Desde el punto de vista de la pobreza multidimensional, en 2018, 9.690.000 colombianos viven en estas condiciones, 3.500.000 en condiciones de indigencia que muestra claramente la huella dejada por el modelo neoliberal. Así mismo, antes de la pandemia, se registraba una tasa de desempleo del 13% equivalente a 3.216.000 desempleados, para completar este cuadro alrededor de 15,000.000 de compatriotas viven del trabajo informal, con lo que eso supone; inestabilidad, bajos ingresos, carencia de seguridad social, etc. Nuestra capital, Sincelejo, por el tema de la informalidad y el rebusque se incluye entre las ciudades más desiguales de Colombia y América, con una alta tasa de trabajo infantil, en razón a que en una misma familia deben trabajar varias personas incluidos niños y niñas para reunir entre todos el ingreso que les permita medio vivir. Con la caída del sector agropecuario, en los años 90 con la “Apertura Económica,” del presidente Gaviria, Sucre y su ciudad capital, sufrieron un proceso de terciarización de la economía, el comercio y los servicios, se convirtieron en los renglones más dinámicos, dentro de estos, la informalidad y el rebusque. El PIB departamental sólo contribuye con el 0.8 % al nacional, lo que indica baja producción de bienes y servicios para satisfacer las necesidades de la población.
La costa caribe, en términos de desarrollo, ha tenido retraso con relación a otras regiones del país, en ello confluyen diferentes factores que académicos y expertos han explicado, uno de ellos; no somos prioridad para la inversión en el Plan Nacional de Desarrollo, cuando el expresidente Santos ganó su reelección y la costa fue fundamental, se especuló con un posible despegue de la costa a partir de este hecho. Sin embargo, no fue así, en la época de la apertura económica, por su posición y contar con puertos marítimos, éramos privilegiados, el proceso de globalización impulsaba cambios importantes en nuestras vidas y en el territorio, la apertura nos pasó por encima sin darnos cuentas. Otro factor que incide en el atraso del caribe, la calidad de nuestra representación en el Congreso de la República, con políticos corruptos, que han profundizado el clientelismo, el beneficio personal, ensanchamiento de sus patrimonios particulares, sin clara visión de región y colonizados por disputas personales y politiqueras que les impide asumir compromisos unitarios por los intereses de nuestra costa caribe.
El fracaso en gran medida, de la política gubernamental para contener el avance de la pandemia de la Covid-19, ha llevado a que miembros de gobierno en todos los niveles empiecen a buscar chivos expiatorios, a quien responsabilizar del disparo del contagio en el país y en algunas regiones, los médicos y profesionales de la salud, figuran entre las posibles víctimas, según lo dejan explicito algunas afirmaciones de miembros del gobierno nacional y en la región caribe se popularizó la mal llamada indisciplina social, abriendo un debate interesante al respecto, donde algunos académicos y gobernantes recurren al metarrelato para justificar y legitimar las políticas y decisiones tomadas para contener la expansión de la pandemia; este enfoque, encuentra en la cultura y la construcción de un relato histórico lineal recurrente y repetitivo en el tiempo y en el espacio, la explicación al fenómeno identificado como “indisciplina social”, sin considerar la lectura del contexto actual y los análisis provenientes de otras aristas de las ciencias sociales como la sociología, economía, política y sobre todo los intereses que circundan sobre esta problemática en cada territorio, resulta fácil encontrar explicación a la alta tasa de contagio existente en la costa caribe, que con Bogotá constituyen los núcleos de mayor número de enfermos por la Covid-19 en el país, en la cultura ancestral característica de los habitantes del norte colombiano. Obvio, existen problemas de cultura ciudadana, pero esto es otra cosa.
El maestro, Orlando Fals Borda, caracterizó el talante costeño como personas hospitalarias, espontáneas, pacíficas, alegres, folclóricas, rumberas y bulliciosas, adolecentes del complejo del dejao, para significar el no apego a las cosas, la despreocupación y dejar para después, García Márquez, agregaría el mamagallismo, como otro factor de identidad del ser costeño. Sin embargo, antes de su muerte, en carta enviada a Pedro Santana, Director de la Revista Foro, en esa entonces, se retractó de nuestro talante de pacíficos, no obstante que el maestro, siempre sostuvo que la violencia en la costa era un fenómeno exógeno, dijo haberse equivocado, en atención a las masacres y abominables crímenes cometidos por los grupos paramilitares en la costa caribe; caso Jorge 40, Rodrigo Cadenas, Juancho Dique, etc. Así somos los costeños y estos son referentes que nos dan identidad con la forma como asumimos nuestros problemas y las conductas sociales que agenciamos, pero desde ningún punto de vista, significa que seamos irresponsables o indisciplinados socialmente, no se puede confundir el ser caribe con este tipo de calificativos estigmatizantes.
La cuarentena rígida, estuvo hasta el 27 de abril, de ahí en adelante el gobierno nacional y los territoriales comenzaron a liberar sectores económicos; primero, a los trabajadores de la construcción, manufactura, después, 32 sectores más y hasta aperturaron los centros comerciales, bajo el concepto de reactivar la economía, en pleno auge de crecimiento de la tasa de contagio en el país, el día sin IVA, remató la política de protección a la población y se impuso el “sálvese quien pueda”, el Estado le pasó la pelota a una ciudadanía limitada, poco informada y carente de medios para subsistir en la actual coyuntura, sobre todo carente de estabilidad socioeconómica para asumir con disciplina el autocuidado y aplicar el protocolo de bioseguridad. En los entes territoriales proliferan los decretos restrictivos a la libertad y prohibiciones, medidas que caen en el vacío, por ejemplo; toque de queda, nadie lo cumple, la gente que vive de la economía informal, del rebusque, del día a día, sale porque sale a buscar el sustento, los alimentos para su familia, derecho humano primario que en la actual coyuntura nadie garantiza y que le corresponde al Estado, tenemos que reconocer; el pueblo, la población vulnerable sufre el embate de dos pandemias: Covid-19 y hambre, por eso podemos afirmar que estamos expuesto a una masacre popular por la pandemia con la anuencia de nuestros gobiernos.
Los tumbos de la política oficial, han puesto de manifiesto su fracaso en la medida que vemos que todos los días crece el número de enfermos y muertes sin tener claro cuando tocaremos techo o en qué momento se aplana la curva, anunciada tempranamente por el gobierno sin ningún tipo de respaldo real y mucho menos cuando la puja entre economía y vida humana, la ganó la primera. Las medidas de alivio para la población en materia social, como el ingreso solidario de 160.000 pesos para el sostenimiento de familias de 4 a 6 miembros, característico de la costa, es totalmente miserable, si le sumamos familias en acción, adulto mayor y jóvenes en acción, encontramos una cobertura estrecha que deja por fuera a millones de colombianos y colombianas que viven en situación de pobreza, agudizada por la pandemia, lo malo de las focalizaciones neoliberales es que no benefician al conjunto de la población, no son universales. Cuando un grupo de parlamentarios, académicos y dirigentes de la sociedad civil, propusieron renta básica equivalente a un salario mínimo mensual, por tres meses, para 30 millones de colombianos, el gobierno se asustó, refugiándose en las ya conocidas focalizaciones. Luego, no es problema de indisciplina social, es la política pública que no responde a las necesidades de la población pobre, que siente con más fuerza el impacto de la pandemia. Por el contrario, ha sido ampliamente generoso y flexible con los dueños de los bancos, ganaderos, terratenientes, empresarios nacionales y extranjeros, demostrando que el Estado si interviene, pero en favor de una minoría y que en los actuales momentos son los menos vulnerables
La corrupción, es un fantasma que recorre la costa caribe, los gobernantes nuestros perdieron capacidad de convocatoria, liderazgo, legitimidad y apoyo popular al involucrarse en este tipo actos, mientras la gente con su pobreza y limitaciones cumplían disciplinadamente con la cuarentena, confinamiento o aislamiento social, los gobernantes y funcionarios públicos les quitaron la comida de la mesa, lo que generó caos y desorden en la población, no valía la pena hacer sacrificios para que otros o unos pocos se beneficiaran ensanchando sus patrimonios particulares a merced del hambre del pueblo, no se puede considerar esto como indisciplina social, más bien sería desobediencia civil espontánea. La población no atiende toques de queda, ni le teme a las sanciones o multas que impone la policía, tienen hambre y salen a buscar la comida, muy a pesar de lo mortal o el riesgo que representa el Covid-19.
José Fredy Aguilera Garavito
Foto tomada de: El Heraldo
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