En consecuencia, los riesgos de una mayor destrucción de la biodiversidad son evidentes, de ahí que la meta de la COP15 de recuperar al menos el 30% de la biodiversidad destruida, es una meta inferior cuando los efectos por el calentamiento serán cada vez destructivos y frecuentes, estimulados por la contaminación de los combustibles fósiles y el consumismo compulsivo.
Termina la COP16, y se produce la catástrofe de Valencia por torrenciales lluvias de la DANA (depresión aislada en niveles altos), cuando en pocas horas cayó tanta agua como las lluvias para todo el año. Por el calentamiento global, aunque haya menos lluvias en el año, las precipitaciones serán más intensas, como más intenso será el calor por los impactos de los GEI en la atmósfera.
Es irracional argumentar que en el planeta siempre ha ocurrido este tipo de fenómenos y que estos nada tienen que ver con el calentamiento global y la destrucción de la biodiversidad. A eso coadyuvan las posiciones divergentes o parciales de científicos y de expertos que aducen, por ejemplo, que el problema del agua en el embalse de Chingaza es por culpa de la nivelación del océano Pacífico y del océano Atlántico, sin observar que los “ríos voladores” que traen agua desde la Amazonia a países de Suramérica, entre ellos Colombia, es también otro factor de la crisis de agua que posiblemente vivirá Bogotá como un fenómeno permanente que cambiará la vida, la planificación y el ordenamiento del territorio. Por eso es una bestialidad pensar en una autopista de ocho, diez o doce carriles para conectar la Avenida Boyacá con Chía, destruyendo reservas naturales. Una acción irracional inducida por administradores de la ciudad, dueños de las tierras y urbanizadores. Bogotá y la Sabana no pueden crecer más. Hay que repensar su uso y la cantidad de gente que ahí puede vivir. De la ciudad de los lagos a la ciudad sin agua.
Por eso es importante la decisión de la COP16 de crear una red de 18 institutos de investigación, tres de ellos de América Latina, incluido uno de Colombia (Instituto Von Humbolt) para aumentar la capacidad de los países con el fin de entender y defender la biodiversidad. Igual la decisión de crear un cuerpo científico para definir áreas marítimas en alta mar, ricas en biodiversidad, sin partir de consideraciones geopolíticas. Asimismo, la creación del Fondo Cali para la repartición justa de beneficios por uso de recursos genéticos de países como Colombia que deriva en productos para la salud, y otros usos industriales fabricados en los países avanzados.
Tal vez lo más importante de la COP16 fue la decisión de profundizar en la relación que existe entre biodiversidad y cambio climático que haga entrar en razón a los negacionistas del cambio climático y a los negacionistas neoliberales por los efectos negativos de la mala producción del mercado en la biodiversidad y el calentamiento global y la renuencia a discutir la desmaterialización y una globalización basada en la vida, el equilibrio, la equidad, en la destrucción creativa que incentive la innovación y la creatividad en nuevas tecnologías y nuevos sistemas de sociedad, y la sustentabilidad ambiental.
Hay pocas esperanzas de un mundo mejor con Trump o con Harris. Al fin y al cabo, demócratas o republicanos, en el fondo son lo mismo, como en Colombia son lo mismo liberales y conservadores y las vertientes que de ahí se han derivado en los últimos treinta años, tan espantosas como el laureanismo de mitad del siglo XX.
Pues bien, triunfó Trump, en un momento muy complejo e incierto para el futuro del mundo. Cuando terminó su primer gobierno no había estallado la guerra de Ucrania, estaba lejos la locura genocida que hoy vive el medio oriente, China es hoy más poderosa porque en cuatro años naciones en ascenso pueden hacer muchas cosas no así países consolidados en los cuales en cuatro años no se hace mayor cosa, y el calentamiento global, y la destrucción de la biodiversidad no se veían con la nitidez de ahora. Sin embargo, ese péndulo político de unos años con gobiernos de derecha y otros con gobiernos de izquierda, es una lectura que no tiene mayor sentido cuando se constata una destrucción política, ideológica, intelectual, humana, económica, ambiental, con brechas generacionales de difícil comprensión y entendimiento entre unas y otras. El surgimiento de la ultraderecha que conocemos desde hace un siglo, es una anomalía, pero también es una anomalía la confusión donde las corrientes de la democracia política incluyen el neoliberalismo económico como para parte de su ideología. El centro, no se diga, ensanduchado por el progresismo y la ultraderecha porque la derecha y el liberalismo han sido subsumidos por el ultra fanatismo.
Cuando el experimento comunista cayó con el muro de Berlín, se llevó por delante el estado de bienestar, porque el neoliberalismo lo volvió inmediatamente inviable. De esa manera, la social democracia se quedó sin discurso político, los liberales también, y los demás cayeron en el demoledor pragmatismo de la economía del mercado. Hoy, los desequilibrios se dan en todos los órdenes. Los pobres no parecen tener espacio en la sociedad con iguales derechos a las personas de medianos y altos ingresos, y menos con los mega ricos. Las diferencias económicas son tan abismales que parece imposible frenar la ampliación de las brechas y un disparate de ingenuos cerrar brechas internas, internacionales y globales.
El triunfo de Trump es el triunfo de los negacionistas del calentamiento global y de las consecuencias de la destrucción de la biodiversidad, es en consecuencia el triunfo del pragmatismo individualista de la acumulación, el consumismo y la destrucción. Muy duro la tendrán los progresistas de América Latina, y muy difícil la tendrán los que caigan o reafirmen gobiernos de derecha o donde triunfe la ultraderecha. Al final, lo que queda luego de cuatro décadas de neoliberalismo, es poco espacio para la inteligencia, la creatividad, la justicia social y la soberanía.
La crisis de las ideas que vive el mundo, a pesar de importantes núcleos de pensamiento que tratan de levantar la voz y hacerse escuchar, el poder del planeta, los mega capitales globales, tienen otras ideas para la humanidad. Tal vez, un capitalismo progresista del neobienestar sostenible sea una opción, tal vez la única siempre y cuando haya un cambio cultural que permita los equilibrios más allá de los fallidos modelos matemáticos del mercado.
Las desigualdades, los desequilibrios, los desbalances estructurales, y los desajustes mentales de quienes manejan la producción mundial, son patéticos, y no sabría decir que tipo de revolución debe ocurrir en el planeta para que en un siglo al menos sobreviva una parte de la humanidad que hoy existe.
En Colombia, Petro tiene una responsabilidad monumental. Primero, bajar de la nube la idea del M-19, porque ni el 1% de los 11.5 millones de votos con los cuales ganó, vienen de la inspiración del EME. Esa obsesión molesta a los progresistas que después del Palacio de Justicia no quisieron volver a saber nada del movimiento insurgente. Segundo, no está ejerciendo un liderazgo para organizar al Pacto Histórico como fuerza electoral para ganar en el 2026, y como nueva fuerza política e ideológica que se sostenga y transforme en los siguientes largos años de la incertidumbre por la destrucción de los ecosistemas. Tercero, el discurso de José Antonio Ocampo en la Convención del Partido Neoliberal de Gaviria, muestra que el candidato de centro derecha podría ser él. Sin embargo, salvo las ideas finales de su texto, cuando se muestra como un decidido neoestructuralista, en el sustrato político ideológico para la idea de una nueva nación, no despliega la inspiración que Colombia hoy necesita. Cuarto, la ultraderecha piensa que ya con Trump, cualquiera puede ser el candidato ganador del Uribe Vargas Llerismo, empujado por la Organización Trump.
Al final del día, reflexión, lectura, conversación, mirar más las montañas, las sabanas, las lagunas, los océanos, y el amor, para construir el futuro. El triunfo del fanatismo y la fuerza que despliega en occidente, no se podrá superar con un progresismo que no sea ecosistémico e inspirador. Quiero ver una mujer progresista como presidenta de Colombia en 2026.
Jaime Acosta Puertas
Foto tomada de: Señal Colombia
Jorge Albeiro Gil Panesso says
Quiero ver un pueblo consciente, responsable, comprometido.necesitamos Política científica que nos indique la Estrategia a 20, 30 o 50 años…