Alguna vez le preguntaron al famoso poeta, cuentista y ensayista Jorge Luis Borges, cuál era su música preferida, y el contesto con el desaire que muchas veces lo caracterizaba, diciendo: “a mí no me gustan sino las marchas militares”. A lo mejor, esto lo expreso “el otro Borges” o uno de tantos a los que el bardo le endilgaba ciertas opiniones delicadas o también profundas. Y, en consecuencia, a muchos les puede traer esta expresión a la memoria, cierta proclividad del escritor argentino por las dictaduras de Videla y Pinochet; por lo menos evidenciadas en un par de almuerzos, mundial y famosamente criticados. A lo mejor, por ser calificado de derechoso, no se le concedió el Premio Nobel de Literatura, cuya geopolítica académica es bien conocida; y ya se sabe que en este trabajo discriminatorio tuvo mucho que ver el lector en español de ese cenáculo, el especialista Artur Ludvinsky. Sin embargo, en medio de muchos reconocimientos, valga la pena citar que recientemente al escritor cubano Rafael Molano Solano se le concedió el Premio Príncipe de Asturias, por el tratamiento de este tema en su documentado ensayo “El Nobel Ausente”. Pero regresando a la música, a este guerrero de las letras, le fascinaban las espadas, los cuchillos y los malevos, como se puede apreciar en muchos de sus cuentos y en sus milongas incluidas en los libros “Fervor de Buenos Aires” y “Luna de en frente”. Y su amor y conocimiento del tango quedaron consignados en su biografía de Evaristo Carriego y en las cuatro conferencias rescatadas y publicadas póstumamente bajo el titulo simple y contundente de “El Tango”. Sus milongas de cuchillos, camorristas y muerte se las adorno el profundo bandoneón de nuestro iluminado Astor Piazzola.
Y hablando de las marchas militares, simplemente debemos regresar a los años de nuestro bachillerato; en los cuales era un honor para muchachos y muchachas, pertenecer a las llamadas Bandas de Guerra de los establecimientos educativos, y así poder desfilar por las calles y los pueblos tocando diferentes aires marciales y después otras tonadas, para disimular el aire de guerra de esta parafernalia que a todos nos conmovía y llenaba los andenes con padres de familia y otros vecinos que admiraban y aplaudían el paso marcial de los escolares. Justamente, a esto hace alusión un pequeño ensayo el escritor Andrés Salamanca, para una revista de Mindefensa, y en el cual nos topamos, increíblemente, con la siguiente consideración:
“Los humanos somos seres musicales, desde los albores de nuestra especie hemos hecho música, el simple choque de nuestras palmas, el sencillo golpeteo de un palo contra otro hasta los refinados instrumentos que tenemos hoy en día. Disfrutamos de innumerables estilos musicales, las madres arrullaban a sus hijos con canciones de cuna, tarareamos canciones a lo largo del día y se tocan acordes en los funerales como la tradicional JAPS y su melancólica trompeta o amazing grace con las tradicionales gaitas escocesas” (“La Música y la guerra”. Mindefensa.gov.co).
Esto nos recuerda que la gran poesía épica clásica, era básicamente cantos de guerra o sobre las guerras. Anotemos que en esa línea están La Ilíada y los 24 cantos conocidos como La Odisea, atribuidos a Homero, y la Eneida de Virgilio. Pero el tema es mucho más antiguo y menos elaborado musicalmente hablando. Ya el Premio Nobel de Literatura, el novelista y ensayista Elías Canetti nos ilustra en forma extensa en su magna obra “Masa y Poder”, acerca de los gritos, las ordenes marciales, los instrumentos primitivos como los simples tambores y las danzas de guerra, entre los pueblos nativos de África, Asia y Oceanía. Es decir, se trataba de todo un rito el cantar, tocar y danzar antes de ir a la confrontación física para el ataque o para la defensa. Y ya en tiempos bíblicos, que tal el fenómeno acústico y bélico, en el cual las murallas de Jericó se derrumban a punto del sonido estruendoso de las trompetas.
En esa antigüedad clásica, la relación entre la música y la guerra es evidente, y dentro de ella, el papel de la trompeta fue fundamental, como lo vemos en el siguiente apunte:
“Cuan sonora se oye la voz de la marcial trompeta, que el arma toca en la ciudad que sitia poderoso enemigo, tan aguda entonces resonó la voz de Arquímedes” (HOMERO, La Ilíada. Librería Castellana. París. 1848. P. 218)
Pero pasando a algo mucho más prosaico, preguntémonos cuantos millones de personas humildes no han escuchado en bares y cantinas “El Corneta”, esa icónica pieza musical en la inolvidable voz de Daniel Santos; que se refiere al recluta común y corriente y a las ordenes que se le dan a toda hora con el sonido de ese sencillo y antiquísimo instrumento. Ella reza: “Te metiste de soldado y ahora tienes que aprender”. Pero es la misma trompeta que iba adelante en el Ejercito Libertador de la Independencia, tocada por llaneros e indios que combatían a al lado de Simón Bolívar. El mismo San Daniel, cuando se alisto como enfermero para servir en los campos europeos de la Segunda Guerra Mundial, entono para siempre, en la memoria musical de todos los latinoamericanos, su famosa” Despedida”; la misma que le vimos cantar ya viejo y arrodillado, en el recién inaugurado Coliseo del Café en Armenia, acompañado nada más y nada menos que por la Sonora Matancera, el Decano de los Conjuntos de América, como se le conoce y se le reconoce. Al respecto debo decir que también me emociona la versión de Bienvenido Granda “El bigote que canta”. Pero Daniel estaba ahí, con su inigualable estilo, diciéndonos al oído:
“Vengo a decirle adiós a los muchachos
Porque pronto me voy para la guerra
Y aunque vaya a pelear en otras tierras
Voy a salvar mi derecho, mi patria y mi fe”
Y al unísono se despide, como muchos ayer, hoy y mañana, de su madre, su amada y sus amigos; que nunca los olvidara en esas trincheras de destrucción y muerte. Allí les canta a tres motivos, que han sido demasiado tratados por la filosofía política de todos los tiempos; o que simplemente ha sido excusa para muchos: el derecho, la patria y la fe. O las leyes, la nación y la ideología.! ¡Vaya teórico cantante Don Daniel!
Aun veo a muchos jóvenes campesinos, pueblerinos y de barrios populares, que son la carne de cañón de los conflictos y las guerras, bebiendo hasta la saciedad, mientras escuchan el disco “El Centinela del Batallón”, ya sea en la versión de Los Cuyos, los Cuyitos o Los Relicarios. Ahí quedaban tendidos en las mesas mientras “gozaban” de asueto.
Casi en todos los poblados latinoamericanos, y por supuesto en sus bares y cantinas, han retumbado las rancheras herederas de la Revolución Mejicana, donde se le canta a guapos, a mujeriegos y a jugadores. En muchas se habla de Pancho Villa, Gabino Barrea, Juan Charrasqueado y que no decir de “El Ojo de Vidrio”, que robaba y asustaba a las mujeres por toda la geografía de los ranchos mejicanos. Y, gracias a esa tradición, la hoy llamada “música norteña”, le canta precisamente a la tragedia del inmigrante, a los logros de los narcotraficantes y mulas y al desafío al norte poderoso y consumidor de las drogas que ilegalmente se exportan desde México, provenientes de Colombia y otros lugares. Que no están muy lejos de las rancheras y corridos que le escuché a guerrillos y raspachines en el Meta y en el Guaviare. Esa es la música de la guerra de la coca. También es muy diciente la canción colombiana “Campesino Embejucado” de Oscar Humberto Gómez Gómez; pues ante las presiones de toda índole, en una Colombia de fuego cruzado, se reivindica la neutralidad de nuestros moradores del campo, no alineados a la violencia que hemos sentido, desde la bipartidista, hasta la marimbera, la cocalera, la paramilitar y la guerrillera, pasando por las actuaciones desastrosas de nuestras fuerzas militares y policivas.
Entrando más acá en este tema dual que hoy nos ocupa, hagamos someramente el siguiente registro de piezas musicales hechas para las guerras de nuestro tiempo o relacionadas con ellas:
“Ejército blanco, barón rojo”. Canción de la guerra civil rusa de 1920, cuya música es de Samuel Prokass y la letra de Pavel Grigoriev.
“Its a long way to tiperary”. Canción muy conocida en la Primera Guerra Mundial y cuya autoría es de Jack Judge y Harry Wiliams.
“A las barricadas”. Pieza de 1883, del poeta polaco WecOEaw SeiOEciki; pero cantada por los anarcosindicalistas españoles durante la Guerra Civil Española.
“One”. Tema de Metálica. Que cuenta los horrores que sufrió un soldado en la Primera Guerra Mundial, en la cual perdió sus extremidades.
“Onola Gay”. De 1980, cuando el grupo británico de techno Manio Blues Orquestales en la Oscuridad, publicó su maravillosa canción, que toma su nombre del superbombardero Boeing, que lanzó la bomba en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945.
“Al compás del rio Kwai”, que es canción, banda sonora y película; para recordar los sucesos inhumanos durante la construcción del ferrocarril en Birmania entre 1942-3 en plena II Guerra Mundial; por órdenes japonesas a los prisioneros británicos. Es conocida como La Marcha del coronel Bogey y es la banda sonora de Malcolm Arnold. Pero para nosotros la versión más bella se le debe a la colombiana Alba del Castillo; conocida como El Ruiseñor de América (Medellín 1935-1971).
“Las voces de los pájaros de Hiroshima” en la inolvidable voz de la soprano argentina Gina María Hidalgo; que es todo un homenaje lírico y poético a aquella ciudad destruida por las bombas atómicas del ejército norteamericano, justamente cuando ya había terminado el conflicto; en un acto de crimen de lesa humanidad.
Igualmente existe una pieza de jazz sobre la paz, del músico norteamericano John Coltraine, que se escucha en el documental sobre su vida y su obra, en el momento de hacer un homenaje floral a las víctimas allá en el japón.
“Dirty”. De Cristina Aguilera; que paradójicamente ha sido usada por los soldados norteamericanos que torturaban a los prisioneros de guerra musulmanes en la cárcel de la base de Guantánamo, en Cuba. Cuando sonaba día y noche los presos se golpeaban la cabeza en sus mazmorras, hasta estallar de desesperación.
El musico, cantante y poeta norteamericano Bob Dylan, a quien le otorgaron el Premio Nobel de Literatura en 2016; interpreto alguna vez “Máster of War”, realizando una fuerte crítica al establecimiento. El inspiraría a los Beatles durante la Guerra Fría y contra la Guerra de Vietnam, a componer y cantar “Blackbird” y “Revolutión”; quienes más tarde dejarían un imemorable mensaje de paz para todas las generaciones en “Give Peacea”, “Chance” e “Imagine”.
Aun veo en las pantallas de los televisores y como noticia mundial, cuando físicamente los jóvenes derrumbaban el Muro de Berlín, al iniciarse la llamada Perestroika; al son de “The Wall” de la banda británica Pink Floyd; cuyo video es bien contestatario de todo el establecimiento y fue premonitorio de muchas protestas sociales y criticas estéticas al modus vivendi de occidente; empezando por su sistema educativo y el adocenamiento de los seres humanos; y no solo del comunismo. En esa misma dirección de crítica musical podemos incluir a Status Quo con “In the Armey Now”; y a The Doors con “The Un Knocon Soldier”. Y, por consiguiente, a Guns N´Roses, en su tema “Civil War” y su tremenda critica a las guerras de todo el mundo, a sus consecuencias, a los problemas de comunicación entre los humanos y a la tragedia de los pobres.
El tema “En pie de guerra” del cantautor Joaquin Sabina, quien se ha distinguido por una poética critica, humorística y sarcástica; que no solamente cuestiona las guerras, si no la cotidianidad y el tradicionalismo; como una suerte de picaresca postmoderna. Y Silvio Rodríguez, como uno de los grandes representantes de la denominada Nueva Trova Cubana, en su tema “Cita con los Ángeles”, contribuye a su critica a las guerras en general. Por su parte, en una de sus tantas intervenciones musicales contra las dictaduras latinoamericanas, la magnífica maestra de la llamada Canción Social, la argentina Mercedes Sossa, nos trae “Como la Cigarra”, que es un poema de la poetisa argentina María Elena Walsh, y que se consideró un pequeño himno de esperanza en medio de la oscuridad de las dictaduras de Chile y Argentina. A propósito, me permito recomendar varias lecturas sobre rock-política y contracultura. que son objeto de estudios, investigaciones, libros y artículos hallados en la web (“La Rokpolítica”). Al respecto, existen muchas expresiones musicales en contra de La Guerra de las Malvinas; en aquel día no muy lejano, cuando el dictador argentino coloco a sus jóvenes como carne de cañón ante el Imperio Británico del Siglo XX. También puede verse el pequeño ensayo de Jorge Tole Echeverry “Música y Guerra: Influencias de Nuestras Generaciones” (En: Revista Nova Et Vetera. Universidad del Rosario.Bogota.Vol.6.2020).
En términos sintéticos, valga la siguiente consideración a propósito de la profunda relación sustancial e histórica entre la música y la guerra. La música clásica en sus inicios fue hecha, en su mayoría, para los poderosos; reyes, papas, cardenales, señores feudales y potentados que fungían como mecenas; alejada de los esclavos, los siervos de la gleba, los obreros y los analfabetos. Fue evolucionando hasta volverse muy laica, profesional y autónoma, con la liberación del arte en la modernidad. El jazz surge como un lamento y una plegaria religiosa de los negros discriminados de los EE:UU, hasta universalizarse y ser muy romántica, intelectual y propia de la bohemia cosmopolita. El rock siempre fue irreverente y contestatario desde sus orígenes, tanto en sus temas como en sus estilos y melodías. La salsa se origina a partir de la dura vida social y cultural de los latinos en Nueva York, en medio de los conflictos de los jóvenes entre los barrios marginales, las peleas callejeras, la quema de edificios y los guapos de los guetos; lo que se muestra hasta en las carátulas de las discos ilustradas hasta con revólveres humeantes; y sino que lo digan “Pedro Navaja”, “Juanito Alimaña” y “Pillo Buena Gente”, entre un largo etcétera. El tango nació en medio de la barriada, el suburbio y los lupanares cantándole a los guapos y a los cuchilleros; pero fue evolucionando hacia una música muy poética, romántica y filosófica. La ranchera le ha cantado a pistoleros y jugadores, pero también es muy juguetona y romántica, sobre todo el bolero ranchero. El rap (revolución artística popular), desde un comienzo es contestatario y rebelde en su letra, en su poética y en su ritmo. Y el bolero y la balda son el paño de lágrimas romántico e incluso meloso, de todos los guerreros del amor.
El tango “Dios Te Salve Mi Hijo” ha sido muy escuchado en una Colombia donde la violencia bipartidista y las otras se ha llevado a más de un hijo pobre de familia. “El Barcino”, en tierras del llamado Tolima Grande le ha cantado hasta Tiro Fijo, el veterano dirigente de las FARC. “Natalí” fue disco insignia durante la Guerra fría, cuando un turista francés se enamoró de una guía rusa. “Nieve” es un tango que recuerda el frío de aquellos camaradas que enviaron a los trabajos forzados en las estepas rusas. “Cambalache” es una canción argentina ya universal, que caracteriza muy bien el siglo XX como “problemático y gentil” y cuya ilustración sigue identificando el siglo XXI. Grupos de rock como “Pestilencia”, “Severa Machetera” y “Doctor Krápula”, son insignias de la podredumbre y los conflictos del mundo y de la vida cotidiana. Mientras “Como en la guerra como en los celos” del maestro Manuel Serrat, nos habla de la pérdida de la razón y de la mente nublada en tales conflictos.
Como algo profundamente consolador en términos ya globales, poéticos y ya históricos traigamos a colación la Noven Sinfonía de Beethoven, conocida como La Canción de la Alegría u Oda a la Alegría, escrita por el poeta, también alemán, Friedrich Schiller, que tiene una versión muy popular por Waldo de los Ríos. De esta tomamos apenas los siguientes versos, que han servido para alivio y esperanza de toda la humanidad, precisamente en mementos tan cruciales como los que estamos viviendo ahora con la guerra entre Rusia, Ucrania y los Aliados:
“Ven, canta, sueña, sueña catando,
vive soñando al nuevo sol
en que los hombres volvamos a ser hermanos”
El otro himno de nivel mundial, relacionado con la política, es la famosa Internacional; cuya letra es de Eugene Potier y la música de Pierre Degeyter (1888), que se convirtió en la canción preferida por todos los movimientos obreros, los comunistas y los revolucionarios del mundo; incluso, llegando a ser el Himno de la URSS, hasta la llegada de la Perestroika y el desmonte del comunismo allí y en los países de la llamada Cortina de Hierro. El tema plantea la lucha de clases y la unión de todos los pobres del mundo; pero aquí deseo reivindicar el verso donde habla de la humanidad: “El género humano es la internacional”
En la línea anterior es bueno traer a cuento, que fue en el momento de despedida, que se le hizo en La Habana, al mítico guerrillero internacional Ernesto Che Guevara, cuando el cantautor cubano Carlos Puebla, entono por primera vez la famosa “Hasta siempre comandante” . Esto era cuando se creía en “la creación del hombre nuevo”, en los términos utópicos del Che.
Pero regresando, no a los partidismos, sino a la humanidad, la música y la poesía deseo compartir con los lectores, y posiblemente con los escuchas, la pieza más encantadora de la mexicana Chavela Vargas, titulada “Noche de Boda”. Pues la música mejicana no es solo de pistoleros, de gritos, de machos. Es también juguetona y romántica. Chavela con su voz ronca, sensual y auténtica nos susurra…
“Que el diccionario detenga las balas
Que los que mandan se mueran de miedo
Que ser valiente no sea tan caro
Que ser cobarde no valga la pena
Que las verdades no tengan complejos
Que las mentiras ´parezcan mentiras
Que el fin del mundo te pille bailando”
Y para despedirnos, digamos y cantemos con Gotan Proyec “Queremos Paz”, escrita y musicalizada por Fin y Gieco, y que se encuentra en el álbum La Revancha del Tango. Y para completar, porque no decir: “solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente” en la voz de León Gieco.
P.D. Este artículo es para leer y escuchar. Francisco es Historiador de la Universidad del Quindío y melómano de la Universidad de la Vida.
Francisco Cifuentes
Foto tomada de: María Paz Jaramillo
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