La nueva se produjo días después de que se conociera que el ex presidente Álvaro Uribe había cerrado la puerta a la precandidatura presidencial de Óscar Iván Zuluaga quien aceptó la decisión de su jefe político poniéndose a disposición de su colectividad para trabajar con quien esta elija. Su actitud contrasta con la de la ex senadora cristiana Claudia Rodríguez quien se retiró del Centro Democrático por considerar que había llegado el momento de retirarse del Centro Democrático.
De manera casi simultánea se conocían las grandes líneas del programa de gobierno en materia económica de Vargas Lleras y las declaraciones de Iván Duque quien manifestó en una entrevista su descontento por el mecanismo de encuetas que había elegido su partido – el Centro Democrático – para elegir su candidato y que varias propuestas económicas de Vargas Lleras eran similares a las de él.
Hechos como los anteriores llevan a pensar que las alianzas comenzaron a fraguarse y que poco a poco se alinderan las fuerzas en una relación por el momento desigual que favorece a la cabeza de Cambio Radical, en un contexto incierto en el que nada puede asegurarse por el momento.
Desde los comienzos del proceso de selección de candidatos a la Presidencia, se ha aceptado como premisa que para los aspirantes al cargo presentarse a las elecciones sin una coalición sólida es prácticamente un suicidio político. Fue lo primero que anunció de la Calle al proponer una gran coalición a favor de la paz y de la lucha contra la pobreza y la corrupción después de conocerse el resultado de la consulta del Partido Liberal. Se pensó entonces que se sentaban las bases para entablar conversaciones con Alianza Verde, el Polo Democrático y Compromiso Ciudadano para llegar unidos a la primera vuelta luego de haber elegido un candidato único en las elecciones de marzo mediante una consulta popular u otro mecanismo. Se subvaloró la oposición que en el Partido Liberal se había manifestado, liderada por Juan Manuel Galán y Viviane Morales que no abandonan sus aspiraciones presidenciales, a pesar de que no quisieron someter sus nombres a la contienda, ni su animadversión hacia César Gaviria a quien consideran un dirigente parcializado.
Acompañan a Galán, quien aspira a revivir la personería jurídica del movimiento Nuevo Liberalismo – creado por su inmolado padre -, la también senadora Viviane Morales quien cuenta con el apoyo del partido cristiano Colombia Justa Libre, y la hoy senadora Sofía Gaviria quien aspira a construir un movimiento de víctimas independiente de los partidos tradicionales. Junto a ellos personalidades como Alfonso Gómez Méndez, Bernardo Gaitán Mahecha, Juan Manuel López Caballero, Julio Enrique Ortiz, Jaime Pulido Sierra, José Corredor Núñez Eduardo Sáenz Gómez y Germán Arias Ospina.
Paradójicamente, es el Acuerdo de Paz el que abriría posibilidades a la división. En primer lugar, la inclusión de un artículo en la reforma política que se tramita en el Congreso que permitiría a los aspirantes a cargos de elección popular migrar hacia otras colectividades argumentando razones ideológicas. En segundo lugar, lo establecido en el Acuerdo según el cual “el sistema incorporará un régimen de transición por ocho años, incluyendo financiación y divulgación de programas, para promover y estimular los nuevos partidos y movimientos políticos de alcance nacional que irrumpan por primera vez en el escenario político, así como a otros que habiendo tenido representación en el Congreso la hubieran perdido”.
En esas condiciones, con un candidato liberal debilitado por las disidencias y una izquierda fiel a su costumbre de cultivar egos de expertos en dividirse y en restar, la coalición de partidarios de una paz que respete el espíritu de lo acordado en La Habana y ratificado en el Teatro Colón no sería un contendor de peso para los enemigos de la paz y una derecha que sueña con volver trizas lo acordado, lima asperezas y aproxima sus posiciones con el apoyo del capital financiero y los dueños de la tierra.
Esta situación, dibujada a grandes pinceladas, revela un panorama del que se desprende que el camino para Humberto de la Calle es culebrero y que antes que pensar en coaliciones con otras fuerzas políticas de cara a la elección presidencial, le toca conciliar las diferencias internas desde una posición que será atacada desde distintos frentes con el objetivo de envenenar la opinión del público. De hecho, se lo ha presentado como el candidato de las Farc y un promotor de la “ideología de género”, reviviendo argumentos que presentaron los que ganaron el plebiscito encendiendo las pasiones. Como no podían faltar argumentos dirigidos a deslegitimar la consulta liberal, se ha insistido y machacado su costo para la nación presentándola como un capricho del partido y olvidando que las autoridades electorales habían fijado la fecha del 19 de noviembre para que los partidos y movimientos (no solamente el liberal) eligieran sus respectivos candidatos presidenciales, y que a mediados de septiembre el Registrador expidió la resolución que reglamentaba las consultas.
Ciertamente, el espectáculo de la consulta liberal fue lánguido y 40 mil millones de pesos no son una bicoca pero ¿alguien se ha preguntado cuánto vale un apartamento de lujo en Bogotá, por ejemplo, y quiénes o cuántos están en capacidad de comprarlo? Según lo ha publicó la prensa capitalina, las ruinas de la casa de Rodríguez Gacha fueron compradas por el gobierno chino en 49 mil millones de pesos para su embajada. Una ruina.
Es tal vez más importante preguntarse por qué el desinterés de los ciudadanos cuando de elegir sus gobernantes se trata. No hay que indagar demasiado para encontrar la respuesta. Para nadie es un secreto la crisis de prestigio, reputación y credibilidad de los partidos políticos en el mundo de hoy. Los partidos y los políticos se han distanciados del ciudadano, incumplen sus promesas de campaña y para ellos lo importante es llegar al poder, no el ideario ni la fidelidad a sus principios. Los partidos en el mundo se han convertido en maquinarias adaptables para concursar por puestos de elección popular, construyendo alianzas a partir de las necesidades del momento y han dejado de ser organizaciones generadoras de ideas, arquitectas de soluciones sociales y productoras de proyectos de país. Ante el espectáculo pletórico de vanidades que ofrecen es normal que el ciudadano se sienta frustrado, hastiado, enojado y se abstenga de entrar en el ruedo porque cree que todo es más de lo mismo.
La crisis se superará cuando haya mejores partidos y se establezca una lógica más política que mediática, es decir, más democrática y menos pobre de espíritu, más consecuente con los principios que se pregonan. Cuando sean organizaciones serias y no centros distribuidores de avales. La organización, decía Robert Michels, es el arma de los débiles contra el poder de los fuertes. En la vida real, empero, parece que el arma está en manos de los poderosos que la tienen clara.
RUBÉN SÁNCHEZ DAVID: Profesor Universidad del Rosario
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