Ahora, el gobierno colombiano cejó en su empeño de hacernos creer que somos el país de las maravillas, para ello retorcía estadísticas e infiltraba en medios periodísticos a opinadores contratados para jurar en falso y defender lo indefensable. Ahora tienen una nueva “jugadita”, una marrulla que consiste en, como dice el tango, “hacerse el gil”.
Hacerse el bobo para Duque no representa dificultad, posar de inteligente lo pone a filosofar sobre los siete enanitos. Por eso la respuesta de caricatura que dio al periodista de El Heraldo, cuando le preguntaron sobre el bombardeo del ejército que mato al menos a ocho menores de edad, es la que da a la convocatoria de paro nacional para el 21 de noviembre: ¿De qué me hablas, viejo?
Mientras para Iván representar el tonto es actuación natural, en su jefe Álvaro Uribe resulta extraño papel, porque él quiere hacerse siempre el muy avispado, y sacar ventaja a costa de mentiras, pero la mendacidad se le ha mellado últimamente, por abuso del embuste. Ahora el innombrable también quiere hacerse el gil. Porque ante las razones para convocar al Paro Nacional del 21 de noviembre, sale el patrón a decir que no sabe de qué le hablan, viejo.
Como puede decir una cosa y la contraria, sin sonrojarse, levanta la voz Uribe para decir que no existen razones para el paro, que las mentadas reformas, laboral y pensional, son inexistentes, así como la educación tiene mucha plata, y para qué más. Lo curioso es que el partido que él mismo dirige, el partido de gobierno, fue el que presentó la reforma que él mismo les dictó, y que pretende arrasar con la precaria estabilidad laboral colombiana, el proyecto de ley 212 de 2019, que lleva la rúbrica de Uribe y sus secuaces. Uribe, que hoy se hace el gil, cuando lanzó su campaña electoral en Antioquia pregonó “flexibilizar” la legislación laboral, desaparecer el salario mínimo, e instaurar el trabajo por horas.
La reforma pensional la ha anunciado el gobierno de múltiples maneras, lo ha hecho el ministro Carrasquilla, más presidente que Duque, y con experticia en defraudaciones; la ministra del trabajo, recadera de Uribe de larga data, la ha anunciado, y fue quien dejó para después de elecciones su presentación al congreso. Y la han exigido los gremios en todos los tonos, porque está establecido que L.C. Sarmiento y el Sindicato Antioqueño, la requieren para consumar la mayor estafa al ahorro de los trabajadores colombianos en dos siglos de vida republicana.
Como los comunicados del gobierno salen por medios diferentes al mismo gobierno, anuncian mediadas los gremios, que compraron su participación, y cada tenida gremial plantea, decreta, una reforma al Estado. A favor de ellos y en detrimento del trabajador. Ya que su alianza con el malandraje para tomar el gobierno, tiene la economía cuesta abajo, exigen patente de corso sobre el erario, y sobre el trabajador. Porque el tono de esa alianza entre empresarios y emergentes en el poder tiene el carácter de una guerra de clases, y van por los derechos que durante el siglo XX conquistaron los obreros.
También exigen las reformas, a más de los gremios nacionales, la OCDE, el Banco Mundial, y de seguro el Fondo Monetario Internacional, eso sí, a nombre de hacer eficiente la economía… falta explicar la economía de quién, porque la del que trabaja no es.
También habla el autodenominado Centro Democrático. Que ya se sabe qué dice, aunque ahora se hagan los giles. Pero especialmente hablan los hechos: Un aparato estatal contra los trabajadores, contra los estudiantes, contra los campesinos, contra negros, y contra indígenas.
Entonces aparece Uribe diciendo que no existen razones para el paro, y sí un complot internacional para desestabilizar a Colombia, que resulta como el borrachito que le decía la policía: – No me empuje que yo me caigo solo. La mayor desestabilización que ha sufrido el país es la alianza del empresariado con el malandraje, que tiene como ministros a falsarios con piel de técnicos, competentes solo en atiborrar letrinas.
Pero, acusar la protesta social de ser un engendro venido del extranjero es llamar a la fuerza pública a que de tratamiento de guerra a los manifestantes. Y teniendo en la cuenta que las promociones en las fuerzas militares se vienen haciendo con los criterios de la señora vicepresidenta, para la cual el ascenso de oficiales es un sorteo entre los violadores de derechos humanos, los defraudadores, y narcotraficantes infiltrados en las FFAA, es de esperarse que el Ejército de Colombia se comporte como fuerza de ocupación contra los civiles colombianos.
La otra carta es la paramilitar. Aparecen ahora videos amenazando con actos violentos para la jornada de paro, que vienen del gobierno y de su partido, porque es desde ellos que circulan, y la respuesta es de reconocidos miembros del parauribismo, que anuncian la conformación de una estructura paramilitar contra las protestas, sin que el Estado actúe en defensa de la legalidad.
Y lanzan amenaza sobre Medellín, de concentrar fuerzas paraestatales en la capital de Antioquia, al parecer con complicidad de autoridades locales que mantienen un silencio complaciente. ¿Pretende Uribe hacer de Medellín un Santacruz de la sierra, desde el cual subvertir la nación?
Habla como si el paro fuera asunto de la izquierda, cuando es de toda la ciudadanía. Porque es al que trabaja al que le están metiendo la mano al bolsillo; porque serán los trabajadores de hoy los mendigos de mañana, cuando su pensión de jubilación se la birlen Sarmiento y El Grupo Empresarial Antioqueño; porque es el patrimonio que los colombianos han construido durante un siglo que el pretenden feriar entre traficantes internacionales; como si eso de poner a los pobres a pagar los impuestos que le rebajan a los ricos afectara solo a la Colombia Humana; o como si arrasar los páramos con megaminería, acallando a sus pobladores, y como sí entregar a la voracidad de mercachifles los tiburones, y la fauna marina, afectara solo a Petro, y no a la humanidad; o como si incumplir los acuerdos con los estudiantes fuera un chiste de salón, lo será en el Ubérrimo; o como si irrespetar los acuerdos con el magisterio… o la matazón de indígenas con complicidad de la fuerza pública… o el incumplimiento de los acuerdos de paz… o la restricción a la protesta social… y más, mucho más porque como decía Eduardo Galeano: Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez.
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José Darío Castrillón Orozco
Foto obtenida de: https://www.elespectador.com/
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