El nudo gordiano procede de una leyenda de la más lejana provincia romana, Frigia, adonde eran condenados los políticos corruptos y, en la era cristiana, los herejes. Era una especie de Siberia, lugar de castigo de los opositores o de los defensores de doctrinas heterodoxas.
La leyenda dice que habiendo quedado vacante el trono, fue escogido como rey un campesino de nombre Gordio. Vino con su carro de bueyes y, para honrar a Zeus y mostrar la humildad de su origen, metió la carreta dentro del templo y la amarró con una cuerda gruesa con muchos nudos, de suerte que nadie podía desatarla. Y quedó así por mucho tiempo hasta que en el año 334 a.C. pasó por allí Alejandro, el Grande. Curioso, fue a ver los nudos. Dio vueltas alrededor. No se sintió rehén de los nudos de la cuerda. Tuvo una iluminación. Desenvainó la espada y de un golpe cortó la cuerda. De ahí se derivó la conclusión de que una idea alejada de los marcos convencionales –los nudos– puede fácilmente resolver el problema.
Brasil está atado con cuatro nudos gordianos, sin que hasta hoy haya llegado alguien que con un corte lo libre de ellos. Pero llegará un día.
El primer nudo gordiano es el etnocidio indígena. Eran cerca de 4 millones. El exterminio los redujo a los 800 mil de hoy. El exterminio más vergonzoso fue por decisión de don Juan VI el 13 de mayo de 1808 al declarar una guerra de exterminio contra los krenak (botocudos) del Valle del Río Dulce. Eran considerados indomesticables, por eso debían ser exterminados. Casi lo fueron. Algunos huyeron hacia la selva. Consiguieron rehacerse y hoy Ailton Krenak es uno de los más importantes líderes de los pueblos que sobrevivieron. Como consecuencia, esos pueblos originarios son discriminados hasta hoy como inferiores, sus tierras son demarcadas con dificultad y muchos de ellos todavía siguen siendo asesinados.
El segundo nudo gordiano es nuestro pasado colonial. Todo proceso colonialista es violento: implica invadir tierras, imponer la lengua, la política, la religión y desestructurar la cultura de los colonizados. La colonia creó dos instituciones que se transformaron en estructuras mentales: la Casa Grande del señor que tiene el poder de vida y muerte sobre los subordinados y la Senzala donde viven los esclavos y los peones sin ningún derecho. La consecuencia: dependemos siempre de afuera, consideramos que lo extranjero es mejor que nuestro propio producto. Dejamos surgir el sentimiento de “perro callejero” sin autovalorarnos.
El tercer nudo gordiano fue la esclavitud. De 4 a 5 millones de africanos fueron traídos de África como esclavos. Se los ponía en la plaza pública y eran vendidos como “piezas” para utilizarlos como trabajadores en el ingenio azucarero o como sirvientes en las ciudades. Se les prohibía formar una familia. Los hijos tan pronto como crecían eran vendidos lejos para romper así el lazo de afecto entre la madre y sus hijos e hijas. Fueron tratados con crueldad, como animales. Consecuencia: la falta de respeto a los otros, la discriminación y el odio que se extiende en la sociedad contra los negros y sus descendientes. Esto perdura hasta el día de hoy. Jessé Souza en su obra sociológica enfatiza que los descendientes de la Casa Grande no sólo los mantienen en las periferias sino que los humillan y desprecian. Sólo el gobierno Lula-Dilma les aplicó alguna medida de reparación, creando cuotas para ellos en las universidades y en las escuelas técnicas y una universidad, UNILAB, en Redenção, en el estado de Ceará.
El cuarto nudo gordano, que obnubila la realidad brasilera, es el patrimonialismo asociado a la corrupción. El patrimonialismo significa que las oligarquías consideran como privado el bien público, ocupan altos puestos del aparato del Estado, controlan las políticas públicas, entran en consorcio con empresas privadas para realizar proyectos del Estado, consiguiendo propinas por la mediación o por la sobrefacturación de las obras. Ahí corre suelta la corrupción, que ha sido naturalizada. Solamente en los últimos tiempos, mediante el Lava Jato, los dueños de las grandes empresas y políticos del más alto escalafón han sido desenmascarados y muchos de ellos llevados a la cárcel. Este nudo gordiano es el más difícil de desatar pues se ha ido infiltrando en toda la sociedad como si formase parte de los negocios y de nuestro ser brasilero.
Si Brasil quiere construir su propio camino, conseguir autonomía y contribuir al devenir de la nueva fase planetaria de la Tierra, deberá cortar esos cuatro nudos. Un gobierno con fuerte liderazgo y coraje y con sentido de nacionalidad podrá cortar estos nudos, como condición para realizar el sueño brasilero. No perdemos la esperanza de que llegará ese día. Energías poderosas nos están impulsando en esta dirección.
LEONARDO BOFF
2017-09-10
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