El 23 de febrero de 2023 salió en edición digital el libro de Joanna Barney, investigadora de Indepaz, Por el mar y la tierra vuela el viento Guajira Wayuu, resultado una investigación de varios años.
Es un libro que merece leerse porque muestra la realidad de los planes de energía eólica en la Guajira que nos han querido vender desde el gobierno de Iván Duque y ahora con Gustavo Petro como algo maravilloso.
El lobby de las energías solar y eólica
El libro muestra una realidad diferente. De 17 empresas, doce son multinacionales extranjeras, que han abusado para implementar sus proyectos, violando todo tipo de normas ambientales y sociales, especialmente atentando contra los Wayuu, y nadie en el gobierno y los defensores de esta energía y de los intereses de las empresas, se refieren a estos problemas.
Aún más, atacan a las comunidades Wayuu porque, según estos defensores a ultranza de los intereses extranjeros, están impidiendo que se realicen estos proyectos eólicos, con el cuento que eso es para tener un sector eléctrico sostenible, cuando en realidad, el sector eléctrico colombiano es de los diez mejores del mundo, dado que su generación se realiza en un 80% con hidroelectricidad, que estos agentes quieren modificar y que infortunadamente tienen defensores en el gobierno de Gustavo Petro. Han logrado desprestigiar a la energía hidroeléctrica y que no se construyan más plantas para beneficio de estos intereses oscuros, infortunadamente, defendidos por un gobierno que se escuda en el cuento de que es un gobierno de cambio para imponer sus criterios.
Y en esta campaña pro-energías eólica y solar han caído los medios de comunicación y periodistas como Patricia Lara, ignorantes de los temas energéticos, que no se preocupan por informarse seriamente con expertos de diferentes opiniones.
Diez y siete empresas quieren apoderarse de la Guajira
En el cuadro 1 hay un listado de las 17 empresas que quieren implementar proyectos de energías eólica. De las doce extranjeras, cuatro son de España, y una de cada uno de los siguientes países: Estados Unidos, Alemania, Brasil, India, Holanda, Irlanda, Portugal y Canadá.
Se tienen 50 proyectos por 12 851 MW, con 2873 aerogeneradores, programadas para entrar en operación desde 2021 hasta 2034, de los cuales 10882 MW antes de 2030. Para evacuar la energía de estos proyectos que son para operar costa afuera hay que construir muchas líneas de transmisión alto voltaje de 115 kV, 220 kV y 500 Kv. Los proyectos se localizan en el Resguardo indígena Wayuu de la Alta y Media Guajira
No se necesitan tantos proyectos
En primer lugar, hay en preparación 50 proyectos para una capacidad total de 12 853 MW para instalar hasta 2036, que superan las necesidades de capacidad según las proyecciones de la UPME para 2030 y 2040. En efecto, de una demanda de 10 894 MW en 2022, se pasaría a 13 453 MW en 2020 y 17 037 MW en 2040. Es decir, hay más del doble en proyectos eólicos en la Guajira de lo que se necesitaría para 2040, sin contar que hay, también, proyectos de energía solar, térmica e hidroeléctrica.
Surge la pregunta de cómo se va a decidir cuales proyectos entrarían a funcionar. Hay una falta de planeamiento impresionante que nunca sucedía en la época de predominio estatal del sector eléctrico. Se destruyeron todos los mecanismos de planeación y modelos sofisticados que se desarrollaron cuando operaba ISA, empresa pública que integraba transmisión, generación y planeamiento.
Estos proyectos tienen multitud de problemas ambientales, técnicos, económicos y sociales, que sus defensores en el gobierno y en el sector privado quieren pasar por alto. Hay una gran presión para que se lleven a cabo y se dan todo tipo de excusas, que son necesarios para una llamada transición energética y para evitar un racionamiento de energía eléctrica en 2023 y 2024.
Cuadro 1 Empresas con proyectos de energías eólicas para la Guajira
Fuente: Barney, J, (23 de febrero, 2023). Por el mar y la tierra vuela el viento.
Los proyectos no benefician a la Guajira ni al país
Dados todos los subsidios a la energía eólica no hay beneficios económicos para el país y la Guajira. En efecto, según la Ley están eximidos del impuesto de IVA, del impuesto de aduana, gozan de depreciación acelerada y el 50% de las inversiones se deducen de las utilidades.
Para la Guajira no hay ningún beneficio económico, y sí muchos problemas ambientales y sociales. Con el carbón y gas de la Guajira, por lo menos reciben regalías. En este caso de la energía solar no reciben nada por kilovatio-hora generado, como si ocurre con los proyectos hidroeléctrico y térmicos. No hay ningún multiplicador de empleo, porque los equipos y bienes necesarios todos vienen del exterior. En la operación de los proyectos prácticamente no se necesita mano de obra.
En realidad, los guajiros ni el país se benefician, pero las multinacionales y sus agentes internos si obtendrán buenas utilidades, y los proveedores de los equipos, fundamentalmente, chinos daneses y estadounidenses se beneficiarán para industrializarse y crear empleo.
Todo esto es hace con el cuento de la llamada Transición energética justa, que de justa no tiene nada.
El cuento de la transición energética justa
Hay un dominio total en el país de una ideología neocolonial europea y anglosajona que nos quiere vender lo que no necesitamos en realidad, porque con sus ambientalistas critican a las hidroeléctricas para que no las construyamos y se satisfagan sus necesidades de utilidades y de una nueva dependencia tecnológica, que un gobierno llamado de cambio está aplicando en Colombia, lo que es una verdadera ironía.
El paisaje de la Guajira cambiará
Los 50 proyectos ocuparían 50.000 hectáreas de territorio guajiro, sin incluir los espacios perdidos por la multitud de líneas transmisión que se requieren, que no obedecen a ningún planeamiento ordenado.
El espacio guajiro se va a ver lleno de líneas de transmisión como en ninguna parte del país.
Las comunidades han sido engañadas
Hay que leer el documento de la investigadora Barney donde hace un recuento, proyecto por proyecto, de todos los problemas de tipo ambiental, social y político.
Solo menciono lo siguiente:
“Los conflictos mencionados resultan ser un problema mayor si se tiene en cuenta que el 98% de la infraestructura de los parques, de las obras requeridas para generar la energía y trasmitirla, de las vías de acceso y de demás construcciones asociadas se localiza en el territorio ancestral del pueblo Wayuu (Barney, p.219)”.
Igualmente, las comunidades presentan casos de soborno, utilización y chantaje que hacen las empresas con autoridades y líderes suyos, cuyo fin es obtener la “protocolización de los acuerdos de consulta previa y salvar este requisito” para avanzar en los proyectos. Con el pasar de los días, estos problemas ya dejan un total de nueve indígenas asesinados en hechos relacionados con los parques eólicos y seis comunidades desplazadas de sus territorios por amenazas de muerte. (Barney, p.210).
Los proyectos no se consultaron con las autoridades ancestrales sino por unas reconocidas por el ministerio del Interior violando una norma de la Corte Suprema de Justica.
El papel nefasto de las ONG europeas y sus partidarios nacionales
Estamos ante una nueva dependencia tecnológica. Estamos dominados por el eurocentrismo.
Lo he dicho muchas veces, Colombia no es Holanda, ni Suiza, ni Italia, ni Inglaterra, ni Europa en general, excepto Rusia, ni los países anglosajones, ni Japón, ni Corea del Sur.
Nuestro problema no es el sector energético, nosotros lo que debemos es mirar lo que llamo la Transición Ecológica, que cubre todos los sectores. El 65% de las emisiones se dan sectores diferentes a los energéticos. El sector eléctrico colombiano es de los más sanos del mundo porque genera con hidroelectricidad y gas natural en un 90%, pero nos lo quieren cambiar, desechando las hidroeléctricas, por energías solar y eólicas.
En esto han influido las ONG europeas pagadas por la Comisión Europea para defender los intereses de Europa y que solamente hablan de transición energética porque en Europa casi el 90% de las emisiones se concentran en el sector energético.
Hay que leer el libro de la investigadora Barney porque es muy rico en información y, especialmente, hace un recuento muy acertado de como se quiere atentar contra el pueblo Wayuu y los intereses de la Guajira. En el libro se encuentra un detalle muy bueno de todas las relaciones del pueblo Guajira con las multinacionales, del papel negativo del gobierno nacional, del papel de los medios de comunicación atacando a los pueblos Wayuu porque no ceden en sus intereses.
El país no conoce bien lo que esta ocurriendo con este lobby de intereses de proyectos solares y eólicos, y el gobierno con su insistencia loca, antitécnica, antisocial y antieconómica está con ellos.
Yo, como investigador independiente, progresista, critico de lo que ocurre en el país con las discusiones sobre el cambio climático, los sesgos contra la hidroelectricidad, la obsesión irracional por las energías eólica y solar, el sesgo contra el petróleo y el carbón en un país que no consume nada, consumos menores a 0,2% del consumo mundial. China, en un año, consume más de 160 veces el carbón de Colombia. Estados Unidos consume en un año 16 veces el consumo de petróleo de Colombia.
Ellos no quieren que consumamos petróleo, ni gas natural, ni carbón para que compremos sus equipos, para que no nos desarrollemos, ellos que durante casi 300 años se desarrollaron utilizando los combustibles fósiles, y son los causantes del incremento en la temperatura mundial, y ahora quieren que nosotros no podamos utilizar nuestros recursos para crecer.
Conclusiones
Hay que leer el libro de Barney, hacerlo conocer, discutir las experiencias que ella relata sobre los problemas de la energía eólica en la Guajira. Debemos defender a las comunidades Wayuu y al pueblo de la Guajira contra el eurocentrismo y sus representantes nacionales, muchos de ellos en el gobierno nacional, comenzando por el presidente.
En esta reseña he tratado de presentar sus ideas principales para incentivar al lector para que lo lean.
Este es el tipo de investigadores que necesitamos, críticos, que no se dejan dominar por la ideología eurocentrista.
Diego Otero Prada, Presidente de la Asociación Colombiana de Economía Crítica-ACECRI y miembro de la junta directiva de la Academia Ciencias Económicas-ACCE
Foto tomada de: Región Caribe
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