Mucha gente puede ni haber oído hablar de la empresa minorista Shop Direct. Sus raíces se remontan al ya lejano apogeo de la venta por catálogo, y a dos gigantes de esa época, Littlewoods y Almacenes Great Universal. Ahora es la empresa matriz detrás de la marca de moda online Very y de la reinventada Littlewoods.com. Todo esto podría sonar bastante inofensivo. Pero en dos zonas del Gran Manchester, Shop Direct tiene mala fama últimamente.
Hasta ahora, lo que la jerga corporativa moderna llama “fulfilment” – en otras palabras, empaquetar pedidos de la gente y revisar devoluciones – ha sido resuelto en tres sedes de Shop Direct, en Chadderton y Shaw, cerca de Oldham, y en Little Hulton, tres millas al sur de Bolton. Pero la empresa ahora tiene planes para trasladar todas estas tareas a un “centro de distribución y devoluciones” de casi 50.000 metros cuadrados, “completamente automatizados” localizados en un parque industrial logístico en el este de Midlands. El período obligatorio de consulta comienza mañana, y el sindicato de trabajadores de las tiendas Usdaw y los políticos locales están en pie de guerra: si sucede tal cual, el traslado implicará la pérdida de 1.177 puestos de jornada completa, y de 815 funciones actualmente desempeñadas por los trabajadores de la agencia; en el nuevo emplazamiento solo habrá empleos para aproximadamente 500 personas. En un momento en que las cifras de desempleo aparentemente bajas ocultan la fragilidad y la inseguridad de tanto trabajo, este relato es un posible síntoma: probablemente el ejemplo más claro que he visto ya en esta era, de automatización, y el trastorno y el dolor con que amenaza.
Cada vez que una caja de autoservicio trina y pita y emite el aviso final “artículo inesperado en el área de ensacado”, nos señala el futuro. Así mismo sucede con el creciente vaciamiento de las calles principales británicas. Pero gran parte de la inminente ola de automatización en la venta minorista y en la llamada logística, se esconde en los cada vez más grandes centros de distribución y en los departamentos de investigación y desarrollo de grandes firmas en internet. Inevitablemente, ninguno de los empleados de estas empresas, se siente cómodo al hablar de un descenso inminente del empleo humano en todos los sectores en los que operan, y del crecimiento acelerado de las empresas particulares – ejemplificado en Amazon, que ahora emplea a 500.000 personas alrededor del mundo, frente a las 20.000 de hace una década – ofreciéndoles una amplia cobertura. Pero la evidencia es clara: la compra, venta y manejo de bienes se está volviendo cada vez menos y menos intensiva en trabajo.
Carl Benedikt Frey, un especialista en automatización en la Oxford Martin School, dice: “La venta al por menor es una industria en la que es probable que desaparezca el empleo, como lo ha hecho en la manufactura, la minería y la agricultura”. En 2017, un exhaustivo informe en el que fue coautor mostró que el 80% de trabajos en “transporte, almacenamiento y logística” son ahora susceptibles de automatización.
En ambos campos conectados, la sustitución del trabajo humano por tecnología está impulsada por el comercio electrónico que cambia el comercio minorista de las ciudades y centros urbanos a los grandes espacios donde las máquinas pueden hacerse cargo de todo el proceso de selección y embalaje – y en el Reino Unido, los hábitos de compra obviamente, se movieron enormemente en ese sentido. El grado en que esto hace que los trabajos sean vulnerables es obvio: la participación del empleo total británico en el comercio mayorista y minorista sobresale por encima de todos los demás sectores de la economía, representa el 15% de los trabajadores del Reino Unido, en comparación con solo el 7,5% en la industria manufacturera. Mirando toda la economía en su conjunto, un informe del año pasado de PricewaterhouseCoopers dice que los empleos de más de 10 millones de trabajadores estarán en alto riesgo de automatización en los próximos 15 años.
La tecnología que alguna vez se consideró cara y exótica ya está aquí. Alrededor del mundo, Amazon ahora usa alrededor de 100.000 “unidades de robots” para mover productos alrededor de sus centros de distribución. El almacén dentro del nuevo “campus” de John Lewis, cerca de Milton Keynes, ha sido descrito como un “pasillo desierto con sonidos y zumbidos”. Emplea 860 robots y mantiene el elemento humano para cambiar cosas en un mínimo absoluto. El año pasado, Credit Suisse analizó las patentes que el supermercado en línea Ocado había presentado recientemente y concluyó que la compañía -que, entre otras cosas, está trabajando en vehículos de reparto sin conductor- estaba empujando hacia un “futuro automatizado” en el que la mitad de su personal podría desaparecer en una década (incluso ahora, opera un servicio con mucho menos trabajadores que sus rivales).
Y así llegamos a la parte realmente terrorífica. Dado que se concentrará de modo desproporcionado, más en los empleos mal remunerados y de baja cualificación, esta ola de automatización inevitablemente amenaza con empeorar la desigualdad. Hay sectores enteros de Gran Bretaña donde, a medida que el empleo en la industria pesada retrocedió, se fueron a parques y centros de distribución. En lugares como el sur de Gales y South Yorkshire, el resultado ha sido una, casi surrealista, economía circular en la que las personas trabajan para grandes empresas minoristas y ganar dinero para gastarlo en otras empresas minoristas. Y solo puedes preguntarte ¿Qué pasará después?
Si queremos evitar lo peor, se necesitarán planes radicales. La inseguridad que trae la automatización pronto demandará el reemplazo integral de un sistema de beneficios que no hace casi nada para animar a las personas a adquirir nuevas habilidades, y funciona con la expectativa de que pueda empujar a cualquiera que esté desempleado precisamente hacia el tipo de trabajo que está bajo amenaza. En muchos lugares, el desmantelamiento del mercado laboral hará que el tema de la vivienda fiable y segura –o si no, las cuestiones de subsistencia básica- sea aún más urgente. Tanto en las escuelas como en la educación de adultos, el sistema tendrá que sacar de alguna manera a la mayor cantidad de gente posible de las partes más susceptibles de la economía, y maximizar el número de los suficientemente capacitados como para trabajar en niveles más altos – lo cual, dado el estado lamentable actual de la enseñanza de la tecnología e informática, parece una tarea enorme.
En lo que respecta a la derecha política, no hay ningún interés serio en algo que se parezca a este tipo de agenda: una de las muchas tragedias de la austeridad que marcó el partido conservador es que bombardeó las posibilidades de cualquier respuesta significativa a la automatización justo cuando su realidad quedó patente; y los conservadores todavía parecen estar dormidos o encadenados al tipo de laissez-faire thatcherista que no ofrece nada más allá de la insistencia habitual de que el mercado no debe ser intervenido. Algunos de ellos deberían leer un informe pasado por alto, hecho por la comisión independiente del Futuro del Trabajo convocada el año pasado por el vicepresidente laborista Tom Watson – se lió con la afirmación panglosiana de que “los robots pueden liberarnos”, aunque gran parte de su análisis dio en el clavo. Contenía fuertes predicciones sobre el futuro de esos “sectores de baja cualificación y bajo salario” como el transporte, el almacenamiento y el comercio minorista, y advirtió que “los antiguos centros industriales de Inglaterra en las Midlands y el norte son más vulnerables… debido a la concentración de empleos en sectores de riesgo. Por tanto, sin intervención política, la revolución tecnológica hará que se agudicen las desigualdades regionales.”
Hay indicios de que estos temas están ahora en el radar de los principales políticos laboristas –como ocurrió con el reconocimiento de Jeremy Corbyn el año pasado de que la automatización “podría hacer que gran parte del trabajo contemporáneo sea innecesario”. Pero más allá de la palabrería bastante fantasiosa de “poner la propiedad y el control de los robots en las manos de quienes trabajan con ellos” y los planes encomiables de un servicio nacional de educación, casi no se ha dado suficiente cuerpo a la idea – tal vez porque la conversación sobre la automatización aún está a menudo atascada en las locas utopías de un futuro “post-capitalista” libre de trabajo.
¿Qué tiene que decir la izquierda a todos esos trabajadores de Shop Direct en Shaw, Chadderton y Little Hulton? ¿Cómo va a aplacar los miedos de las miles de personas que probablemente se enfrentarán la misma experiencia? Dicho de otra manera, si el futuro ya está aquí, ¿ahora qué?
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