El argumento es el siguiente. La burguesía en su lucha contra el absolutismo tenía que enfrentar el enorme poder feudal de la Iglesia en su momento y por eso desarrolló un conjunto de planteamientos e ideas contra la concepción religiosa del mundo y sus prácticas. En esto se fundamentó además en el enorme desarrollo de las ciencias naturales y el conocimiento científico cada vez más profundo de la naturaleza y la sociedad. En este marco de la razón y de la ciencia no tenía cabida la idea de un ser supremo hacedor del universo.
Sin embargo, una vez en el poder la burguesía pasa de ser revolucionaria a reaccionaria, debe hacer todo lo posible por conservar la sociedad capitalista y principalmente por lograr que los trabajadores asalariados, los nuevos explotados que reemplazaron a los siervos y a los esclavos, no se rebelen y busquen cambiar la sociedad. En esta perspectiva juega un papel fundamental la religión como medio de orientar el pensamiento de dichos trabajadores hacia explicaciones no científicas y conformistas del mundo. Por su propio lugar en la sociedad, los asalariados en sus condiciones materiales tienen dificultades para comprender su situación y por tanto recurren a explicaciones mágicas. Se trata de una masa de criaturas maltratadas y afligidas, condenados de la tierra, que buscan refugio en el nebuloso mundo de las religiones que no solo les dan un consuelo espiritual sino también, en algunos aspectos, de solidaridad material.
Esta expresión comprensible de las grandes masas explotadas es aprovechada cabalmente por los capitalistas y sus ideólogos que encuentran que promover y aprovechar la religiosidad es muy conveniente en la lucha de clases. Mientras la mayoría de la gente este soñando con la otra vida aunque en esta esté comiendo poco, los capitalistas sueñan plácidamente en ésta, comiendo mucho. Veamos algunas de los textos de Engels sobre el particular:
La sorpresa ante la beatería de las clases altas y medias en Inglaterra
“Si a mediados del siglo un extranjero culto se instalaba en Inglaterra, lo que más le sorprendía era la beatería y la estupidez religiosa —así tenía que considerarla él— de la «respetable» clase media inglesa. Por aquel entonces, todos nosotros éramos materialistas, o, por lo menos, librepensadores muy avanzados, y nos parecía inconcebible que casi todos los hombres cultos de Inglaterra creyesen en una serie de milagros imposibles, y que hasta geólogos como Buckland y Mantell tergiversasen los hechos de su ciencia, para no dar demasiado en la cara a los mitos del Génesis; inconcebible que, para encontrar a gente que se atreviese a servirse de su inteligencia en materias religiosas, hubiese que ir a los sectores no ilustrados, a las «hordas de los que no se lavan», como en aquel entonces se decía, a los obreros, y principalmente a los socialistas owenianos”.
Hoy podría decirse lo mismo. En una sociedad que ha logrado poner el hombre en la luna, cuya ciencia ha avanzado extraordinariamente en todos los campos, que ha desarrollado la tecnología a niveles insospechados hace cien años, resulta sorprendente que todavía las clases altas y dirigentes del país, así como “científicos naturales y sociales” sigan pensando que todo esto es creación de Dios
Pero el asunto no es de ignorancia y estupidez
En su momento revolucionario la burguesía combate a la religión: “Ahora demostraré que la respetable clase media inglesa de aquel tiempo no era, sin embargo, tan estúpida como el extranjero inteligente se figuraba. Sus tendencias religiosas tenían su explicación. Cuando Europa salió del medioevo, la clase media en ascenso de las ciudades era su elemento revolucionario. La posición reconocida, que se había conquistado dentro del régimen feudal de la Edad Media, era ya demasiado estrecha para su fuerza de expansión. El libre desarrollo de esta clase media, la burguesía, no era ya compatible con el sistema feudal; éste tenía forzosamente que derrumbarse. Pero el gran centro internacional del feudalismo era la Iglesia católica romana. Ella unía a toda Europa Occidental feudalizada, pese a todas sus guerras intestinas, en una gran unidad política, contrapuesta tanto al mundo cismático griego como al mundo mahometano. Rodeó a las instituciones feudales del halo de la consagración divina. También ella había levantado su jerarquía según el modelo feudal, y era, en fin de cuentas, el mayor de todos los señores feudales, pues poseía, por lo menos, la tercera parte de toda la propiedad territorial del mundo católico. Antes de poder dar en cada país y en diversos terrenos la batalla al feudalismo secular había que destruir esta organización central sagrada”.
“Paso a paso, con el auge de la burguesía, iba produciéndose el gran resurgimiento de la ciencia. Volvían a cultivarse la astronomía, la mecánica, la física, la anatomía, la fisiología. La burguesía necesitaba, para el desarrollo de su producción industrial, una ciencia que investigase las propiedades de los cuerpos físicos y el funcionamiento de las fuerzas naturales. Pero, hasta entonces la ciencia no había sido más que la servidora humilde de la Iglesia, a la que no se le consentía traspasar las fronteras establecidas por la fe; en una palabra, había sido cualquier cosa menos una ciencia. Ahora, la ciencia se rebelaba contra la Iglesia; la burguesía necesitaba a la ciencia y se lanzó con ella a la rebelión.”
“Aquí no he tocado más que dos de los puntos en que la burguesía en ascenso tenía necesariamente que chocar con la religión establecida; pero esto bastará para probar: primero, que la clase más directamente interesada en la lucha contra el poder de la Iglesia católica era precisamente la burguesía y, segundo, que por aquel entonces toda lucha contra el feudalismo tenía que vestirse con un ropaje religioso y dirigirse en primera instancia contra la Iglesia”.
Cuando la burguesía está en el poder tiene el interés de mantener sojuzgada a la gran masa trabajadora del pueblo.
“A partir de este momento, la burguesía se convirtió en parte integrante, modesta pero reconocida, de las clases dominantes de Inglaterra. Compartía con todas ellas el interés de mantener sojuzgada a la gran masa trabajadora del pueblo. El comerciante o fabricante mismo ocupaba, frente a su dependiente, a sus obreros o a sus criados, la posición del amo, o la posición de su «superior natural», como se decía hasta hace muy poco en Inglaterra. Tenía que estrujarles la mayor cantidad y la mejor calidad de trabajo posible; para conseguirlo, había de educarlos en una conveniente sumisión; muy pronto, había descubierto también los recursos que esta religión le ofrecía para trabajar los espíritus de sus inferiores naturales y hacerlos sumisos a las órdenes de los amos, que los designios inescrutables de Dios les habían puesto. En una palabra, el burgués inglés participaba ahora en la empresa de sojuzgar a los «estamentos inferiores», a la gran masa productora de la nación, y uno de los medios que se empleaba para ello era la influencia de la religión”.
El materialismo y el ateísmo son peligrosos, tal como lo plantea hoy el ilustre filósofo Camilo Noguera Pardo[2]:
“Por tanto, cuanto más se convertía el materialismo en el credo de la revolución francesa, tanto más se aferraba el piadoso burgués británico a su religión. ¿Acaso la época del terror en París no había demostrado lo que ocurre, cuando el pueblo pierde la religión? Conforme se extendía el materialismo de Francia a los países vecinos y recibía el refuerzo de otras corrientes teóricas afines, principalmente el de la filosofía alemana; conforme en el continente ser materialista y librepensador era, en realidad, una cualidad indispensable para ser persona culta, más tenazmente se afirmaba la clase media inglesa en sus diversas confesiones religiosas. Por mucho que variasen las unas de las otras, todas eran confesiones decididamente religiosas, cristianas”.
Apoyar la religiosidad es una estrategia en la lucha de clases
“Con esto, habíase conseguido ahuyentar, por lo menos durante algún tiempo, el espantajo de las reivindicaciones obreras, pero ¡a qué costa! Por tanto, si el burgués británico estaba ya antes convencido de la necesidad de mantener en el pueblo vil el espíritu religioso, ¡con cuánta mayor razón tenía que sentir esa necesidad, después de todas estas experiencias! Por eso, sin hacer el menor caso de las risotadas de burla de sus colegas continentales, continuaba año tras año gastando miles y decenas de miles en la evangelización de los estamentos inferiores”.
“Sin embargo, los burgueses ingleses, como buenos hombres de negocios, veían más allá que los profesores alemanes. Sólo de mala gana habían compartido el poder con los obreros. Durante el período cartista, habían tenido ocasión de aprender de lo que era capaz el pueblo, ese puer robustus sed malitiosus. Desde entonces, habían tenido que aceptar y ver convertida en ley nacional la mayor parte de la Carta del Pueblo. Ahora más que nunca, era importante tener al pueblo a raya mediante recursos morales; y el recurso moral primero y más importante con que se podía influenciar a las masas seguía siendo la religión. De aquí la mayoría de puestos otorgados a curas en los organismos escolares y de aquí que la burguesía se imponga a sí misma cada vez más tributos para sostener toda clase de revivalismos, desde el ritualismo hasta el Ejército de Salvación”.
Cualquier parecido con la realidad colombiana no es pura coincidencia. La religión y la ciencia económica moderna tienen una clara misión en la tierra: impedir que los trabajadores asalariados comprendan qué es el capitalismo. Duque sabe cuál es su tarea y la cumple con esmero.
_____________________________
[1] Prólogo a la edición inglesa de “Del socialismo utópico al socialismo científico”, 1892, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dsusc/0.htm
[2] https://lasillavacia.com/ensenanza-contra-progresismo-cartilla-oficina-del-comisionado-paz-78117
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: 5 Septiembre
Deja un comentario