El crecimiento será sucio. En el Marco Fiscal de Mediano Plazo se afirma:
“Por el lado de la balanza comercial, las exportaciones se recuperarían al crecer 11,2% en medio de un contexto externo más favorable, mientras las importaciones crecerían 9,5%. Las exportaciones tradicionales se verán impulsadas por una mayor producción de petróleo y carbón” (p. 179, énfasis añadido).
De acuerdo con esta frase, la dependencia del petróleo y del carbón continuará en los próximos 10 años. No se propone ninguna estrategia que permita modificar la estructura de las exportaciones, y reducir el peso que tienen los hidrocarburos y los minerales. No se avanza en alternativas que lleven a transformar la matriz energética. Y esta carencia es grave porque el cambio climático exige tomar medidas urgentes.
Sorprende que en el horizonte del Marco Fiscal no se hayan diseñado mecanismos que permitan ir avanzando hacia una economía más limpia. En los asuntos climáticos no se puede dejar pasar una década sin tomar decisiones radicales que, efectivamente, contribuyan a consolidar una economía limpia.
La estacionariedad del crecimiento no se explica. En ninguna parte del Marco Fiscal se explican las razones por las cuales el crecimiento se estabiliza. Los supuestos que son arbitrarios, tienen consecuencias relevantes en la política pública. A partir de estos escenarios se define el monto del déficit fiscal. En el 2032 el desbalance del Gobierno Nacional Central, como porcentaje del PIB, se debe reducir a –2,7%. Actualmente es de –8,6%.
Este menor déficit se logrará gracias a la combinación de tres medidas: una débil tributación, la austeridad en el gasto, y la venta de activos públicos. Estas soluciones son cuestionables. La reforma tributaria no es progresiva, y en poco ambiciosa. La austeridad es muy difícil y, además, no es conveniente. La venta de activos no resuelve los problemas estructurales, y sí reduce los ingresos que recibe el Estado, en tanto propietario.
Es claro, entonces, que las estimaciones que se hacen en el Marco Fiscal tienen consecuencias en las decisiones sobre el gasto público y los impuestos. Mientras más bajas sean las proyecciones del crecimiento, el afán de cumplir las metas fiscales se puede expresar en una disminución de la intervención estatal.
La arbitrariedad de los escenarios de crecimiento del PIB termina afectando la calidad de vida de los hogares. Y si el gobierno continúa insistiendo en la austeridad, se podrían debilitar gastos esenciales en áreas como la educación y la salud.
El crecimiento es mediocre. La dinámica del PIB en los próximos 10 años es mediocre. Y, en gran parte, porque en las dos últimas décadas se fue consolidando una economía extractiva, que no favorece el empleo, que no genera procesos endógenos virtuosos, que no confía en el mercado interno.
Para que las tasas de crecimiento sean mayores se debe reorientar la economía hacia procesos que fortalezcan la industria y la agricultura nacionales. La economía verde estimula el empleo. Para que ello sea posible se requiere una mayor intervención del Estado, y un fortalecimiento del mercado doméstico.
El crecimiento es mediocre porque alrededor de las actividades extractivas se han ido consolidando economías de enclave, que no lograr que los excedentes se distribuyan entre la población. No se han impulsado políticas industriales que agreguen valor, y que fortalezcan dinámicas endógenas virtuosas.
Jorge Iván González
Foto tomada de: El Colombiano
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