A su análisis, Ávila agrega el debilitamiento político del expresidiario 1087985 por su condición sub judice y su natural envejecimiento. Nadie puede dudar de que esas circunstancias hacen que declararse hoy uribista, o mantener cercanías con El Ubérrimo es motivo de vergüenza y de riesgo electoral. De allí que los políticos arriba mencionados estén buscando abrirse espacio político por fuera de los límites y del control del poderoso hacendado. Adiciona a lo anterior, la mala imagen de quien Uribe puso en la Casa de Nariño, con el apoyo de Sarmiento Angulo y de otros “Cacaos” sobre los que se soporta la estabilidad del Establecimiento. Hablo del intrascendente Iván Duque Márquez.
Por el contrario, creo que el posturibismo, en tanto conjunto de prácticas políticas cercanas a lo que en otras columnas he calificado como propias de un Ethos Mafioso, aún no está superado. Más bien, a lo que estamos asistiendo es a un reacomodo de fuerzas políticas electorales y clientelares, lo que no significa que el país esté superando eso que se conoce como “uribismo”.
La decadente imagen de Uribe Vélez no es suficiente para hablar de posturibismo, por varias razones a saber: la primera, porque las redes clientelares que consolidó Uribe en sus 8 años, más los 4 de Duque, no se pueden desbaratar tan fácilmente porque subsiste un grupo de amigos y operadores judiciales, políticos y toda suerte de burócratas que no pueden abandonar tan fácilmente el barco que se hunde. La segunda, asociada a la primera, expone un riesgo político – y quizás de otra índole- para aquellos operadores (judiciales, políticos y burócratas) que estén pensando en cortar vínculos directos o indirectos con el hacendado de Salgar. La tercera razón que me permite sostener que no está próximo aún un escenario posturibista, es porque quienes hoy aparecen como opciones de poder, tuvieron o tienen aún vínculos y simpatías ideológicas con el expresidente Uribe, al que consideran su líder natural. Por ejemplo, Enrique Peñalosa, Dilian Francisca Toro y el Clan Char.
Una cuarta razón está anclada a la figura egocéntrica de Uribe y a la necesidad de mantener su vigencia política, para evitar que la justicia lo someta. Por ello, hay que esperar qué sucede el 6 de abril cuando se adelante la audiencia en la que la Juez 28 de Conocimiento deberá decidir si acepta o no la solicitud de preclusión que presentará la Fiscalía General de la Nación, de la investigación penal que atormenta de tiempo atrás al “Gran Colombiano”. Y una última razón señala que los amigos de Uribe en regiones con sólidos desarrollos económicos, como Antioquia y Valle del Cauca, no van a permitir que las prácticas políticas propias del “uribismo” sean abolidas por el debilitamiento de la imagen del Gran Capataz que mandó en Colombia entre 2002 y 2010 y entre 2018 y 2022. Por el contrario, ese “legado” de Uribe en esas regiones impediría la llegada de ese escenario que describen Valencia y Ávila.
Con todo y lo anterior, mientras no exista un proyecto político y cultural que modifique sustancialmente las maneras en las se efectúan y se dan las transacciones políticas-electorales en Colombia, y las lógicas mafiosas que se mueven entre los sectores estatales y privados, el posturibismo será una ilusión, una quimera. Lo primero que hay que hacer para pensar en la posibilidad de ese escenario es que la sociedad entera evalúe con seriedad los daños que Uribe Vélez le hizo, le hace y le seguirá haciendo al país, aún después de muerto.
Germán Ayala Osorio, comunicador social-periodista y politólogo
Foto tomada de: https://www.eltiempo.com/
Deja un comentario