Desde el comienzo de la campaña, Gustavo Petro y el Pacto Histórico sabían que el cumplimiento de su agenda de gobierno dependía del control del Congreso. Si bien los resultados de la elección para Congreso dieron a la bancada petrista el mayor número de escaños, no alcanzó para conquistar las mayorías, motivo por el cual aquella tuvo que tender puentes con los partidos históricos y con la U. La decisión condujo a una dinámica de negociaciones que ha dado réditos, pero como todo, con un costo para algunos muy alto.
Es claro que el objetivo supremo de Petro es materializar su promesa de cambio que a muchos aterra, pero la realidad lo ha llevado a moderar su discurso para no perder el apoyo de aliados que saben cobrar su adhesión al gobierno. Adoptando una actitud pragmática, el presidente ha preferido repartir cuotas burocráticas, jugar con las reglas establecidas y buscar un balance entre la eficacia y la militancia. Apuesta sensata no exenta de peligros cuando el entorno no es favorable.
Ciertamente, en muy poco tiempo el Gobierno ha logrado ratificar el Acuerdo de Escazú, aprobar el marco regulatorio de la paz total y, sobre todo, la reforma tributaria. A cambio de ello la reforma política ha quedado en veremos.
Tal como lo ha manifestado el mismo ministro del Interior, armar las mayorías en el Congreso no ha sido fácil como tampoco el trámite de cada proyecto de ley pues cada bancada tiene posiciones y propuestas diferentes. También se han presentado momentos tensos cuando algunos ministros han dado declaraciones contradictorias o cuando se recurre al chantaje como en el caso del impuesto a los negocios de las iglesias, hechos que dan lugar a un ambiente de hostilidad que no conviene al país.
Alfonso Prada, ministro del Interior ha declarado que el mismo Gobierno se ha equivocado en sus mensajes al país y que se han cometido errores en sus comunicaciones internas. La realidad, empero, va más allá de simples fallas en la comunicación. Por un lado, hay razones de índole estructural y otras de carácter personal.
En primer lugar, la coalición no se hizo con base en un programa común sino recurriendo a una estrategia que en nada se diferencia de las que han guiado la acción de los antecesores de Petro y que en su momento él tanto criticó. En otros términos, es el producto de una negociación que gira alrededor del reparto burocrático de los puestos. Por ello la lealtad primera de altos cargos es con sus jefes políticos inmediatos lo cual dificulta o deja en la penumbra la necesaria coordinación de quienes están encargados de las políticas públicas, al punto de que en la opinión pública queda la impresión se que muchos altos funcionarios se comportan como ruedas sueltas.
En segundo lugar, a la disparidad del gabinete ministerial se suma la diversidad de fuerzas políticas hoy presentes en el Congreso, con trayectoria social, pero con poca experiencia técnica o política. Cierto es que en ausencia de un programa común se ha impulsado el diálogo como mecanismo conducente a consensos. Sin embargo, y tal como lo reconoció en una entrevista María Fernanda Carrascal, hoy representante a la a la Cámara y quien fuera cabeza de lista del Pacto Histórico por Bogotá, muchos miembros del Congreso no han entendido que ahora son gobierno y no oposición, de modo que se impone un cambio de enfoque mediante el cual las creencias personales deben pasar a un segundo plano si se quiere legislar para que todos los colombianos tengan más derechos y garantías. El Gobierno habla de “diálogos vinculantes” para superar la práctica de los debates, pero es necesario ir un paso más allá y generar compromiso.
Un hecho que no se puede pasar por alto a la hora de mencionar los éxitos del Gobierno Petro es la ausencia de una oposición organizada y sin un líder que la aglutine. Rodolfo Hernández a quien correspondía ser el líder de lo oposición abandonó su cago legislativo; Álvaro Uribe está desprestigiado, con una imagen desfavorable que supera el 50%, al igual que María Fernanda Cabal y Miguel Uribe que en su afán de mostrarse como el que mejor enfrenta al Gobierno se asemeja cada vez más al indescriptible Polo Polo.
Paradójicamente, y con ocasión del debate generado por la reforma tributaria, la oposición más fuerte no provino de los políticos sino de los gremios empresariales. Al punto de que Ernesto Samper llamó a Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, “el jefe de la oposición”.
El comienzo del gobierno ha sido exitoso. No se puede negar. Sin embargo, el panorama que se avizora es más retador que el que ha pasado y la puesta en marcha del programa de gobierno enfrenta desafíos que tiñen de gris el horizonte. La recesión mundial asoma la nariz y el crecimiento del año entrante puede ser cercano a cero; la inflación está en dos dígitos y la devaluación del peso encarece la deuda externa; la ola invernal no da tregua y la infraestructura de país sufre daños graves que afectan la productividad. Lo más agobiante, sin embargo, se relaciona con las huestes que han de enfrentar situación tan complicada: el gobierno perderá varios alfiles muy valiosos y la consolidación del proyecto de gobierno será puesta a prueba.
El próximo año, el ministro de Hacienda, apodado “el adulto responsable”, se retirará cuando se venza la licencia que le otorgó la Universidad de Columbia donde es profesor. Roy Barreras quien ha sido una pieza clave de la coalición como presidente del Senado, ha anunciado su retiro de la vida política al igual que Gustavo Bolívar, una de las cabezas más visibles del Pacto Histórico y férreo escudero de Gustavo Petro. Y como si fuera poco, en 2023 tendrá lugar una nueva contienda electoral para elegir gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles, lo que provocará una lluvia de renuncias para competir en las urnas.
La situación que vive el país hace recordar lo que contestó Colbert, ministro del rey de Francia Luis XIV y controlador general de finanzas cuando éste le pidió más dinero para sus empresas guerreras, quejándose del mal estado de las finanzas. “Sire, le contestó Colbert, dadme buen gobierno y os daré buenas finanzas”. Parece que en el caso colombiano los elementos de la ecuación se invierten: si se quiere cumplir con las promesas hechas al electorado del Pacto Histórico se requiere contar con recursos suficientes y no solamente financieros. El futuro de la reforma tributaria es vital para disponer de una buena bolsa. Así mismo y para darle buen manejo, más allá de una buena comunicación, diálogo, consensos y compromiso se requiere pedagogía, mucha pedagogía para pasar de la militancia al buen gobierno.
Rubén Sánchez David
Foto tomada de: https://www.elcolombiano.com/
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