La sentencia gaitanista resume lo que ha sido la política colombiana exterior, e interior, desde entonces. Pasando por el envío de tropas criollas a defender los intereses norteamericanos en Corea; el alineamiento con los gringos en la guerra fría, poniendo la nación a militar en la teoría del enemigo interno, según la cual un campesino colombiano en el Caquetá es un enemigo, mientras un gringo bombardeando aldeas en Vietnam es un amigo. Esa teoría del enemigo interno ha ocasionado más de un millón de homicidios entre colombianos y, ya trascurriendo la tercera década del siglo XXI, sentencia a los líderes sociales.
Turbay Ayala, quien logró la más perfeta simbiosis de corrupción y represión, respaldó a Inglaterra contra Argentina en la guerra de las Malvinas, siendo Colombia el único país del continente (además de EEUU) que cometió semejante deslealtad. Uribe apoyó la invasión de Irak, con sus premisas falsas, y Duque respaldó irrestrictamente los crímenes de Donald Trump en el mundo.
Israel es EEUU en Oriente Medio, no falta quien señale que EEUU es Israel en América, por lo cual la postura del gobierno colombiano ha sido la de respaldar la ocupación israelí a Palestina, y todos sus desafueros, siendo el gobierno colombiano uno de los primeros en venderles armas para matar árabes. A la fecha hay tropas colombianas en la península del Sinaí, como garantes de los acuerdos de Camp David, firmados entre Egipto e Israel, en 1978.
Colombia se ha surtido de productos bélicos hechos en Israel, como los aviones Kfir, ya obsoletos y casi todos en tierra, cuya repotenciación representa riesgos para los tripulantes. También se ha instalado en Colombia la fabricación de fusiles Galil, una versión israelí del Kalashniskov soviético, cuya versión colombiana ha mejorado mucho la copia del Medio Oriente, según los entendidos. Otros adminículos para matar gente son importados de ese país, pero la parte de la “cooperación” colombo israelí que deviene en macabra es la asistencia de mercenarios sionistas, como Rafi Eitan y Yair Klein, en operaciones de exterminio contra opositores, como el genocidio del partido Unión Patriótica, las operaciones ilegales del Ejército Colombiano especialmente contra civiles, y la estrategia de terror del paramilitarismo. El mismo
Carlos Castaño, jefe paramilitar, en su autobiografía, confiesa que su formación en Israel le aportó para armar la maquinaria de aniquilación.
Así, ante el impase diplomático surgido por el rechazo del presidente Gustavo Petro a la vendetta judía ante el ataque de Hamás, matando civiles en Gaza, anuncia el gobierno del sionista Benjamín Netanyahu la suspensión de las exportaciones en “seguridad” de ese país al nuestro, lo cual se puede considerar una ganancia diplomática.
En un sentido similar, si Colombia deja de ser el Israel de América, con sus posturas contra los intereses de la región, su exportación de sicarios y mercenarios, o permitiendo el uso del territorio para atacar a los países vecinos, hay ganancia moral para este país. La contraprestación que ha recibido la sumisión de Colombia a los Estados Unidos, ha sido mantener y aumentar el latifundio, pese a lo anticapitalista, el cohonestar con la violación sistemática de los Derechos Humanos por los cipayos colombianos, o la aquiescencia con los carteles del narcotráfico, si se alinean con la política exterior norteamericana, como en el caso Irán Contras, o aval a ciertos narcotraficantes de su listado para que se conviertan en gobernantes… Es saludable no recibir más estas retribuciones.
Una vez más, los viudos del poder se rasgan las vestiduras ante el cambio en la política diplomática de Colombia, o mandan cartas autodenominándose “personalidades”, al mejor estilo del supremacismo sionista, firmadas por sujetos recordados por grandes latrocinios, como Odebrecht, Reficar, Chambacú, la estafa de los bonos de agua, o la triple A barranquillera, entre otros, reclamando más de lo mismo. A ellos hay que recordarles que, en 2022, el electorado votó por el cambio y no para dejarlo todo igual, como gimen; que las relaciones internacionales están dirigidas por el presidente de la República, como ordena la Constitución Política en su artículo 189, y no por los expresidentes, exdiplomáticos, o validos nostálgicos. Tampoco por la prensa corporativa, y no se puede aceptar que se llame antisemita a quien no respalda el terrorismo sionista.
Enhorabuena se establecen relaciones de igualdad con la comunidad internacional. Enhorabuena hay un gobierno que define su política exterior desde el acatamiento del Derecho Internacional Humanitario, y la autodeterminación de los pueblos. Enhorabuena hay un gobernante colombiano que asume liderazgo propositivo en temas como manejo del cambio climático, cambiando deuda por cuidado planetario, o nuevos enfoques en la lucha antidrogas. Aunque algunos bloques de poder siguen el dictado norteamericano, las ciudadanías del mundo llenan las calles expresando el mismo sentido de la diplomacia colombiana.
La actual diplomacia colombiana nos da un plus de ganancia, pues, en mundo que se precipita a la guerra, nos convierte en abanderados de la paz como valor universal, nos aporta calidades éticas que nos pueden mejorar como colombianos en la superación de nuestra conflictividad, en mantener la subregión americana como libre de guerras, así como hacer de los ciudadanos colombianos dignos ciudadanos del mundo.
Cuando se está definiendo una nueva multilateralidad, con dos bloques de alianzas internacionales que cada vez se acercan a chocar en una confrontación mundial, postular la militancia en el bloque de la paz mundial es una decisión que la humanidad debe agradecer al presidente Gustavo Petro.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: BBC
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