Constitución Política de Colombia, Artículo 25. El trabajo es un derecho y una obligación social y goza, en todas sus modalidades, de la especial protección del Estado. Toda persona tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y justas.
Usualmente el desempleo aparece en las encuestas de opinión como uno de los principales problemas. Mauricio Cabrera en un artículo reciente señala que los jóvenes de clase trabajadora que son actores principales de la protesta social, buscan principalmente trabajo[1]. “Según la encuesta de Cifras y Conceptos el desempleo es hoy el principal problema del país para el 74% de los jóvenes”
Un problema central: el desempleo entre la población joven
Cabrera añade que el problema no es solo la falta de empleo en general sino de empleo decente y señala que la prioridad de toda la sociedad -gobierno y sector privado- debería ser ofrecer miles de puestos nuevos de trabajo. La prioridad en la generación de empleo se deriva del hecho de que la pobreza y el hambre son la consecuencia de no tener un trabajo digno que genere los ingresos para vivir. Una obviedad. La renta básica no es la solución de fondo, considera, es algo necesario transitoriamente. Y enfatiza que a los jóvenes y sus familias “el trabajo remunerado les da ingresos pero sobre todo dignidad”.
Plantea que en las actuales circunstancias se requiere un programa de empleo de emergencia que cree por lo menos 500.000 nuevos puestos de trabajo y solo el Estado tiene la capacidad para hacerlo, aunque lo haga con participación de la empresa privada y la sociedad civil. Los subsidios a la nómina no sirven de mucho si los empresarios no tienen certeza de poder vender lo que produzca ese trabajador. Se trataría de un programa al estilo de los ejecutados por el presidente Roosevelt para enfrentar la gran depresión en los Estados Unidos en los años 30.
Señala que hay algunas experiencias locales en este sentido y afirma que los jóvenes a contratar se podrían dedicar a reforestación y recuperación de cuencas, a construcción de vías terciarias en el campo, de la malla vial en las ciudades, reparación y mantenimiento de infraestructura pública (parques, escuelas, centros de salud, etc.), servicios sociales y otros bienes públicos. Cabrera no dice cuánto costaría el programa y cómo se financiaría, ni qué tanto impacto tendría en la tasa de desempleo. No es el único analista que está haciendo énfasis en la situación de desempleo y proponiendo un programa amplio de generación de empleo ejecutado principalmente por el Estado.
- Arturo Charria[2] coincide en que el desempleo es uno de los factores principales que llevan a los jóvenes a la protesta y se refiere a esto como una situación de violencia estructural: “Y es que los jóvenes están jugados. La incertidumbre y el desempleo los movilizan. Allí se juntan quienes estudian y sienten temor de enfrentarse a un mercado laboral que no les brinda una oportunidad. También están los jóvenes que se graduaron como profesionales o de carreras técnicas (con créditos que no pueden pagar) y que están cansados de pasar hojas de vida”.
- Thierry Ways: “Y están preocupados. No por asuntos como la renta básica, sobre la que tanto insisten la oposición y el Comité Nacional del Paro. En la encuesta del CNC, la renta básica queda de última entre sus prioridades, lo que nos dice algo sobre cuán desconectados de los jóvenes están no solo el Gobierno, sino el Comité del Paro y la oposición. En las dos encuestas la preocupación central de la juventud es clara: el empleo[3].
- Boris Salazar: “Los jóvenes que viven en la ciudad excluida tienen una expectativa de vida siete años menor que la de un caleño promedio, las más altas tasas de desempleo, una probabilidad más alta que el promedio de acabar en empleos informales, precarios o ilegales, de desertar de la educación secundaria, de caer en la pobreza, de ser encarcelados, y de ser víctimas de la violencia letal”[4].
- Roberto Mauricio Sánchez Torres: “Sin embargo, el descontento de los jóvenes también es el resultado de lo que muchos de ellos enfrentan día a día: la falta de oportunidades. En particular, la doble exclusión del sistema educativo y del mercado laboral de una tercera parte de ellos, y del 40% de las mujeres entre 18 y 28 años”[5].
- Juan Carlos Echeverry: “Es claro que necesitamos más educación y mucha más economía. Falta potencia en el sistema productivo. Recordemos que buena parte del entrenamiento a los jóvenes se da dentro de las empresas, pero allí tampoco tiene acceso una inmensa masa de estos 560.000 jóvenes. El desempleo de las mujeres entre 14 y 28 años, de las tristemente llamadas ni-ni (ni empleo ni educación), subió debido a la pandemia a 42 %. Para los hombres aumentó a 23 %.[6]
- José Antonio Ocampo. “La lección principal es que hay un amplio grupo de la población que rechaza los enormes niveles de desigualdad y pobreza que caracterizan a Colombia, que se han agudizado con la pandemia. La amplia participación juvenil nos indica, además, la percepción de muchos jóvenes de que son una generación sin esperanza. La agenda que se acuerde, así como las propuestas frente a las elecciones del año entrante, debe responder a estos inmensos desafíos que enfrenta el país”[7].
El incremento del desempleo es evidente durante la pandemia así como el hecho de que afecta principalmente a jóvenes y a mujeres. Igualmente, es evidente que la mayoría de las personas ocupadas se encuentran en la informalidad, es decir en empresas de menos de 5 trabajadores y sin afiliación a pensiones y seguridad laboral. Durante la pandemia esto se incrementó con respecto al año anterior pero la situación de desempleo, subempleo e informalidad no es nada nuevo en la historia colombiana. Desde que existe capitalismo ha habido desempleo en el país. Sube y baja de acuerdo con ciclos económicos pero no desaparece. Desde el año 2001 hasta la fecha, sin incluir el período de la pandemia, la tasa de desempleo mínima fue de 7,7% y la máxima de 16%. En algunos años anteriores sin pandemia fue superior al dato de marzo de 2021. Igualmente el subempleo y la informalidad han sido siempre altos, acercándose el último siempre al 50% de la población.
¿Es posible solucionar el problema del desempleo?
Todos los gobiernos ofrecen programas para reducir el desempleo y la informalidad y para aumentar los ingresos salariales y no salariales de los trabajadores. Y sistemáticamente han fracasado. Dentro de los analistas que hacen recientemente énfasis en el problema del desempleo se encuentran Juan Carlos Echeverry y José Antonio Ocampo, que fueron Ministros de Hacienda y directores del Departamento Nacional de Planeación. Ninguno de ellos, así como todos los funcionarios que han pasado por estos cargos y por el Ministerio de Trabajo, muchos de ellos los “mejores” economistas del país, algunos provenientes de sindicatos y otros de partidos de izquierda, lograron solucionar el problema. Ahora formulan propuestas como columnistas, propuestas que nunca pusieron en marcha cuando estaban en los cargos en los cuales hubieran podido poner en ejecución sus ideas.
Un elemento en común en la gran mayoría de analistas revisados es que no explican las causas del desempleo, el subempleo o la informalidad, o se quedan simplemente en afirmaciones superficiales y obvias; si no crece la economía no crecerá el empleo, o si se ponen trabas a los capitalistas para contratar tampoco crecerá el empleo. Algo de verdad hay en todo esto, pero es insuficiente.
El desempleo es para muchos de estos analistas una falla del mercado, al cual consideran el mecanismo más eficiente para asignar recursos; el desempleo es una imperfección de la producción capitalista y del libre mercado, que es el mejor sistema que ha desarrollado, en su opinión, la humanidad hasta el momento. En ningún momento lo ven como una situación inherente al desarrollo capitalista. El simple hecho de observar que siempre que hay capitalismo hay desempleo debería llevarlos a considerar la hipótesis de que puede tratarse de una consecuencia inevitable e irresoluble.
El modo de producción capitalista se basa en una relación social en la cual los capitalistas, dueños de los medios de producción contratan a los trabajadores, dueños solamente de su fuerza de un trabajo, a los cuales pagan un salario con la finalidad de elaborar mercancías que les dejen una ganancia. Para los capitalistas los trabajadores son un costo que tratan de reducir al mínimo, por eso les pagan tan poco.
Pero además, en su competencia los capitalistas tratan de reducir lo máximo posible los precios de sus mercancías mediante la introducción de mejores máquinas, equipos y formas organizativas, con lo cual constantemente están desplazando trabajadores; por ejemplo, los ingenios azucareros se han tecnificado y requieren menos trabajadores, pero lo mismo ocurre en el comercio, los bancos, etc.
De otra parte, los capitalistas solamente contratan si tienen un mercado al que vender sus mercancías con ganancia; de lo contrario, a pesar de ser muy patriotas y tener sensibilidad por sus conciudadanos, no lo hacen. El capitalismo colombiano es, además, muy atrasado, por ejemplo, no tiene una inserción grande en el comercio exterior, y por tanto no emplea a muchas de las personas disponibles.
Adicionalmente, el capitalismo se caracteriza porque en la competencia los más pequeños y más débiles van saliendo del mercado y se ven forzados a buscar ocupación como asalariados o por su propia cuenta; el capitalismo acorrala además a los productores no capitalistas (campesinos, pequeños productores, tenderos, etc.) con lo cual lanza al mercado de trabajo a más gente. El resultado, como se ve en Colombia, es la existencia de una gran masa de desocupados u ocupados parcial y precariamente, es una enorme ejército laboral de reserva, a la espera de ser contratados. Este ejército está compuesto por:
- Los desempleados
- Los subempleados
- Los ocupados en actividades informales y precarias, que son buena parte de los trabajadores por cuenta propia
- Los degradados: delincuentes, prostitutas forzadas, mendigos.
Los desempleados, en marzo de 2021, son 3,4 millones pero el conjunto del ejército de reserva es mucho mayor. Es una gran masa de personas condenadas a la inactividad o a actividades precarias, y por tanto a la carencia de ingresos. Y dentro de esta gran masa ocupa un lugar muy grande la población joven de la clase trabajadora, y dentro de ellas las mujeres. La sociedad capitalista los pone en una situación humillante. Es una violencia directa contra la gran mayoría de trabajadores. Esta situación es resultado de la manera en que opera el capitalismo, de su lógica de funcionamiento orientada por la búsqueda de ganancias. No es resultado solamente de la decisión de los capitalistas individuales. Pero estos, así como el gobierno, y los economistas y políticos y analistas que defienden el sistema, tienen una responsabilidad indirecta en la medida en que defienden el capitalismo como la mejor sociedad posible. Defender el capitalismo es defender esta situación violenta y humillante. Esto es un crimen dado que atenta contra la vida de millones de personas.
Y esto ocurre en el marco de una Constitución como la colombiana que incluye como uno de sus derechos el trabajo digno para todos. Se trata de un estado de cosas inconstitucional: el Estado no garantiza trabajo digno a todas las personas.
Los defensores del sistema no reconocen esto. Miran para otro lado. Contratan a los economistas para que busquen excusas y disculpen al capitalismo. Y terminan, en su gran mayoría culpando al Estado.
El desempleo no es un problema
Los jóvenes de las clases trabajadoras que protestan viven en carne propia las consecuencias del sistema. No tienen empleo. Cuando tienen empleo es en condiciones miserables, inestables, con muy bajos ingresos. No tienen ingresos suficientes. Ven al desempleo como un problema, lo cual es cierto, a primera vista. Pero el desempleo es una consecuencia inevitable del capitalismo. Consecuencia que además es muy favorable para los capitalistas que aprovechan para ofrecer aún más bajos salarios.
Es apenas comprensible que la petición de los jóvenes sea que les den trabajo. Todos quienes vivimos en esta sociedad y no somos dueños de medios de producción vivimos de vender nuestra fuerza de trabajo. A diferencia de los esclavos y siervos que buscaban la manera de escapar de la esclavitud y de la servidumbre, los esclavos asalariados buscan a sus explotadores, es decir los capitalistas, para que los contraten. Es razonable pelear para que la situación mejore. Pero la historia de Colombia muestra que no es posible resolver el problema del desempleo. Ahora frente a la protesta social numerosas voces proponen programas masivos de empleo: ¿por qué no lo habían hecho antes?
La única salida es cambiar la sociedad radicalmente. A pesar de ser un país atrasado comparativamente, Colombia tiene los recursos para poder garantizar una vida decente a todos los colombianos. Pero esto implica una sociedad guiada por la satisfacción de necesidades y no por la búsqueda de ganancia, una sociedad en la cual parte de sus miembros no sean un costo para otros.
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[1] https://www.portafolio.co/opinion/mauricio-cabrera-galvis/trabajo-quiero-trabajo-columnista-551997
[2] https://www.elespectador.com/opinion/el-baile-de-los-que-sobran/
[3] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/thierry-ways/columna-de-thierry-ways-sobre-los-jovenes-en-el-pais-y-las-marchas-589629
[4] https://razonpublica.com/humillados-ofendidos-los-jovenes-cali-paro-nacional/
[5] https://razonpublica.com/los-jovenes-exigen-una-sociedad-diferente/
[6] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/juan-carlos-echeverry/la-educacion-un-embudo-con-huecos-columna-de-juan-carlos-echeverry-588928
[7] https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/jose-antonio-ocampo/la-crisis-del-paro-columna-de-jose-antonio-ocampo-588781
Alberto Maldonado Copello
Foto tomada de: https://semanariovoz.com/
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