitada de piedra, ni figura decorativa, sino vocera de su gente y del 52% de la población, que ha llegado a compartir el ejercicio del poder político con los hombres. Símbolo que ratificó el señor presidente al conformar paritariamente su gabinete ministerial y demás altos cargos en el ejecutivo. Hechos de gran contenido anti patriarcal del gobierno que comienza. Francia representa al pueblo que jamás había tenido voz, ni poder alguno.
De gran contenido simbólico es también el discurso pronunciado por el presidente, cito algunos de sus mensajes: “Cumpliremos el Acuerdo de Paz, seguiremos a rajatabla las recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad y trabajaremos de manera incansable para llevar paz y tranquilidad a cada rincón de Colombia. Este es el Gobierno de la vida, de la Paz…” Mensaje que da sentido y pertinencia a buena parte del amplio contenido de su programa de profundas reformas democráticas indispensables para avanzar hacia una paz que perdure, reforma tributaria para que los mas ricos paguen los impuestos y no eludan ni evadan, “redistribución de la riqueza que desnaturalice la desigualdad y la pobreza, reforma educativa y educación gratuita de calidad ligada, ligada al desarrollo de la ciencia y la tecnología, para una economía basada en el conocimiento, la producción y el trabajo productivo, reforma a la justicia para perseguir y castigar la corrupción a todos los niveles, salud gratuita y de calidad, empleos dignos, agua potable, pensiones dignas, combatir el hambre y construir soberanía alimentaria, para que niños, niñas y adolescentes puedan consumir los nutrientes necesarios, igualdad de género, de oportunidades y de salarios para las mujeres, combatir el crimen con el rigor de la ley, entre otras tantas.
Dos mensajes clave a los países de alto capitalismo, principales responsables de la emisión de gases de efecto invernadero, el primero, su “disposición a avanzar a una economía “sin carbón y sin petróleo” y les propone “cambiar deuda externa por gastos internos para salvar y recuperar nuestras selvas, bosques y humedales”, principalmente la selva amazónica, “para impedir que la crisis ambiental llegue al punto de no retorno y la vida se extinga”. El segundo, a los Estados Unidos, le propone que acepten que su política “de guerra contra las drogas ha fracasado”, que los Estados han cometido crímenes contra millones de jóvenes latinoamericanos y centenares de miles de jóvenes norteamericanos que han muerto por sobredosis, que es la hora de una nueva convención internacional que sustituir esta guerra por “una política fuerte de prevención del consumo”. Se cuido de decir que lo que procede es cambiar esa política criminal y de muerte por la legalización y la comercialización regulada de la cocaína y la marihuana, para encausar su utilización en el desarrollo de industrias como la farmacéutica y la textilería, tal como lo propone, sin rodeos, nuestra vicepresidenta Francia Márquez Mina.
José Arnulfo Bayona, Miembro de la Red Socialista de Colombia.
Foto tomada de: El Colombiano
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