Los vuelos de salida estaban (e imagino que seguirán así) en completo desorden y los expertos decían que el cielo iraquí estaba lleno de drones. Los creyentes chiíes llegaban ya en millones a la ciudad de Karbala a conmemorar el “arbaín”, mientras las brigadas iraquíes continuaban sus acciones como parte del eje de la resistencia.
Todo gira, como se sabe, sobre el genocidio en curso, lo que recuerda la famosa frase de que no habrá paz en el mundo hasta que haya paz en Oriente Medio y esta no la habrá hasta que la haya en Palestina.
Las tensiones actuales tienen varias áreas de lectura: la agenda del conflicto palestino-israelí, las tensiones regionales y las repercusiones mundiales. Frente a lo primero, recordemos que este conflicto, hoy manifestado en forma de genocidio, tiene, además, una agenda propia, aunque no deja de reflejar intereses regionales y mundiales.
Claro, ningún conflicto es único, a pesar de que ese síndrome (de llamar a mi conflicto “único e irrepetible”) lo he escuchado de birmanos, de kurdos, de sudaneses y de colombianos. Todos tienen elementos comunes, pero también particularidades.
Los asentamientos israelíes no son exactamente novedosos, hacen parte de un modelo de colonización; de la misma manera en que las prácticas genocidas de Israel en Palestina retoman las prácticas de los nazis.
Pero esas similitudes no pueden llevarnos a creer que todo se explica desde un modelo de conspiración o a negar las particularidades, sin permitir matices. Ese afán de igualar nos lleva a conclusiones erróneas: que en Irak no haya armas de destrucción masiva, no quiere decir que en otras partes de Oriente Medio no las haya. Precisamente, parte del reto es leer las diferencias dentro de cada actor.
Israel
Israel no es monolítico, nunca lo ha sido. Pero es necesario reconocer las diferencias frente al modelo económico interno (tensión entre la llamada izquierda israelí y la derecha), frente al papel de la religión en el Estado (entre algunos judíos liberales y los ortodoxos) y frente a los palestinos.
Es un error pensar que la sociedad israelí está en contra de Netanyahu y de sus políticas. Las marchas critican la mala gestión de la guerra, no la guerra en sí; las marchas por la liberación de los detenidos por Hamas no necesariamente plantean un fin de la guerra, sino una salida a la crisis de los rehenes; los demás sectores no son menos sionistas que Netanyahu.
En resumen, el sionismo sigue marcando la lógica política de la sociedad israelí. Leer solo la sociedad israelí de las marchas no permite ver la sociedad que desde sus casas continúa apoyando el proyecto sionista.
La capacidad de Israel está golpeada en lo político, lo social, lo económico y lo militar. Después de 10 meses, sigue sin controlar Gaza; y ante los ataques de Irán y de Hizbollah ha tenido que disminuir su accionar en Gaza, lo que significa su incapacidad para luchar en dos frentes al tiempo.
En lo internacional, la humanidad entendió, por fin, que una cosa es antisemitismo y otra antisionismo; Israel está perdiendo la batalla mediática. En lo jurídico, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) declaró ilegal la ocupación y se apresta a dar órdenes de captura contra la dirigencia israelí.
Parece que su única opción es regionalizar la guerra y, por la misma vía, arrastrar a Estados Unidos al campo de batalla. Sin esa opción, lo que se observa es un desgaste del proyecto sionista con pérdida de territorio en el norte, daño económico, una marcada emigración y la falta de proyecto.
La resistencia Palestina
La resistencia palestina superó, por lo menos mediáticamente ante muchos sectores, el eslogan de “terrorismo”. Unos 14 grupos siguen unidos, tanto en el campo de batalla, como lo reflejan los partes de guerra, como en la mesa de negociación. Hoy, los voceros de los grupos más numerosos (Hamas y Jihad Islámico) insisten en que la unidad es el camino.
Fuentes israelíes reconocen no solo que Hamas está vivo, sino que tiene una capacidad de regeneración de las estructuras militares que han sido golpeadas. El genocidio en curso produce, entre otras cosas, un espacio para mayor reclutamiento de grupos de la resistencia.
Queda también claro que Hamas no pensó esta fase de la guerra como algo de un día; la red de túneles, la fabricación de armas y municiones, la organización durante varios años, el constante envío de cohetes y de realización de embocadas, todo esto apunta a que Hamas y los demás grupos estaban listos para una guerra que se mediría en meses y no en días.
En Cisjordania, otra parte de Palestina ocupada, las expresiones de resistencia armada han sido menores y menos constantes, pero en todo caso relevantes. La respuesta militar de grupos palestinos a las incursiones de diferentes poblados (Jenin, Tulkarem, Tubas, Jericó, Nablus) no es despreciable.
Y, lo más significativo, la internacionalización de la respuesta militar. Hoy no se pueden leer las acciones de los palestinos sin mirar sus aliados en el Líbano, Irak, Siria, Yemen y, por supuesto, Irán.
Lo regional
Las apuestas de las llamadas potencias regionales siguen, más o menos, en lo esperado. Turquía juega a tener un discurso propalestino, aunque mantenga su venta de petróleo a Israel; al final, no olvidemos que busca tener un pie en Oriente Medio y otro con ganas de entrar a Europa; es parte de Asia y a la vez parte de la OTAN. Como me decía un analista libanés, Turquía no está con los palestinos 100%, pero un 30% es mejor que nada.
Arabia Saudita estaba a punto de normalizar sus relaciones con Israel, cuando se produjo la Operación Diluvio de Al-Aqsa (7 de octubre de 2023). Los saudíes han buscado desmarcarse en lo mediático de Israel, pero es conocida su dependencia de Estados Unidos.
Muchas veces más que la agenda palestina, lo que determina su accionar es la agenda anti-iraní. Ve a la resistencia palestina más como un problema que como una expresión política. Por eso, en caso de una confrontación regional, no dudará en tratar de declararse neutral.
Es curioso que Yemen les ha propuesto liberar a los saudíes detenidos en Yemen a cambio de los líderes de Hamas detenidos en Arabia Saudita, pero los saudíes han rechazado la oferta. Eso dice mucho.
Egipto se ha erigido como mediador. Hay un error cuando se ha pensado que este papel de Egipto, acompañado de Qatar, significa algún tipo de poder sobre Hamas y los demás grupos. De hecho, los delegados de Hamas han salido a corregir a los mediadores en más de una ocasión.
Pero Egipto mantiene dos elementos paradójicos. Por un lado, su actitud pasiva frente al control debido de la frontera entre Gaza y Egipto, que ha dejado en manos israelíes. Por el otro lado, hay recientes noticias de que los puertos egipcios han sido vitales para el acceso de Israel a suministros de mercancías.
En el caso de Irán, es innegable su apuesta a favor de los palestinos tanto de manera directa como a través de frentes armados que apoya. Como me decía un vocero iraní: “Hizbollah es hijo nuestro, pero un hijo adulto que ya toma sus propias decisiones”.
El papel de Irán hay que verlo en, por lo menos, tres niveles: sus acciones directas, como la respuesta al ataque israelí al consulado iraní en Damasco; su papel como parte del eje de la resistencia, es decir, su apoyo a diferentes frentes de lucha; y su acercamiento a enemigos de Estados Unidos, como Rusia y China.
El frente norte
Recordemos que Hizbollah nació precisamente como una red de organizaciones musulmanas que rechazaron, fusil en mano, la invasión de Israel al Líbano durante su guerra civil, por allá en los años 1980. Su agenda no es religiosa, sino esencialmente antisionista.
En 2000, lograron expulsar a Israel del sur del Líbano y, en 2006, lograron derrotar a Israel en la guerra de los 33 días. En eso, Hizbollah superó las acciones de los Estados árabes que perdieron las guerras contra Israel de 1948, 1967 y 1973. Por eso, más allá de que unos musulmanes sean chiíes y otros suníes, Hizbollah recoge un sentimiento real de apoyo a los palestinos.
Hizbollah aprendió mucho de cómo hacer la guerra luego de su confrontación contar Israel de 2006 y de la participación en la guerra de Siria, donde estuvieron luchando al lado del gobierno de Bashar Al-Assad. Hoy, según los expertos, se habla de que Hizbollah tendría alrededor de 150.000 cohetes y misiles.
A finales de agosto, en una sola operación, Hizbollah lanzó 340 misiles y drones contra Israel, atacando 11 objetivos militares y produciendo parálisis del norte de Israel, saturación del aeropuerto de Ben Gurion de Tel Aviv, y la declaración de “estado de emergencia”. Pero más allá de acciones de esa envergadura, el frente norte es, fundamentalmente, un espacio de desgaste.
Hizbollah sabe que un aumento del número y de la intensidad de los ataques a Israel podría producir el esperado (por Israel) ingreso de Estados Unidos; pero una guerra de, digamos, baja intensidad produce un daño psicológico, económico y militar muy grande. Esa guerra de desgaste hace más daño que un ataque de grandes dimensiones.
Hizbollah es más fuerte de lo que se piensa e Israel más débil de lo que presume. Una guerra como la actual, de deterioro paulatino, daña a Israel; pero una confrontación abierta tampoco es una buena alternativa para Israel porque, como muchos auguran, Israel no estaría en la capacidad de derrotar a su enemigo, pero sí de salir muy mal parado.
Más allá de la región
Hay otros frentes de confrontación (reales como el caso de Ucrania, o potenciales como el caso de Taiwán) en los que Estados Unidos se mide a otras potencias, como Rusia y China. Hay más coincidencias en los actores que participan en estas tensiones que causalidades compartidas de los conflictos que enfrentan. Así, sería torpe poner los tres frentes (y otros) como si se tratase de una agenda común expresada en varios frentes.
Lo que sí hay es una tensión por el dominio mundial que, evidentemente, se expresa en los diferentes conflictos alrededor del mundo. Mi percepción es que, por lo menos desde que Obama habló en Egipto (junio de 2009), Estados Unidos no logra entender las nuevas dinámicas de Oriente Medio.
Estados Unidos no entendió las protestas de la mal llamada “primavera árabe”, no entendió la guerra en Siria, la dinámica que impuso el Estado Islámico, ni otras coyunturas. Claro, Estados Unidos trató de navegar en todas esas coyunturas, pero no fue más allá de un oportunismo ramplón.
Como es sabido, Estados Unidos mantiene por décadas su política sionista, también sin leer los cambios dentro del propio Israel. Desde Ronald Reagan hasta Kamala Harris, todos los dirigentes de Estados Unidos han cerrado filas a favor de Israel. Estados Unidos e Israel tienen más cosas en común de lo que se supone. Por eso, las próximas elecciones de Estados Unidos no cambiarán su mirada sobre Oriente Medio.
Y esa incapacidad de leer la región le ha llevado a perder terreno frente a Rusia y frente a China. Por eso, el problema para Estados Unidos es que lo único que le daba cierta presencia en la región era Israel, pero eso ya no es así. Eso lo entiende muy bien Rusia y China, cada vez más activos en la coyuntura.
Rusia necesita a Irán e Irán a Rusia, China y Rusia han confirmado su compromiso de aliados, y los tres representan los enemigos de Estados Unidos en los conflictos centrales de hoy: Palestina-Israel, Ucrania y Taiwán.
Por supuesto, hay otro tipo de aliados de Estados Unidos que juegan de manera soterrada a varios bandos: las monarquías del Golfo y otros gobiernos árabes: desde Egipto hasta Marruecos. Varios de estos países sirven de bases militares estadounidenses en la región (como Qatar, Bahréin, Kuwait, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos).
Los gobiernos árabes apoyados por Estados Unidos por décadas y caracterizados por prácticas antidemocráticas no son precisamente una esperanza para los palestinos. Las agendas de los gobiernos árabes son asquerosamente pragmáticas: Egipto posa de mediador al tiempo que recibe ayudas de Estados Unidos que le obligan a ser moderado (por no decir colaborador) de Israel; Jordania tiene una inmensa población palestina, pero históricamente ha sido calificado de colaboracionista de Israel.
Otro ejemplo: una ministra israelí agradeció a Jordania, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos por facilitar alimentos a Israel, mediante una ruta compartida entre estos países, mientras los palestinos padecen desnutrición en Gaza.
El calor se mantiene
El calor en Oriente Medio va a ceder en pocos días, con la llegada de septiembre, pero no así pasará la calentura política. Se espera la respuesta de Irán a Israel por el asesinato del líder de Hamas, Ismail Haniya. Irán no responde a la primera de cambio, como nos dicta la sangre latina; tiene tiempo para pensar cuándo y dónde atacar.
Incluso, esa espera es ya, de sí, un ataque a Israel, un país estancado a la expectativa de un ataque mayor al que le hizo Irán en abril de 2024 y mayor al que le hizo Hizbollah en agosto de 2024. La conjugación entre la guerra de desgaste de Hizbollah, la resistencia de Gaza, el control del mar Rojo por Yemen, las operaciones de brigadas propalestinas desde Siria e Irak y la amenaza latente de Irán configuran un escenario en que Israel parece derretirse en medio de su arrogancia.
En otras palabras, el gran riesgo del proyecto sionista no es una guerra abierta (donde guardaría la esperanza de que Estados Unidos no lo abandone), sino un desgaste cotidiano, de pérdidas militares, de falta de respuestas, de aumento de su emigración, de despoblamiento del norte, de pérdida de mercados internacionales y de hundimiento de su economía.
Como enseña Yemen, no importa quién tiene el barco más grande si su grandeza termina siendo más un defecto que una cualidad. Así, el eje de la resistencia genera un deterioro imperceptible para algunos, que llevaría al proyecto sionista a su propia tumba.
En el mundo, hay quienes hablan de un “nuevo orden mundial”, lo que me parece más un deseo que una realidad, pues, por ejemplo, los BRICS no son una alternativa al capitalismo, sino una forma de reconversión de este; de la misma manera que Kamala Harris no es una opción, sino más de lo mismo, así sea mujer, negra y de sangre asiática.
Estados Unidos tiene combustible para mucho más tiempo, pero sin duda va en retroceso. Morirá pataleando, como lo hacen todos los imperios y, hoy, ese pataleo se manifiesta con mucha fuerza en esa región del mundo llamada Oriente Medio.
NOTA: Parte de estas reflexiones se las debo a Abdul Malak Sukkarie, analista libanés con quien intercambiamos opiniones sobre la situación de Oriente Medio en Karbala, Irak, el 16 de agosto de 2024.
Víctor de Currea-Lugo, Médico y periodista independiente,
Web: https://victordecurrealugo.com/
Foto tomada de: RTVE.es
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