He pedido un periodo de reflexión en el Partido, y no son pocas las cosas a considerar. No creo que estos dos resultados electorales en contraste se puedan entender aisladamente.
Los últimos años han sido testigos de una serie de turbulencias políticas: la campaña por la independencia escocesa, la transformación del laborismo, el Brexit, el aluvión electoral laborista y, ahora, la victoria del “Cumplir el Brexit” de Johnson. Nada de esto es una coincidencia.
El sistema político es volátil porque no está logrando generar un apoyo estable al status quo tras el derrumbe financiero de 2008. Como líder laborista, he insistido en viajar a todos los puntos de nuestro país y escuchar a la gente, y me ha llamado continuamente la atención hasta qué punto se ha quebrado la confianza en la política.
La brecha entre los más ricos y los demás se ha agrandado. Todo el mundo puede ver que el sistema político económico no es equitativo, no se conduce con justicia y va en contra de la mayoría.
Eso ha dejado una hendidura abierta a una política más radical y llena de esperanza que insiste en que no ha de ser así, y en que otro mundo es posible. Pero también ha fomentado el cinismo entre mucha gente que sabe que las cosas para ellos no marchan, pero que no cree que puedan cambiar.
Es lo que he visto con la mayor claridad en las antiguas zonas industriales de Inglaterra y Gales donde la deliberada destrucción de los puestos de trabajo y las comunidades se ha cobrado un alto precio. No es de extrañar que esas zonas ofrecieran la reacción más contundente en el referéndum de 2016 y, lamentablemente para el laborismo, en las elecciones generales del jueves.
En las ciudades en las que cerraron las acerías, la política en su conjunto no ofrecía confianza, pero la promesa de Boris Johnson de “Cumplir el Brexit” – vendida como un golpe asestado al sistema –, sí. Desgraciadamente, ese lema se revelará pronto como la falsedad que es, haciendo añicos todavía más la confianza.
Pese a nuestros mejores esfuerzos y a nuestros intentos de dejar claro que esto supondría un punto de inflexión para el rumbo en conjunto de nuestro país, las elecciones giraron principalmente en torno al Brexit.
Un Partido Conservador preparado para explotar las divisiones capitalizó la frustración creada por su propio fracaso a la hora de materializar el resultado del referéndum…con un precio que pagó un Partido Laborista que buscaba unir al país para arrostrar el futuro.
La polarización del país en torno al Brexit le puso más difíciles las cosas a un partido con fuerte apoyo electoral en ambos bandos. Creo que hemos pagado el precio de que se nos viera como si hubiéramos tratado de estar a horcajadas en esa divisoria o de repetir el referéndum.
Hemos de escuchar ahora las voces de quienes, en Stoke y Scunthorpe, en Blyth y Bridgend, en Grimsby y Glasgow, no dieron su apoyo al laborismo. Nuestro país ha cambiado de modo fundamental desde el derrumbe financiero y cualquier proyecto político que pretenda otra cosa caerá en la complacencia.
El progreso no llega siguiendo una sencilla línea recta. Aunque perdimos muchos escaños el jueves [pasado, 12 de diciembre], creo que el programa de 2019 y el movimiento que hay tras él se verán como algo históricamente importante, un intento de verdad de construir una fuerza lo bastante potente como para transformar la sociedad en favor de una mayoría, no de unos pocos. Por primera vez en decenas de años, mucha gente ha albergado la esperanza de un mejor futuro.
Esa experiencia, compartida por cientos de miles de personas, no se puede borrar. Nuestra tarea, como movimiento, y como partido que ha ido más allá de doblar su tamaño, no ha terminado: tiene ahora la urgente tarea de defender a aquellas comunidades que sufran los ataques sostenidos del gobierno de Boris Johnson y del acuerdo tóxico al que quiere llegar con Donald Trump.
Y debe empezar por asegurarse de que esa esperanza se extienda y ahonde. Como socialistas, tratamos de elevar las expectativas de la gente. La gente de nuestro país merece mucho más, y puede alcanzarlo si trabajamos juntos por conseguirlo.
Me siento orgulloso de que, en lo tocante a la austeridad, al poder de las grandes empresas, a la desigualdad y la emergencia climática, hayamos ganado los debates y reescrito los términos de la discusión política. Pero lamento que no tuviéramos éxito a la hora de convertir eso en una mayoría política en pro del cambio.
No hay duda de que nuestras políticas son populares, de la propiedad pública del ferrocarril a los servicios públicos clave para un ingente programa de construcción de viviendas y un aumento salarial para millones de personas. La cuestión es: ¿cómo podemos tener éxito en el futuro allí donde esta vez no lo tuvimos?
No hay un remedio rápido para superar la desconfianza de muchos votantes. Subestimarles no hará que nos los ganemos. El laborismo ha de ganarse su confianza. Eso significa un trabajo de escuchar y estar con las comunidades, sobre todo cuando el gobierno arrecie en sus ataques. Y significa asegurar que la clase trabajadora, en toda su diversidad, sea la fuerza impulsora en el seno de nuestro partido.
Los ataques de los medios de comunicación al Partido Laborista durante los últimos cuatro años y medio han sido más feroces que nunca…y han tenido por supuesto su impacto en el resultado de las elecciones. Cualquiera que se alce en pro de un cambio verdadero se encontrará con toda la fuerza de la oposición de los medios.
El Partido necesita una estrategia más robusta para encarar frontalmente esta hostilidad de la propiedad multimillonaria y su influjo, y para, cuando sea posible, volverla a nuestro favor.
Hemos sufrido una grave derrota, y asumo mi responsabilidad por ello. El laborismo tendrá pronto un nuevo líder. Pero quienquiera que sea, nuestro movimiento seguirá trabajando en favor de una sociedad más igual y más justa, y de un mundo sostenible y en paz.
Me he pasado la vida hacienda campaña en favor de estas metas y seguiré haciéndolo. La política de la esperanza ha de prevalecer.
Deja un comentario