Aún no se han cumplido los dos siglos anunciados por el autor de Zaratustra. En sus Escritos Póstumos aparece esta advertencia para la humanidad. El no alcanzó a ver el declive decimonónico que otras filosofías, literaturas y artes relataron y analizaron por doquier; pero sí había conocido los estragos de las religiones y de los bárbaros sobre el mundo clásico y europeo y, el nacimiento del capitalismo. Mejor dicho, él ya había retratado “a martillazos” las imágenes y la impronta de “El Ocaso de los Ídolos”. Más tarde, el otro avizor fue el “Ángel de la historia” en la pluma de Walter Benjamín; quien lo sintiera observando el “Angelus Novus” del pintor Paul Klee. Se trata del mismo terror de todos los tiempos, del mismo supuesto progreso civilizatorio sobre los escombros de otros pueblos y culturas.
“El advenimiento del nihilismo” tiene que ver con un descreimiento total en las religiones, las ideologías políticas; el desprestigio de los Estados, sistemas y gobiernos; lo deleznable de nuestras conquistas culturales, la fugacidad del tiempo, lo efímero del hombre; el acabose de los grandes relatos y el surgimiento de la post modernidad y la post verdad; la liquidez en las relaciones sociales, personales y amorosas (Zygmunt Bauman); la sociedad del rendimiento, la auto explotación y el cansancio (Byung-Chul Han), el malestar en la cultura (Freud) y el malestar en la globalización (Stiglitz).
Casi todos hemos contribuido con diversas pinceladas, trazos y brochazos para que exista el gran fresco de la barbarie humana. Pero escojamos solamente un siglo y dos décadas largas para apreciar sus personajes, componentes, planos y perspectivas: Dos guerras mundiales, dos bombas atómicas, decenas de ejercicios con armas tácticas y estrategias, miles de ojivas científicamente diseñadas y construidas con las tecnologías más avanzadas y cuidadosamente almacenadas. La sangría del capitalismo y el imperialismo, el nazismo y su Holocausto, la revancha del sionismo, el fascismo y el apocamiento de la gran cultura italiana, el franquismo y la monarquía que han asfixiado la república y la democracia. Las guerras de Vietnam, Medio Oriente, Balcanes, Siria, Afganistán, Líbano, las invasiones rusas durante la URSS y en la Federación, los millones de muertos durante la Revolución China y en la construcción de su sistema, el paredón cubano, los muertos de Ortega, Chávez y Maduro, Ucrania, Gaza y las pesadillas que perviven de las dictaduras del Cono Sur.
No ha sido fácil para nadie: todos los desplazados e inmigrantes del mundo; que se ahogan, mueren de hambre o a tiros en las fronteras más ricas del mundo. Los drogadictos de todas partes que viven y mueren en las calles más sucias y peligrosas, las diversas discriminaciones, las violencias de todo género, la contaminación y el calentamiento global, el desempleo, las crisis económicas y la inflación. Pero con todo y por todo, es necesaria la esperanza, el baile, la alegría, el amor, la poesía contra la guerra, el arte sobre la verdad. Sigamos siendo utópicos y pidamos lo imposible; por ejemplo “amaos los unos a los otros” según la petición de Jesús y “la paz perpetua” propuesta por Kant; justamente ahora que se celebran sus doscientos años.
Observando analíticamente los rastros y los rostros sangrientos de la historia y las diversas posiciones filosóficas acerca del ser y del hombre como tal en su pensar y en su accionar, un filósofo alemán y otro francés, coincidieron en el tiempo y un poco en su episteme, para escribir en el mismo año de 1946 sendas obras; que aún se siguen debatiendo. Se trata de la famosa “Carta Sobre el Humanismo” (HEIDEGGER, Martín (1946) Versión de Helena Cortés y Arturo Leyte. Alianza Editorial. Cuarta reimpresión. Madrid. 2006), que estaba originalmente dirigida a Jean Beaufret en París en 1946, pero publicada en 1947. De otro lado se habla de un hito filosófico que daría origen propiamente a lo que se conoce como el existencialismo ateo: “El Existencialismo es un Humanismo” (SARTRE, Jean Paul. (1946). SUR. Buenos Aires. 1973), conferencia dictada en París y posteriormente revisada y publicada como opúsculo. A partir de aquí, se hará una paráfrasis para utilizar algunas de sus frases y postulados más importantes y, con ellos ambientar la discusión ante los actuales hechos históricos, sociales y políticos que tanto atormentan a la humanidad.
Heidegger advierte que “solo se puede llevar a cabo lo que ya es”; lo que nos permite pensar que los actos de barbarie son la realización material violenta de algo que ya está instalado en la conciencia y en el subconsciente de los seres humanos. Aquí es donde una insigne alumna suya reflexiona sobre la “condición totalitaria” (Arendth); es decir, gratuitamente y de la nada, no puede surgir una actuación que lleva arrasar otro pueblo, otra nación. Esto se venía incubando en la condición de la persona, los gobernantes y sus ejércitos. Agrega el pensador alemán que ese algo “ya estaba en el lenguaje”; lo que nos permite desentrañar las diversas oratorias populistas de izquierda y de derecha, donde se han agenciado las orientaciones de guerra y exterminio. Por eso, cuando “bajo el dominio de la subjetividad, que se presenta como opinión pública, la relación queda oculta”. Ahí es precisamente donde tiene sentido deconstruir los discursos y las imágenes de periódicos, revistas y las redes; desde donde se pide más violencia vengativa, desde donde se azuzan las masas so pretexto de salvarlas de los dominios. Este es el mismo cuadro de los símbolos y gestos de los oradores, cuando claman por la salvación de la persona, de la nación, del pueblo, del gobierno, del estado de derecho y de la humanidad entera. Se trata de “un procedimiento de la reflexión al servicio del hacer y el fabricar”. Así, “las máquinas de guerra” y las “máquinas deseantes” (Deleuze y Guattari), que se han instalado en todo el mundo, vienen mostrando “la verdad del ser”, que es “la esencia de su actuar” (Heidegger).
Cuando el autor de Ser y Tiempo nos habla de la “barbarie de la escolástica”, no cabe más que acordarnos de las famosas polémicas presentadas en la Conquista Española entre Ginés de Sepúlveda como defensor de los motivos del sojuzgamiento de los aborígenes, aduciendo que “no tenían alma” y, en favor de los cuales salió Bartolomé de las Casas. Ni más ni nada menos, que ya no desde el catolicismo, sino desde el judaísmo y el sionismo, Netanyahu y su mando militar afirman que los miembros del grupo terrorista Hamás son “animales humanos”; condición que se extiende en la práctica a un pueblo entero.
El pugilato entre el “homo humanus” y el “homo barbarus” es muy antiguo; tanto que va más allá de la aparición de los tres textos sagrados de la actual civilización: La Biblia, El Corán y El Talmud. Por eso, la defensa del ser humano ha pasado por diversas acepciones y formulaciones filosóficas. El humanismo (humanisme) es tan viejo como moderno en términos muy generales. Existe versión clásica, concepción renacentista, formulación religiosa católica, la idea de Pico de la Mirandola y la de Erasmo de Roterdam.
El humanismo cristiano ha pretendido salvar el alma del hombre redimiéndolo del llamado pecado original. Pero con el hicieron las Cruzadas, la Inquisición y mucho más. El humanismo de Marx esta hasta cierto punto dentro de los Manuscritos Filosóficos y Políticos de 1848. Pero “el fantasma” del cual él mismo hablaba en El Manifiesto, llegó a materializarse en los Gulags y en muchos otros sitios y situaciones de muerte. No está muy claro, pero cuando Heidegger habla de “la esencia del hombre” y del “ser ahí”, algunos pensadores han advertido, que en sus tesis ya estaba inscrito el totalitarismo nazi que buscaba el absoluto de Hegel y la raza aria como la más pura. A estas alturas es necesario reformular la tesis de “el ser en el mundo”. Pues las particularidades, las diversidades, lo multicultural, las sociedades híbridas, las personas no binarias, nos tienen que llevar necesariamente a replantearnos la constitución del ser y las identidades de los mundos actuales y posibles.
Se trata de volver a inquirir nuevamente qué es lo humano, lo inhumano, lo racional, lo irracional; si aún existe contradicción entre el sentir y el pensar; qué es la esencia y qué es la identidad. O más bien se trata de la existencia y toda su performatividad, del acontecimiento y de la diferencia; con el fin de reconceptualizar el humanismo y la humanidad. Máxime cuando se habla de “la muerte de Dios” según Nietzsche y sus herederos, “la muerte del hombre” de acuerdo con Foucault y de “la muerte del autor” en palabras de Barthes.
Existen muchas ataduras materiales e ideológicas para lograr la realización plena del ser humano. Por eso Sartre afirmaba que el humanismo “es el esfuerzo porque el hombre se torne libre para su humanidad y encuentre en ella su dignidad”. Así mismo lo hace responsable de sus actos y aclara que es consciente de su proyecto de porvenir. Lo que significa que la lucha personal, social e histórica es permanente. Cada que existimos esta es nuestra esencia y esto se vuelve a repetir, aunque posiblemente aumentado.
Tanto Heidegger como Sartre admiten y proponen que estamos arrojados al porvenir y esto multiplica las posibilidades de realización del ser y de la humanidad total. Sin embargo, el francés hablaba de “cierto quietismo de desesperación”; talvez al ver que “todas las soluciones están cerradas”. Por eso se genera la angustia y esta ha marcado la literatura existencialista, justamente al lado del absurdo. También apuntaba que “ciertamente hay muchos que no están angustiados: pero nosotros pretendemos que se enmascaran su propia angustia, que la huyen”.
Esta es la “angustia de Abrahám” según Kierkegaard: cuando el ángel, enviado de Dios, le dice que sacrifique su hijo. El hombre, el padre, la humanidad sigue sacrificando a su hijo. Existe parricidio, feminicidio, filicidio y todo tipo de genocidio en medio de la llamada de los dioses y la llamada de las tribus. Pero este mandato y esta angustia llevan a lo sórdido, lo turbio, lo viscoso, salvaje, bestial, feroz y cruel que son sinónimos de lo bárbaro (borbaries). Pero, además, el hombre como ser racional usa, enfrenta, agrede y está acabando con las otras naturalezas; pues ha olvidado que es parte de ella y que el centro de la preocupación debe ser la vida.
Nietzsche planteaba el nihilismo y a la vez el vitalismo: “El hombre es lo que hace” y “El hombre no es más que su vida” y Sartre toma de ahí para expresar: el hombre “construye lo universal eligiendo: lo construye al comprender el proyecto de cualquier otro hombre, sea de la época que sea. Este absoluto de la elección no suprime la realidad”. Se trata entonces de elegir la vida en cada momento y en cada condición. No estamos por fuera, ni del tiempo personal, ni del tiempo histórico.
Valga la pena repensar la barbarie contemporánea de la mano de estos pensadores, con el fin de salirnos del mero registro noticioso, de la queja continua e invitar a reflexionar a muchos que solo ven de un lado de la historia y de la geografía, que estamos acabando con la civilización, que estamos presos de “la filosofía del miedo”, pues cada discurso de una organización internacional, de un gobernante o de una cadena televisiva, simplemente nos recuerda que estamos tirados en el suelo de la realidad con “la Espada de Damocles” encima o con la mano del gobernante sobre el botón de la bomba atómica.
Francisco A. Cifuentes S.
Foto tomada de: El Mundo
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