“Duque desconoce la agenda de conversaciones pactada con el Gobierno, lo que significa que no está interesado en la participación de la sociedad en la construcción de paz, en la democratización que necesita el país, en las transformaciones imprescindibles para que no haya razones para un alzamiento armado o en las víctimas”, aseguró el jefe de la delegación del ELN en Cuba, Pablo Beltran.” (Voces- ELN)
Con esta crítica respondió el jefe negociador de la guerrilla del ELN Pablo Beltran, al candidato Iván Duque, respecto a la postura que el aspirante presidencial del Centro Democrático ha mantenido respecto a los diálogos de paz que el gobierno Santos ha venido sosteniendo en aras de lograr un acuerdo definitivo para que esta insurgencia abandone las armas. Recordemos que para Duque la única opción que tiene el ELN, en un futuro gobierno del Uribismo es “la concentración de sus tropas, la desmovilización de sus combatientes y el sometimiento a la justicia”, es decir la negación total de la condición de actor político armado a esa organización rebelde; por ese camino las perspectivas de paz en un gobierno de derecha como el que se propone conformar Ivan Duque en representación de los sectores del NO, son casi nulas, y en vez de construir sobre lo construido, lo que vamos a presenciar es una demolición de la arquitectura de la paz que el gobierno Santos ha construido durante 8 años.
Dicho lo anterior, la pregunta que surge es ¿qué hacer para dar continuidad a los esfuerzos de paz en los que el país y el gobierno se han empleado por casi una década?
La respuesta es apoyar la Coalición por la paz que lidera el candidato presidencial Gustavo Petro, para que la mayoría de sectores que dijeron SI en el pasado plebiscito tengan un vocero genuino en la casa de Nariño, que defienda lo alcanzado y le dé continuidad a los diálogos con el ELN, eso sí mejorando su metodología y aprendiendo de los aciertos y errores de los procesos adelantados con las FARC y en el pasado con los paramilitares.
Veamos entonces rápidamente lo que aportan los ex candidatos presidenciales Humberto de la Calle y Sergio Fajardo a la política de paz que el candidato de la Colombia Humana Gustavo Petro puede desarrollar en caso de ser elegido presidente de Colombia este próximo 17 de junio.
En primer lugar, el doctor de la Calle ex candidato presidencial y jefe negociador de paz con las FARC, sostiene que para fortalecer la negociación con el ELN y devolverle la credibilidad de este proceso ante la opinión pública, esta insurgencia debe comprometerse desde ya en un cese al fuego definitivo, como precondición para avanzar en la agenda con el gobierno; es decir para Humberto Dela Calle los tiempos de negociar en medio del conflicto terminaron, hoy el país requiere gestos claros y decididos de los rebeldes Camilistas, para poder superar el escepticismo de muchos Colombianos frente a este proceso.
De la Calle se apega a la metodología aplicada en la negociación con las FARC, es decir una agenda formal, positiva y exegética que vaya del punto A al B, en forma lineal, de tal manera que se vaya agotando paso a paso el contencioso del conflicto por parte de los negociadores de ambas partes, consignándolo en un tratado como sucedió con el acuerdo de La Habana. En síntesis la negociación política del futuro acuerdo se centraliza, para simplificar procedimientos y conjurar disensos.
El problema es que este modelo virtuoso, en grado sumo, también ha presentado algunas dificultades en su diseño e implementación, como el distanciamiento con respecto a otros actores que intervienen en el conflicto, entre ellos el territorio mismo, por eso en Colombia se afirma “que es más fácil firmar la paz que construirla” o dicho en otras palabras el teorema de la paz es correcto, pero su despliegue en la realidad es sinuoso, perturbador y en todo caso sometido al principio de incertidumbre.
Con el desarme de las FARC y cuando por fin se pudo despejar de un primer actor las áreas del conflicto, se pudo observar la complejidad y diferenciación de los territorios que han sido modelados por más de 70 años de conflicto armado, hoy se puede afirmar que las dinámicas de la guerra se han adaptado a las especificidades del territorio y las comunidades que lo habitan. De tal suerte que el proyecto de negociación que el candidato presidencial liberal propone para la mesa con el ELN, no tiene el mismo eco y correspondencia en su contradictor, ya que la guerrilla liderada por “Gabino” tiene en su inventario el balance de la negociación con las FARC y los pasos de la implementación, o en otras palabras, los aciertos y en especial los desaciertos.
Desde el inicio del primer mandato del presidente Santos se dijo que la construcción de la paz seria el resultado del avance de “dos mesas de diálogo y solo proceso de paz”. El gran problema es que el modelo de negociación, una vez agotada la mesa con las FARC, requiere importantes ajustes para adaptarse a la mesa con el ELN. Por un lado una sociedad civil en la que los diferentes actores sociales son más escépticos y exigentes y por otro lado un sector de extrema derecha crítico y altamente especializado en atacar los flancos débiles que presente la negociación, para capitalizarlo políticamente.
Para el ELN la negociación con las FARC ha sido toda una escuela, en lo político, lo jurídico y lo militar; respecto al último aspecto, hay que recordar que a mediados de la década pasada, las dos insurgencias establecieron un modelo de pinzas convergentes para ocupar los territorios y corredores montañosos desde los cuales combatir a las fuerzas militares y en los últimos tiempos al paramilitarismo. Los jefes militares y políticos de estas dos organizaciones realizaron cumbres para respetar territorios, rentas ilegales y bases sociales de una y otra fuerza, sin dejar de competir por la primacía del modelo político-organizativo de lucha armada, pero cuando las FARC se repliegan de los territorios, se concentran en las zonas verdales y hacen dejación de armas en el año 2016 y 2017, ese orden bipolar de la ruralidad Colombiana ejercido por las FARC y el ELN se terminó y el único actor que permanece es el ELN.
Esa unicidad ha generado tantas ventajas como problemas para la guerrilla Camilista, por un lado las oportunidades de reclutamiento y control territorial se multiplicaron en un 200% para el ELN a partir del año 2016, pero a la par con esa ventana de oportunidades estratégicas, vinieron aparejados graves problemas en el copamiento de las áreas rurales, como por ejemplo el insuficiente número de efectivos guerrilleros ELENOS para cubrir las responsabilidades ante las comunidades campesinas acostumbradas al orden insurgente de control social establecido por las FARC en departamentos como Cauca, Nariño, Choco, Catatumbo, Sur de Bolívar, Nordeste Antioqueño, Arauca, a lo que se le agrega la duplicación del esfuerzo para contener a las estructuras criminales sucesoras del paramilitarismo que han permanecido agazapadas para atacar a las comunidades campesinas cuando las FARC se desarmara, como en efecto ocurrió y prueba de ellos es la trágica y masiva cantidad de líderes sociales asesinados, casi cuatrocientas víctimas fatales en los 2 últimos años.
Otro componente adicional es el hecho que las comunidades campesinas en muchos territorios rurales con presencia de cultivos de coca han entrado en pánico y frenesí por la anarquía que se vive en los actuales momentos. En ese ambiente han surgido disidencias de las FARC y otras estructuras armadas de carácter delincuencial a los que los campesinos de forma desesperada apoyan porque les prometen defender sus cultivos de la erradicación forzada que arbitrariamente realiza el ejercito en cumplimiento de la equivocada estrategia militar de ejecución de la última fase de lo que denominan el plan “Victoria” en los territorios del conflicto.
Por su parte Sergio Fajardo, en relación con los diálogos con la guerrilla del ELN, sostiene que se debe tomar como ejemplo la negociación que se realizó con las FARC, esa afirmación es bien intencionada, lo que no está claro es si Fajardo entiende integralmente como diseñar una arquitectura de negociación con la última insurgencia de Colombia, teniendo en cuenta la candidez que demostró cuando apoyo la reinserción de los paramilitares en Medellín, en la época en que fue alcalde de esa ciudad; pues de acuerdo con informes de organizaciones defensoras de derechos humanos como el IPC de Antioquia, los desmovilizados de las AUC se aprovecharon de la buena fe de la administración del alcalde Sergio Fajardo y su secretario Alonso Salazar para seguir delinquiendo en las comunas mientras recibían apoyos económicos y subsidios de la alcaldía y la gobernación de Antioquia a través de la “Corporación Democracia”, que de día actuaba como una ONG y de noche como la temible oficina de Envigado[1].
En otras palabras de la experiencia del profesor Fajardo como negociador de paz, hay que valorar su capacidad para acercarse a grupos armados y sentarlos a dialogar, pero hay que corregir los mecanismos de implementación que se adelantaron en Antioquia, pues hoy Medellín y Antioquia presentan niveles de criminalidad y degradación de la violencia iguales o peores a los registrados en la últimas dos décadas especialmente en el área urbana.
Por su parte Gustavo Petro, el candidato de la Colombia Humana, requiere aterrizar la negociación en los territorios, bajo un enfoque multidimensional y multicausal que le permita implementar lo pactado simultáneamente con negociar con los actores que permanecen en el territorio, especialmente con el ELN.
Este enfoque territorial exige microfocalizaciones de la negociación en los territorios críticos, como Catatumbo, Arauca, Nariño, Urabá, Guaviare y Vichada y el Cauca, con una fuerte institucionalidad para la paz in situ a la par con el Combate frontal a los carteles Mexicanos que representan el eslabón más perverso del circuito del narcotráfico internacional en asocio con las mafias Colombianas, además debe permitir la participación de las autoridades y poderes locales en el desarrollo de los diálogos y por supuesto en la implementación de los acuerdos pactados.
Teniendo en cuenta la naturaleza multivariable del conflicto en las distintas regiones del país, se debe empoderar a la ciudadanía y garantizar su protección sobre la lógica del concepto de seguridad humana que parte del principio de la prevención y el autocuidado colectivo de las comunidades y el tejido social que ha construido la ciudadanía a lo largo de su historia, de sus resistencias.
Otro aspecto esencial es darle continuidad a las políticas públicas de tratamiento alternativo al problema de los cultivos de uso ilícito y la presentación de reformas constitucionales al próximo Congreso de la Republica que logren la legalización de la actividad del cultivo de la coca para usos medicinales, con énfasis en proyectos de investigación para la diversificación de su uso en farmacopea, alimentación alternativa y uso agroindustrial.
Petro es el único candidato que puede desarrollar una estrategia audaz para acabar con el conflicto y la violencia en las zonas rurales de Colombia, su condición de ex guerrillero y negociador de paz en la década del 80 y 90 serán de gran ayuda para ponerse en la psiquis del contrario en la mesa de negociación, de hecho otros actores armados como las disidencias de las FARC y las grupos armados sucesores del paramilitarismo, tendrían más química en las conversaciones que se establezcan en un hipotético gobierno de Gustavo Petro que en régimen en el que el jefe de estado fuese Iván Duque, pues sus inamovibles ralentizarían los escenarios de negociación y a la postre, ante cualquier crisis que se presente, se suspenderían definitivamente estos esfuerzos por alcanzar la paz.
Por lo tanto si Gustavo Petro asumiese la presidencia de Colombia para el periodo 2018-2022, deberá rodearse de un equipo calificado de expertos en resolución de conflictos que le permitan corregir los errores de negociaciones anteriores y ajustar la agenda de la paz a las dinámicas políticas y territoriales del Ejército de Liberación Nacional ELN, vuelve y juega la paradoja, Petro necesitara de un hombre con la experiencia de Humberto de la Calle para construir la política de paz de su eventual gobierno.
Junio 13 de 2018
Julo Arenas, investigador del conflicto Corporación Nuevo Arco Iris
[1] Dos desmovilizados de Corporación Democracia aceptaron pertenecer a nuevas bandas en Medellín. (…)lo que queda claro es que el modelo de reinserción implementado por la Alcaldía de Medellín no logró contener a tiempo la intrincada red que se fue tejiendo entre legalidad e ilegalidad y que permitió que personas como Tapias y Perdomo posaran de hombres de paz en el día y señores de la guerra en las noches. Verdad abierta.com, año 2010.
Foto tomada de: http://www.notimerica.com/politica/noticia-gobierno-colombiano-eln-anuncian-prorroga-dialogo-paz-15-junio-20180612234022.html
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