En la primera parte, publicada el primero de octubre, de esta revisión sucinta del Informe sobre el Comercio y el Desarrollo 2020, reporte anual emblemático de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, se prestó atención a los factores que, en el curso del último decenio, condujeron a la pandemia y a sus primeras y tremendas repercusiones. Corresponde ahora, en esta segunda parte, aludir al alcance y gravedad de sus consecuencias sobre la producción, el empleo y los salarios, el comercio, los ingresos y la desigualdad, abrumadoras desde los primeros meses, y su proyección en el decenio que se inicia bajo los peores presagios, habida cuenta de la evidencia de una segunda oleada de la dolencia –perceptible desde la primera mitad de octubre– y de una percepción más afinada de sus demoledoras consecuencias económicas y sociales. Como se había señalado, la serie culminará, el 29 de octubre, con una tercera entrega, relativa a la orientación y contenido básico de una estrategia global, concebida como un plan mundial de recuperación, para superar tales consecuencias y encauzar el desarrollo futuro por rumbos más equitativos y menos vulnerables.
Desde la primavera quedó claro el brutal impacto económico de la pandemia. Se previó inicialmente una caída de 4.3 por ciento (o 6 billones de dólares) en el producto bruto global “Equivalente –dice el Informe– a la desaparición total de las economías brasileña, india y mexicana.” Se pronosticaron también reducciones en el comercio mundial, de alrededor de una quinta parte; de 40 por ciento en los flujos de inversión extranjera y de unos 100 mil millones de dólares en las remesas de trabajadores emigrados (México, como se sabe, ha escapado al registrar en agosto un récord mensual de 3 mil 532 millones de dólares y en enero-agosto un alza anual de 9.4 por ciento.) El alcance del confinamiento y la cuantía de los gastos y transferencias de rescate superaron todo precedente. Se esperaba una recuperación rápida, desde el tercer y cuarto trimestres de 2020 y continuada el año siguiente. Siempre cauta, la Unctad pronosticó, en el mejor escenario, una expansión de cuando más 4 por ciento en 2021. Y advirtió: un segundo confinamiento generalizado privaría por completo de sentido a cualquier pronóstico para el año próximo.
“Una combinación de desigualdad creciente, mayor inseguridad y continuada incertidumbre actuará como freno de la demanda agregada; la debilidad de los balances de las corporaciones de los países avanzados dañará la confianza de los inversionistas, en tanto que el efecto conjunto de las caídas en la recaudación y las alzas del endeudamiento restringirán el espacio fiscal –sobre todo, pero no únicamente– de los países en desarrollo.”
Las secuelas del año del Covid-19 se extenderán al resto del decenio. Su mayor manifestación será, muy probablemente, otro decenio perdido, expresión cada vez más repetida. El Informe plantea, para 2022-2030, un crecimiento medio de la economía mundial de apenas 2 por ciento anual, anclado, sobre todo, por una persistente debilidad del gasto y la inversión públicos. Asimismo, estima que el crecimiento anual promedio del gasto gubernamental será de sólo 1.2 por ciento. Otro importante factor de contención será la continuada disminución de la parte que corresponde al factor trabajo (frente a las que remuneran a los otros factores de la producción, el capital en primer término). Para el periodo 2022-2030 la participación del factor trabajo será de apenas 49.8 por ciento –menos de la mitad– del ingreso mundial bruto.
Esta perspectiva aleja más la probabilidad de que la comunidad internacional alcance en 2030 un cumplimiento generalizado y satisfactorio de los objetivos de desarrollo sustentable aprobados por Naciones Unidas.
El Informe contiene información específica sobre diversas regiones y pone en evidencia que el impacto de la pandemia y de sus consecuencias económicas ha sido muy desigual. “Para América Ltina y el Caribe se espera una contracción de 7.6 por ciento del producto regional bruto en 2020, seguida de una recuperación de 3 por ciento en 2021. Esta previsión refleja los problemas financieros y el lento crecimiento de la región antes de la aparición del Covid-19, así como su tradicional vulnerabilidad ante las variaciones de los precios de los productos básicos y las condiciones financieras internacionales. En realidad, antes de la pandemia, el crecimiento económico se había debilitado en Brasil y cojeaba en México… en el caso de Argentina, la economía ya estaba en recesión en 2019, con inflación elevada, fuertes restriciones de pagos externos y desafiantes desequilibrios financieros. Dadas estas condiciones iniciales adversas y la alta fragilidad financiera estructural de la región, el deterioro económico por Covid-19 quizá sea más adverso en América Latina y el Caribe que en cualquier otra región del mundo en desarrollo”.
Jorge Eduardo Navarrete
Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/10/15/opinion/023a1pol
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