Además, por supuesto, no existe libertad para quienes critican sus políticas, aunque no tengan nada que ver con la Izquierda: “Trump amenaza con demandar a los medios de comunicación después de que un editorial de The Wall Street Journal critique los aranceles”. Lo mismo puede decirse de Jeff Bezos, que el 26 de febrero de 2025 anunció el establecimiento de un nuevo régimen en The Washington Post: “Las páginas de opinión de su diario promoverán el libertarismo (‘el libre mercado y las libertades personales’), y no publicarán opiniones que contradigan estos principios fundamentales”. Esta actitud la ha llevado al extremo J. D. Vance, cuyo notorio discurso de Múnich, pronunciado el 14 de febrero de 2025, fue una obra maestra de “terrorismo en nombre de la libertad”. Sosteniendo que la verdadera amenaza para Europa no procedía de agentes externos como Rusia o China, sino de que la propia Europa se ha apartado de sus “valores más fundamentales”, cuestionó repetidamente que Estados Unidos y la Unión Europea tengan ya una agenda común. “Lo que me preocupa es la amenaza interna”. Entre otras cosas, Vance afirmó lo siguiente:
¿A qué realidad corresponde esta defensa de la libertad? “Las autoridades estadounidenses han denegado la entrada en el país a un investigador francés por haber encontrado en su teléfono mensajes críticos con el presidente Donald Trump”, afirmaba un dirigente francés el jueves (20 de marzo de 2025). ¿Cómo funciona esta lógica demencial? Un incidente único que tuvo lugar en Turquía en 2011 lo explica. El ministro de Interior, Idris Naim Sahin, pronunció un discurso digno de una especulación dialéctica muy sutil: afirmó que la Policía turca estaba encarcelando a miles de opositores sin pruebas y sin juicio para convencerlos de que antes del encarcelamiento eran libres. En resumen, los meten en la cárcel para aclararles que, al afirmar simultáneamente que (1) en Turquía no hay libertad, y (2) que han sido encarcelados (es decir, se les ha privado de libertad) ilegalmente, cometen una contradicción pragmática. He aquí un fragmento clave del discurso de Sahin:
Aunque esta línea de razonamiento pueda parecer basada en un sofisma muy primitivo, contiene un cierto grado de verdad: no hay efectivamente libertad fuera del orden social que, al limitarla, le proporciona su espacio. Pero este grado de verdad es el mejor argumento contra el sofisma de Sahin: precisamente porque el límite institucional a nuestra libertad constituye la forma misma de nuestra libertad, es importante cómo se estructura este límite, cuál es la forma concreta de este límite. El truco de quienes ejercen el poder –ejemplificado en el discurso de Sahin– es el de presentar la forma que ellos dan a este límite como la forma de la libertad propiamente dicha, de modo que cualquier enfrentamiento contra ellos es un enfrentamiento contra la sociedad libre en sí misma.
¿No es esta exactamente la forma en la que funciona la libertad prescrita de Trump-Musk-Bezos? Presentan la forma de la libertad que ellos defienden como la forma de la libertad propiamente dicha, de tal manera que cualquier crítica puede presentarse como un ataque a la libertad en sí misma, y Estados Unidos tiene derecho a defenderse contra quienes atacan la libertad con todos los medios necesarios, inclusive haciéndoles perder su trabajo, apartándolos del espacio público y deteniéndolos. Estamos de nuevo en el discurso de Sahin: quienes afirman que no hay libertad en el Estados Unidos de Trump no deberían protestar cuando se les priva de libertad –cuando son despedidos, detenidos o expulsados del país– porque nadie puede ser privado de algo que no tiene.
Quienes atacan a Trump (y a Vance, y a Musk, y a…) están, desde este punto de vista, autoesclavizados de hecho por una falsa noción de libertad. En consecuencia, cuando el Gobierno de Trump reacciona contra ellos, lo que hace básicamente es liberarlos; los está liberando de la esclavitud autoimpuesta y de ese modo obligándolos a actuar como personas verdaderamente libres. Solo se les priva de la “libertad” de socavar los elementos fundamentales de la noción occidental de libertad: en la que incurren cuando exigen directamente, en su lucha contra el racismo y el sexismo, una mayor regulación estatal incluso en nuestras esferas más íntimas… A todo esto deberíamos reaccionar mencionando las diferentes nociones de libertad que abundan hoy; revelando lo que la libertad de Trump pasa por alto; y, como ya hemos visto, demostrando que la libertad trumpista se ve obligada a apoyarse en una regulación estatal más fuerte aún que la de los demócratas. Les extremes se touchent: ¿debería sorprendernos realmente que los trumpistas, los mayores oponentes a la cultura de la cancelación, se acerquen exactamente a hacer lo mismo, pero de una manera mucho más brutal? Exigiendo la inclusión de las libertades, acaban excluyendo despiadadamente aquellas formas de libertad que no encajan en su idea de libertad.
¿Pero cometen el mismo error quienes ahora sostienen que el rearme de Europa contra la amenaza rusa es la única forma de conservar la paz y la libertad? ¿No supone una paradoja similar su lógica de “si quieres la paz, reármate para que otros no se sientan tentados a atacarte”? Definitivamente, no. De igual manera que incluso la libertad de mercado solo puede sobrevivir con una fuerte regulación estatal que impida la aparición de monopolios, la triste verdad es que la paz hay que protegerla a menudo con las armas. Aquí no se impone la libertad por la fuerza. Muy al contrario, la fuerza es necesaria para proteger una libertad amenazada.
Asimismo, el llamamiento europeo al rearme no es solo (ni siquiera principalmente) una medida contra la amenaza rusa; es una medida contra Estados Unidos. Si Europa quiere convertirse en fuerza soberana y autónoma, y dejar de depender del paraguas nuclear estadounidense, tiene que convertirse también en una potencia militar fuerte. Es cierto, como afirma Yanis Varoufakis, que Europa está atrapada en una inercia complaciente: en contraste con Estados Unidos y China, no invierte (en digitalización, en IA… ), está atrapada en la complacencia. Pienso, sin embargo, que las nuevas inversiones militares no constituyen necesariamente un paso hacia la fascistización de Europa. Deberían ayudar también a sacarla de su inercia y activar su renacimiento económico. ¿No hizo exactamente lo mismo Estados Unidos bajo la presidencia de F. D. Roosevelt? El país solo supero verdaderamente la gran recesión después de 1940. Lo hizo mediante la movilización militar, que sirvió para que en 1945 hasta la producción no militar se encontrase en su nivel máximo. Es muy difícil afirmar que Roosevelt fuera un dictador fascista, sin embargo. Europa necesita hoy una movilización para la paz similar a la de Roosevelt. Y los pacifistas de hoy se acercan muy peligrosamente a los pacifistas estadounidenses inmediatamente antes de 1942, fuertemente financiados por la Alemania nazi. El agresor siempre está en contra de la militarización… de su víctima.
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