En 2021 la reforma de Carrasquilla (la de gravar huevos con IVA) suscitó una de las manifestaciones sociales más intensas, justificadas y largas de la historia del país, el de a pié, que no tiene como pagarle costosos regalos a políticos y gobernantes ni puestos para nombrarles a sus esposas en juntas y gerencias corporativas, salió a las calles y le dijo claramente al gobierno Duque que no se iba a dejar llenar más los bolsillos de impuestos.
Como reacción, unos meses después, el gobierno Duque presenta otra reforma (la cuarta en cuatro años) con el fin de mostrarle al país que “los empresarios” estaban dispuestos a aportar al desarrollo nacional y la equidad. Nada mas mentiroso en ese sentido, porque dicha reforma solo se limitó a hacer algunas enmiendas a regalos entregados previamente a poderosos sectores gremiales y una pequeña sobrecarga al sector financiero que para nada perturba sus multimillonarias ganancias anuales.
El gobierno Petro plantea una ruptura en esa tradición enfermiza de los gremios por beneficios tributarios, de los economistas ortodoxos por la idea de que bajando los impuestos se logra más desarrollo y de los periodistas al servicio de los primeros que difunden ideas absurdas sobre el funcionamiento del sistema fiscal. Es claro que a nadie parece gustarle la idea de pagar impuestos, pero es claro que algunos son capaces de convertir ese disgusto en una realidad.
La propuesta de reforma del gobierno Petro busca retomar los pilares de una tributación eficiente y justa, busca eliminar en algunos casos y en limitar severamente en otros, un conjunto de regalazos fiscales que se le han hecho por años a sectores como el del turismo, las finanzas, el comercio y una pequeña (muy pequeña) parte de la industria.
Zonas francas, contratos de estabilidad jurídica, regímenes especiales y diferenciados, rentas exentas, descuentos tributarios, son la forma en que el cáncer de los beneficios y subsidios fiscales se ha extendido sin mayor control ni reflexión. Ahora que el gobierno plantea eliminar este sistema de injusticias, sus beneficiarios claman a los cielos (y especialmente en los micrófonos) que no serán capaces de enfrentar esa “enorme carga fiscal” y que tendrán que huir del país a buscar mejores destinos para su inversión, dejando a millones de colombianos en las calles.
Este artefacto de chantaje se difunde todos los días: que los colombianos se irán a países donde les cobren menos, que las inversiones no llegarán, que dejarán de construirse más de 100 mil viviendas al año, que desaparecerán más de 250 mil tiendas de barrio, que las familias con viviendas de interés social tendrán que pagar el 20% del valor de venta de sus bienes por cuenta del impuesto de ganancias ocasionales, que el obrero de la construcción ya no podrá tomar gaseosa con pan y salchichón y que no será por tanto libre para enfermar de cáncer, diabetes, obesidad de hipertensión….el listado de absurdos es casi infinito.
En las sesiones públicas donde se presenta la reforma tributaria y se escucha a los sectores, solo dos o tres han expresado propuestas para mejorar el recaudo, el resto ha desfilado en un interminable mar de lágrimas, expresando las más absurdas argumentaciones y las más lamentables oposiciones a una reforma que busca un tratamiento igual para los iguales. “No lloren tanto” les dijo el senador Gustavo Bolívar en un Foro que se realizó en la ciudad de Barranquilla, “si les pongo atención a todos ustedes, el recaudo de la reforma no será de 25 sino de 2 billones” les replicó en un foro en el Congreso de la República el ministro Ocampo.
Al parecer nuestros grandes empresarios y comerciantes solo son competitivos porque no pagan impuestos, toda esa idea de la eficiencia organizacional y la reducción de costos, la innovación en los productos, que hacen parte de las ideas sobre competitividad, parece que no les han hecho mayor aporte: solo están en el mercado porque tienen un subsidio oculto del Estado, es decir, están reconociendo que somos un país más “socialista” de lo que ellos mismos suelen reconocer y que sin ayudas estatales no podrían sobrevivir…que gente tan ineficiente.
El lobby corporativo se está moviendo con fuerza en contra de la reforma: ANDI ha expresado que no ve necesaria una reforma de 25 billones, apenas una de 12, que permita administrar la pobreza qué hay y darle algunos panes a los más pobres para seguir manteniendo 40 billones en subvenciones tributarias para que a ellos no se les caliente el whisky ni les salga más cara la gasolina del yate; el partido Cambio Radical que representa muy bien los intereses de esa clase dominante (con Vargas Lleras a la cabeza) prácticamente dice que la reforma debe limitarse a dos o tres cositas, en el Centro Democrático, la muy “popular” Paloma Valencia quiere encabezar la “rebelión del salchichón” -producto que creo apenas conoció hace unos días- y el delfín Uribe vocifera a los cuatro vientos como la reforma Petro introducirá el comunismo ateo, espantará la inversión, empobrecerá a los “pobres” que venden casas como deporte y hará de Colombia una copia de Venezuela.
No hay nada más político que un debate sobre la tributación, los rios de lágrimas de cocodrilo que expresan todos los gremios no son otra cosa que su forma de decir que para ellos esta bien mantener sus costosos privilegios, así la economía se hunda por cuenta de una crisis fiscal. Tenga cuidado que esos ríos de lágrimas se lo lleven a usted que a duras penas puede pagar arriendo, comprar el mercado (muy caro), mantener a su familia y darse el “lujazo” de ir a un parque el fin de semana, que la feroz publicidad no lo meta a usted en el falso club de la clase media: usted decide, que pague impuestos el que compra huevos, o que pague impuestos el que compra cuadros lujosos de 80.000 dólares, usted verá a quien le cree.
Jairo Bautista, Asesor Senado de la República
Foto tomada de: W Radio
Claudia Elena Posada says
Sencillamente excelente!!!