Esta educación vigente, esencialmente de datos, cifras y reproductora de mano de obra calificada, beneficia exclusivamente a un sector minoritario de la población mundial, favorece a las grandes corporaciones multinacionales y al capital financiero especulativo; es una responsable de la cultura egoísta, violenta, cínica, mentirosa, mafiosa y de la profunda crisis espiritual y ética que se vive en los dos hemisferios de esta hermosa guardería terrenal. Esta educación también es culpable de la depredación que se le está causando a los ecosistemas y a su biodiversidad, y las respectivas consecuencias en el desajuste ambiental que presenciamos y sufrimos hoy día.
Por otro lado, pero en la misma dirección del tema planteado, se describe mediante interrogantes, un ejemplo de la historia reciente. ¿Quiénes fueron los dirigentes que participaron de la gran hecatombe mundial, en la década del 30 y 40 del siglo pasado? ¿Quiénes han sido los líderes y gobernantes que han promovido las invasiones bélicas a otros pueblos? ¿Quiénes están detrás de las grandes empresas multinacionales fabricantes de armas de destrucción masiva? ¿Quiénes promueven el terrorismo de Estado y el terrorismo de los grupos fundamentalistas de origen político, étnico y religioso? ¿Cuál ha sido el resultado de la segunda guerra mundial, de las invasiones violentas para subyugar a pueblos y del terrorismo? ¿Estos interrogantes qué quieren decir, que desean enseñar? Son muchas preguntas que ameritan muchas respuestas, pero este artículo no es el escenario para debatir, sino para presentar, recordar y subrayar algunas conductas comprometidas en todas estas crueldades humanitarias, ambientales y económicas de seres humanos con educación en humanidades, personas cultas, intelectuales y científicos altamente calificados, dirigentes políticos y de gobierno, responsables de las peores crueldades como el homicidio selectivo y en masas, campos de concentración y torturas, desplazamientos forzados, transgresión a la libre determinación de los pueblos y su destrucción, hambrunas, violación a los derechos humanos, entre otras.
De lo anterior se puede afirmar, que la ignorancia no es la responsable de los desastres mayores que han ocurrido en la Tierra; que no sólo “basta una persona bien educada, bien formada en humanidades para que haga el bien”. No es suficiente una educación para frenar el mal y el horror. También, del anterior párrafo se desprende, que el modelo de educación que se imparte en occidente, donde evidentemente se privilegia la muerte, las invasiones a pueblos, la destrucción, la opresión, la violencia y la depredación de la naturaleza, es hora de sustituirlo y darle paso a un sistema que reivindique la vida, la libertad, el bien de toda la sociedad y la armonía con la biodiversidad que subyace en todos los ecosistemas, para que las tragedias promovidas por los seres humanos no se vuelvan a repetir.
Entonces, ¿Qué clase de educación queremos, para que se acabe o minimicen las barbaridades producidas desde este sistema de educación? Sin un orden valorativo, es pertinente, poner en el centro de la discusión la cuestión antropológica y ambiental como parte inseparable, única e irremplazable de la naturaleza y de la vida, y por otro lado, no es suficiente una educación antropocéntrica, y siguiendo a Levinas, es ver la educación desde la alteridad, en el reconocimiento del otro, darme al otro no como objeto sino como sujeto que se manifiesta como realidad. Afirmación profundamente espiritual y ética, vigente para estos tiempos aciagos. Y en ese sentido, la presencia del otro, darme al otro, extrañar al otro es darme a la vida en todas sus formas, como el mayor suceso de la Creación y del Universo.
En consecuencia, varios asuntos fundamentales debe abordar un nuevo sistema educativo: lo antropológico, lo ambiental, lo ético y lo pedagógico. Pensar en el sujeto y en la colectividad, en cómo se debe educar para que no se repita el horror, el dolor y la muerte por causas del egoísmo, la avaricia y el consumismo que subyacen en las entrañas del capitalismo salvaje y en el poder político de regímenes déspotas, tiránicos y autocráticos, es una urgente e inaplazable tarea.
Por consiguiente, hay que propender por una vida mejor, digna y con igualdad de oportunidades; libres de temores y de carencias. Y una alternativa para lograrlo, la podría ofrecer un sistema de educación que enseñe la solidaridad, la convivencia y la inclusión para un mejor vivir, que brinde una mejor cohesión social y certidumbre, una educación que supere la lógica de lo económico, te doy para que me devuelvas. Una educación para un mejor y buen vivir.
Alberto Anaya Arrieta. Teólogo y Pedagogo
Deja un comentario