Virus, ceguera, memoria, pandemia, literatura, arte, novelas, ensayos, comparación, anticipación, globalización y cuarentena.
“… y otros, cuando los dejaba el mal, habían perdido la memoria de todas las cosas, y no conocían a sus deudos ni así mismos” (TUCÍDIDEZ. Historia de la Guerra del Peloponeso. Th.II, 49-50)
“Cuando estamos enamorados, esperamos que suene el teléfono. Cuando estamos enfermos, esperamos la curación. Cuando estamos muy enfermos, esperamos la muerte. Vivir es esperar a que nos ocurra algo.” (Fréderic Beigbeder En: BUZZATI, Dino. El Desierto de los Tártaros)
Esta es mi lectura del texto “Ensayo Sobre la Ceguera” (también existe la novela “Ensayo Sobre la Lucidez” de 1994, donde critica abiertamente los límites y problemas de la democracia) del escritor portugués y Premio Nobel de Literatura José Saramago (Colección Grandes Maestros de la Literatura Iberoamericana. Alfaguara, Buenos Aires. 2003); que posteriormente fue llevada al cine en el año 2008 por el Director Fernando Meirelles. Por supuesto esta es una versión muy libre, muy personal, de alguien que no es propiamente un crítico literario sino un lector empedernido. Confieso que en dos oportunidades inicié la lectura del libro solo porque me atraía su título Ensayo…. Si, una novela que tuviera por título otro género, el del ensayo, pero definitivamente no pasé del primer párrafo. Pensaba en los famosos párrafos de entrada: el del Quijote (En un lugar de la Mancha….), el de Cien Años de Soledad (Muchos años después…) y tantas otras piezas que de entrada enganchan al lector. Recordé un famoso artículo de Gabo dedicado “al párrafo de entrada”, a la maestría, al embrujo, a la precisión, a la iniciación clave de una obra literaria y, donde apuntaba que incluso existían varias tesis de grado que tenían solo como tema el análisis comparado de las primeras líneas de las grandes novelas de la literatura universal. Pero es más, el hecho de que un ciego se le acercara a un carro en el semáforo para pedir comida, no era algo trascedente para mí en ese momento. Más bien mi memoria se remitía al famoso, enigmático y encantador “Informe Sobre Ciegos”, capítulo interno de la gran novela de Ernesto Sábato titulada “Sobre Héroes y Tumbas”; texto que junto a El Túnel y Abadón el Exterminador, componen la excelente trilogía de mi escritor de Santos Lugares. Esa pieza literaria sobre el mundo de los ciegos, el bajo mundo, la oscuridad, las grandes dificultades, lo críptico, lo metafórico de la gran problemática humana de la luz y de la oscuridad, de la debilidad y de la fortaleza, de lo azaroso del subsuelo de las grandes ciudades con sus cochinas vías internas de comunicación para seres que se arrastran por allí para sobrevivir así sea en otra dimensión citadina, de la realidad y de la vida. Y sigue siendo una pieza perfecta, como capítulo o como texto aparte, independiente. Con este peso del encanto sobre mi cerebro, en plena cuarentena me llegó la novela del nobel portugués e inmediatamente aproveche el azar y me dedique a leerla en mi pequeño cuarto de habitación, sin biblioteca y sin internet, solo a expensas del gusto y de la memoria inmediatas y de un pequeño capital intelectual dormido y que en pandemia ronda por ahí. Debo declarar que todo lo escribí, como dicen, a mano alzada, a vuelo de pájaro y solo acudí a la tecnología, ahora para transcribir el texto.
Sábato fue quedando ciego y, así intentó un óleo sobre esa cara, ese mechón y ese bigote de Federico Nietzsche, cuando este ya fue quedando loco, que es otra forma de la lucidez y de la ceguera; pero en términos premonitorios ya su pintor, el de la novela El Túnel, era ciego, la maestra del mimo Sábato también quedaría ciega y así… existe un hilo conductor de las crudas realidades inexplicables por la razón. Homero el gran ciego que también en plena cuarentena me llevó nuevamente por su Odisea en busca de una Ítaca y de una amada, tal vez utópicas , pero latentes siempre en el corazón del hombre desde los tiempos más antiguos de su existencia. Borges, mi ciego preferido, mi “guardián de los libros”, gran oteador de la noche citadina solo con su bastón y su memoria, escribiría en el libro Siete Noches, una ensayo incomparable sobre Homero y la ceguera de ambos en una noche de disertación y elucubración literarias en Buenos Aires. Posteriormente Marcos Ricardo Barnatán, excelente biógrafo del erudito bonaerense, en su obra Borges Total, escribiría un bello capítulo dedicado a la ceguera del argentino, que es todo un ensayo, incluso a parte de la obra completa.
Aún y en términos de soslayo, la cultura lusitana me ha atraído, desde la iniciación épica y aventurera, luchadora frente al mar y las realidades de todos los tiempos, allende las fronteras de la península, con la obra fundacional de la literatura, la cultura y la historia portuguesas Las Lusíadas de Luis de Camoens hasta el bardo Fernándo Pessoa, incluso con sus novelas y otros escritos, en cualquiera de sus heterónimos ( rememoro que el mismo Saramago escribió en 1984 la novela titulada “El Año de la Muerte de Ricardo Reis”, uno de los heterónimos de Pessoa), de lo cual es artista y artífice perfectos. Ahora que me deleito escribiendo Diarios, tengo fresca la memoria de su poemario titulado Diario de Tabaquería, para no pensar en El Libro del Desasosiego ni en El Banquero Anarquista. Es curioso decir que del fado, el futbol y la Virgen de Fátima, con el respeto de los dos últimos, me quedo con las voces y la sonoridad de algo que me recuerda a veces el bolero, a veces la balada y otras los cantaores gitanos – no tan distantes – . Esas damas que cantan fado, siempre son embrujadoras para mí. Ese Brasil grande, tropical y exótico sigue desarrollando la literatura portuguesa, la cultura y la historia universales con su futbol, con su samba, con su contribución novísima de la Bossa Nova, con su pléyade de poetas y novelistas, y con su aporte político y socio – económico por el lado de Enrique Cardoso y por el otro con Lula y, hasta con Bolsonaro que también hace parte de un paisaje no solo latinoamericano sino universal comandado por Trump. Pero el más grande aporte lusitano al pensamiento está en la pluma de Boaventura de Sousa (papel que antes ocuparía en parte Theotonio Dos Santos) y sus epistemologías del sur; es decir, desde Camoens hasta acá y hasta hoy llegan con una revolución en las teorías del conocimiento, en las metodologías de la investigación y en la visibilidad de otras temáticas, de otros objetos y de otros sujetos para la pesquisa académica como dirían ellos mismos. Por algo ahora, las universidades brasileñas son foco de atracción para profesores del mundo y para doctorandos suramericanos. Por último en este apartado, es de anotar que el recientemente fallecido escritor italiano Antonio Tabuschi, el autor de Sostiene Pereira, prácticamente casi toda su obra la hizo en Lisboa, siendo así una expresión tanto de la cultura italiana como de la cultura portuguesa y de ahí su contribución a la literatura universal y a la cultura humana en general.
José Saramago, está enmarcado en todo el contexto cultural anterior. La obra que comentamos se puede decir que es una muestra genial del arte de la anticipación, de la estética del porvenir; aunque en términos taxativos no se puede afirmar que primero es el arte y luego la realidad, es necesario apuntar esa rara capacidad del artista de concebir en sus obras lo que más tarde será realidad. En gran parte este tema fue objeto de disertación del poeta francés Saínt John Perse al recibir el Premio Nobel de Literatura, entre otras obras por Anábasis y otros poemas y Los Pájaros y otros poemas, que en Colombia fueron prologadas por Jorge Zalamea. En esto el cine se anticipó a la destrucción de las Torres Gemelas, la novela y el cine a la conquista de otros mundos; qué no decir de Julio Verne, de Un Mundo Feliz de Aldox Huxley, de 1984 de George Orwell y un largo etc. donde la imaginación artística nos muestra las realidades de tiempos por venir. Ya la neurología, la antropología y el psicoanálisis tienen explicaciones cerebrales para estas anticipaciones o visiones de futuro; en medio de las fuerzas psíquicas, en medio del eterno retorno y todo dentro de la gran teoría general de la relatividad, de la operatividad del tiempo y de la concepción no estática del espacio, para explicar la interconexión y las manifestaciones de los distintos tiempos y realidades, en la vida física, cuántica y literaria. Por todo esto, cómo es posible que la gran novela sobre el coronavirus, el COVID-19, la pandemia y la cuarentena ya se había escrito en 1995, años atrás por parte de José Saramago, aquél “comunista hormonal”, según sus propias palabras?
La novela parece escrita hoy y para hoy. El ciego, víctima de la peste blanca (el COVID-19 de hace 30 años, o más atrás la llamada plaga de Justiniano, la peste negra, la peste bubónica, la gripe española, la sífilis, la lepra, el sida o la influenza), que en el primer párrafo se arrima al taxista aprovechando el paro del semáforo es simplemente un contagiado de coronavirus en este primer semestre del aciago e imborrable año 2020. En mi tercera vez de intento, ahora si positivo, de la lectura de la novela de Saramago, hice totalmente lo contrario: empecé por el final, continué salpicando las capítulos, las páginas, los párrafos, los nombres, los temas, las frases, Incluso, usando una metodología o contra metodología expuesta por Julio Cortázar para asumir su Rayuela e inmediatamente quedé sumergido en el mundo actual de la pandemia del coronavirus.
Es una novela donde el ser humano se debate entre la ceguera y la visión, entre el olvido y la memoria, entre la libertad y la seguridad, entre el hambre y la comida, entre la ansiedad y el consumo, entre el poder y la libertad, entre el encierro, la soledad y la libertad, entre la higiene y la asepsia, entre la comida y la muerte por física inanición en un mundo que no le dejó al hombre sino el aislamiento, el miedo, el destierro en sus propios terrenos (Mientras una sonda iba a Marte y otra cerca al sol).
La obra habla exactamente de virus, epidemia, pandemia, desastre, encierro, cuarentena, enfermedad, vacuna, medicamentos, salud pública, salud individual, higiene, jabón, lavarse, detergentes, limpieza, globalización, países individuales, hospitales, salas de observación, salas de cuidados, hipermercados, patologías anteriores de carácter inflamatorio, de estadísticas, de la progresión geométrica, de instalaciones militares, de manicomios, de instalaciones para ferias como el caso de Corferias en Bogotá; de identificar, localizar y rastrear (como lo adoptado en China, Bogotá, Medellín y muchas otras partes del mundo o lo que dicen llamar el famosos cerco epidemiológico, de estados de ánimo, muerte y cementerios, de ambulancias, de zozobra, de pánico colectivo y una serie de situaciones que simplemente retratan el momento actual. Todo así de exacto discurre por el Ensayo Sobre la Ceguera de José Saramago.
En el texto van discurriendo personas, cosas, acciones, procesos, infraestructura, logística totalmente iguales y otras equiparables a la parafernalia del mundo-COVID-19. Y, entre frases de descripción y frases de reflexión van surgiendo palabras, categorías y análisis cortos, pero que dan pie a largas discusiones de la humanidad sobre la felicidad, la alegría, el deseo, la carne, el miedo, la libertad, la seguridad, la razón y la muerte. Saramago siempre ha tenido una obra entre distintas tramas y la exposición discreta o abierta de tesis filosóficas existenciales, anárquicas y comunistas. Su primera novela “Manual de pintura y caligrafía” de 1997 es considera una novela filosófica. Su versión personalísima de la historia del catolicismo y del cristianismo se halla en la novela “El evangelio según Jesucristo” (1991). Él se reconocía como un “ateo confeso”, sin embargo existe una bella y diciente frase como esta: “Dios es el silencio del universo. Y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio”. Y en trabajos como “La Caverna” (2000) desde el mito platónico y el encierro obligado del hombre para vivir, conocer y comprar, critica el consumismo visto en los supermercados y centros comerciales modernos y en la última novela “Caín” (2009) regresa al tema de la muerte, de Dios; desde el maléfico personaje retrata la situación ideal donde ya se suprime la muerte del ser humano, y entonces ya para qué más, por lo cual para Saramago ya todo ha terminado, muriendo en el año 2010. Igual, es una de las premoniciones de las que se está hablando en esta lectura.
En la novela en mención existen personajes tales como ciudadanos ciegos comunes y corrientes, jefes de los ciegos, medico, señora de médico, jefes de, policías, director de policías, guardias, ladrones, camareras, oficinistas, conductores, taxistas, restaurantes y trabajadores, presidente, ministro de salud, del engranaje oficial, de burócratas, oficinas de gobierno para el control, hospitales, mujeres en ejercicio de prostitución, nuevas mujeres que le prestan ese servicio a los ciegos encuartelados, la llamada señorita de las gafas oscuras, “aquella que no sabe quién es o que no se sabe quién es”, o el pleno ninguneo o anonimato de un mundo amenazando por todos los lados su identidad, a las personalidades individuales y únicas y, que un virus los desafía por doquier.
La ceguera y el coronavirus han agrietado la globalización, han herido los nacionalismos, han postrado la libertad, han acallado la humanidad físicamente hablando, con tapabocas y todo. Han mostrado la debilidad del ser humano frente a la naturaleza, la incapacidad de la ciencia y la tecnología en su lucha con un ser casi invisible e indeterminable como lo son casi todos los virus, las bacterias y los microbios y toda clase de micro organismos. Recuérdese el mundo que trataron y describieron Pasteur, Fleming y Kosch, entre otros. Pero ahora, incluso la élite de los aparatos ultra modernos, de alta precisión, como lo son los microscopios electrónicos, no lo han alcanzado a retratar en su totalidad. Esos magos de la modernidad, esos sacerdotes de la post modernidad, están aún en ascuas frente a ese fantasma que nos arrodilla a todos, pero que también da pie para el ejercicio del gran poder y del gran hermano (Orwell), de los micro poderes (Foucault), de los nuevos relatos avasalladores, de los mandatos oscuros y en general de la dominación del hombre por el hombre sobre todo la de los más débiles; pues se pueden morir fácilmente los más viejos, los más enfermos, los mas débiles, los mal alimentados, los de enfermedades crónicas, los de las famosas preexistencias y en general los más pobres, que no pueden estar encerrados, que no compran tapabocas, ni gel, ni caretas, no tienen dinero plástico. Aquí resucitan Darwin y su selección natural de las especies y el señor Malthus y los problemas de la superpoblación y el tema de la alimentación mundial para todas las generaciones actuales y venideras.
En el Ensayo Sobre la Ceguera si se quiere, solo se cambiaría la palabra ceguera por la expresión coronavirus y el resto es totalmente diciente y aplicable a la situación real que estamos viendo hace un semestre en esta segunda década del Siglo XXI. Mucho se ha escrito sobre los virus, desde la ciencia (entre otros vale la pena consultar QUAMMEN, David. Contagio. La Evolución de las Pandemias. Editorial Debate, 2020) a la literatura, se está escribiendo y se escribirá. Vendrán decenas de novelas, ensayos y tratados. Pero para este instante ya estaba escrita la novela por antonomasia. La Náusea de Sartre, La Peste de Camus, El Decamerón de Bocaccio, Las Voces de Chernóbil de Svetlana Aleksievich, El Diario del Año de la Peste de Daniel Defoe, ya estaban referidas a situaciones reales, históricas o a interpretaciones filosófico literarias como es el caso de los dos autores francés galardonados en su tiempo con el Nobel; pero como estética de la anticipación el caso de la obra de Saramago es simplemente deslumbrante. Todo para recordarnos que “La imaginación es el único lugar del mundo donde se puede habitar”, según la sentencia del filósofo colombiano Nicolás Gómez Dávila (Escolios a un Texto Implícito. Villegas Editores. Bogotá. 2010)
En su estilo uno no va a hallar ese torrente de locuacidad tropical propio del realismo mágico de una Gabo en sus Cien Años de Soledad, ni el lector va a encontrar siempre conversaciones cargadas de cultura intelectual en la pluma del genio alemán Thomas Mann en su Montaña Mágica; pero sí algo especial que puede gustar o no, atraer o no: el autor viene describiendo una situación de comida, de contagio, de ejercicio del control policial, de la preocupación médica, de los temores familiares y el hilo de la descripción se interrumpe o se continúa con una pequeña reflexión, taxativa, profunda; casi común y corriente, pero de nuevo expuesta en el foro del pensamiento universal.
“El que ve tiene que ver que el otro es ciego…” y este debe creer a ciegas como reza el dicho popular. El que habla tiene que creer que los otros o el Otro no habla o que su habla no sirve o no se entiende. El que coloca las letras o las palabras a las cosas o que dice para que sirven los objetos es el que puede volver a nombrar, clasificar, dar la muestra de la memoria o de la identidad, de la famosa coincidencia o equivalencia entre Las Palabras y Las Cosas (Michel Foucault).
Al respecto dice la novela de Saramago:
“Las palabras son así, disimulan mucho, se van juntando unas con otras, parece como si no supieran a donde quieren ir, y, de pronto, por culpa de dos o tres o cuatro que salen de repente, simples en sí mismas, un pronombre personal, un adverbio, un verbo, un adjetivo y ya tenemos la conmoción ascendiendo irresistiblemente a la superficie de la piel” (p220)
En medio de la Ceguera (Saramago) o en medio de la pérdida de la memoria (Gabo en Cien Años de Soledad, cuando describe esta enfermedad, y ya no en la literatura sino en la filosofía, ver RICOEUR, Paul. La Memoria, la Historia y el Olvido. FEC, Buenos Aires, 2004), quién vuelve a colocar los signos, les da la categoría de símbolos y expresa el significado? Quién dice qué es lo real cuando ya la memoria se ha ido? Las meras formulaciones del problema se las podemos dejar a la vieja retórica aristotélica o a la nueva de Perelman o acudir a Wittgenstein para su precisión en la formulación lingüística en este eterno juego del lenguaje. Pero qué esconden las palabras, cuál es el problema del significado de los enunciados (cfr. FOUCAULT, Michel. Arqueología del Saber. Siglo XXI. México. 1975). Aquí existen tres problemas fundamentales de la cultura humana: la ceguera real o mítica y la visión personal o la visión del mundo o el horizonte de sentido (Saramago), la memoria individual o colectiva, el problema del olvido, del recuerdo y de la historia ( Gabo) y el encierro, el habla y la mudez (COVID-19. Con su cuarentena y el tapabocas y el distanciamiento.) Tal vez, más allá del tiempo y del espacio como realidades, como formas de la materia y del ser, como cosas y procesos fenoménicos, como siempre acontecimiento o pura performatividad, en esos tres escenarios se pone a pelear o a tratar de dialogar a la naturaleza, al hombre, a la cultura y la civilización con el poder, la ciencia, la razón y la verdad. Y cómo se incluyen y/o se diluyen. En medio de las heridas históricas del pensamiento y en el pensamiento, se nos fue olvidando la integralidad: somos uno y todo en el universo, somos todo y uno en la naturaleza; ya dicho desde los presocráticos hasta la actualidad; por encima de todos los positivismos y todos los ostracismos del ser.
SE dice que en la sociedad azteca se le llamaba a los virus “el comedor de pecados”. Qué alegoría tan linda! El pecado de hibris entre los griegos clásicos, pecados del hombre contra la naturaleza, pecados del hombre consigo mismo, pecados como especie, sobredimensionamientos. Antropocentrismo versus calentamiento global. Vamos muy lejos en la conquista interestelar, pero y el fondo del mar qué y los micro organismos qué y la misma selva qué y la condición humana con su subjetividad y sus intersubjetividades qué. Definitivamente la novela en mención (El Ensayo…) y el coronavirus le dan tela que cortar a la ciencia, a la política mundial, a la filosofía y a la religión. Tal vez sea necesario volverse a preguntar en términos metafísicos por la condición humana o por el ser en general, de la mano de uno de los opúsculos más profundos de Martín Heidegger (Introducción a la Metafísica. Ed. Nova. Buenos Aires, 1965)
Existe una gran similitud entre la ceguera de Saramago y la pérdida de la memoria en Gabo, cuando el personaje, como Úrsula, todo lo distingue por el olor, la atmósfera y el silencio “como si todo estuviera diluyéndose en una extraña dimensión, sin direcciones, ni referencias, sin norte, ni sur, sin bajo ni alto” (p.12) y recordándonos de paso “que todo los sólido se desvanece en el aire”.
Nos habla del “velo de la inconsciencia” (p.17) que más allá de lo físico y lo sanitario, nos devela una enfermedad y mucho más en una pandemia.
Como otrora los sacerdotes, después los sicoanalistas, los psicólogos y en general los médicos y su moderna tecnología para diagnosticar, la situación del paciente (el pecador) frente a aquellos, Saramago las ve así.
“y lo colocó detrás de un aparato que alguien con imaginación tomaría como un nuevo modelo de confesionario en el que los ojos hubieran sustituido las palabras, con el confesor mirando directamente el alma del pecador” (p.19)
Cuando el autor nos dice en términos sintéticos y redondos. “Aquella noche, el ciego soñó que estaba ciego” (p.20) simplemente esta es la novela en una especie de surrealismo, a diferencia del tema de la memoria en la obra de Gabo como realismo mágico.
Frente a los ayudantes, enfermeros, gobernantes o ciudadanos o compañeros de desgracia el portugués trae una disertación acerca de la generosidad, del altruismo, del falso samaritano, de la bondad, de la maldad y otras conductas de la naturaleza humana en pandemia (p.21), referidas a la conciencia moral que recuerdan a Kant en su Crítica de la Razón Pura Práctica o la Metafísica de las Costumbres o a Kohlberg en sus teorías del desarrollo moral y la conciencia moral. Pero de otro lado nos habla de los remordimientos “como expresión agravada de una conciencia”, “de los miedos ancestrales”, “de la inmunda y rastrera bestia del pavor” y de “una conciencia con dientes para morder”… “ante la imagen desamparada del ciego” (p.22) del enfermo de SIDA o del paciente COVID-19. No simplemente se padece una enfermedad en el sentido sanitario, sino que salen a relucir otras cuestiones propias de la condición humana evidentes o allá en el fondo de la consciencia y la inconsciencia del ser (Freud). A propósito cabe recomendar al lector los ensayos de la escritora norteamericana Susan Sontang específicamente sobre la enfermedad, el dolor y lo que hay detrás de estos padecimientos: La Enfermedad y sus Metáforas (Muchnik, 1980) y El Sida y sus Metáforas (Muchnik, 1989)
Existen unas descripciones, con unas reflexiones muy interesantes acerca de la prostitución, del placer, del orgasmo, del gremio de las trabajadoras sexuales, de la virtud, de la perfección y del pecado (p.25, 26 y 144), a propósito del virus y la cuarentena; lo que nos puede remitir a la cruda realidad por ejemplo en Bogotá en el caso del Barrio Santafé o de cualquiera de esas relaciones en el mundo: encierro, placer, transgresión, oficio, alegrías del cuerpo, satisfacciones materiales; pues
“La virtud habrá aún quien la ignore, siempre encuentra escollos en el durísimo camino de la perfección, pero el pecado y el vicio se ven tan favorecidos por la fortuna que todo fue llegar y se abrieron ante ella las puertas del ascensor” (p.28).
Hay perlas como esta: en la obra se habla de la normal intervención del Presidente y el Ministro de Salud a las 6 de la tarde, donde expresan tal como en Colombia lo hacen Duque y Ruiz, acerca de sus deberes y derechos, protección de la población, el civismo, la colaboración de todos los ciudadanos, el aislamiento y la solidaridad, con la usual despedida diaria: “El Gobierno y la Nación esperan que todos cumplan con su deber. Buenas noches” (p.41-42). Una novela ya tenía el libreto escrito para las recetas de una cruel realidad posterior. La literatura y la historia. Pueden existir especulaciones interpretativas como las que aquí ensayamos, pero esta es exactamente la realidad libresca y mundial y nacional. Que tal!
Y otra perla por la misma vía:
“El Gobierno lamenta haberse visto forzado a ejercer enérgicamente lo que considera su derecho y su deber, proteger por todos los medios a su alcance a la población en la crisis que estamos atravesando, etc., etc. Cuando calló la voz, se levantó un coro indignado de protestas, Estamos encerrados, Vamos a morir todos aquí, no hay derecho”. (p.60).
Al respecto estas declaraciones ya son pan de cada día y las protestas al respecto también; pero la llamada “rebelión de las canas” o los mayores de 60 o 70 años, expresan tal cual lo anterior.
En esta misma dirección
“Una vez al día, siempre al caer la tarde, como un despertador regulado para la misma hora, el altavoz repetía las conocidas instrucción y prohibiciones, insistía en el uso regular de los productos de limpieza” (p.108).
Simplemente cierren la novela, vean la televisión y escuchen la radio y es como si fuera una copia de la actual realidad diaria de las intervenciones de la Casa de Nariño.
Acerca de la identidad de cada persona y del género humano en general las enfermedades, el dolor y las pandemias la cuestionan así
“pronto empezaremos a no saber quiénes somos, ni siquiera se nos ha ocurrido preguntarnos nuestros nombres, y para qué, ningún perro reconoce a otro perro por el nombre que le pusieron, identifica por el olor y por él se da a identificar, nosotros aquí somos como otra raza de perros…” (p.51)
Pero continuando con la identidad y lo que en el fondo se es, veamos: “Si alguna vez vuelvo a tener ojos, miraré verdaderamente a los ojos de los demás, como si estuviera viéndoles el alma “(p.216) o en nuestro caso sin tapabocas y sin distancia le hablare de frente a los otros. Y remata Saramago en la voz de la chica de las gafas: “dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos” (p.217)
En términos de obediencia y de pertenencia en esta crisis afirma: “Por lo que hemos oído, no creo que podamos, de momento, hacer otra cosa que obedecer” (p.115) y “bien vistas las cosas, no hay en el mundo nada que, en sentido absoluto, nos pertenezca”(117), reflexiones que las hacen los enfermos y el escritor como amanuense de este espectáculo trágico de la vida.
“el ciego escribiente”, “los representante de colectivos”, “el ciego de la pistola” recuerdan antes de que aquellos o ellos mismos mueran, que “la defensa de los intereses de la sala está en buenas manos”. Pero “Lo malo es si nos ocurre lo que al caballo del cuento, que murió cuando ya estaba acostumbrado al ayuno”, pero “el caballo cuando muere no sabe que va a morir”(p. 120). El gregarismo, la costumbre, la cabeza baja de los débiles y por último la muerte en esclavitud, cuando la humanidad simplemente vuelve al estado de naturaleza, de animalidad, y ya, para que razonamientos, para que libertad, para que ver, para que recordar, para que hablar. “Vamos, sólo quien tenga que morir morirá, la muerte escoge sin avisar” (p.142)
En el hospital o en la cuarentena somos fantasmas y “ser fantasmas debe de ser algo así, tener la certeza que la vida existe, porque cuatro sentidos nos lo dicen, y no poder verla”(p.190). Así quedamos casi todos los ciudadanos y los seres humanos en el mundo, a expensas de los más medias y de la muerte por llegar.
Finalmente, en este pequeño ensayo, después de discurrir por algunos textos literarios y filosóficos, permítanme terminar con un trozo de una entrevista radial y dos poemas que cometí en pandemia. Veamos.
El médico argentino Doctor Arriaga, en entrevista con el periodista Julián Parra de Nocturna RCN (10-9-20) y fundador de la actual y reciente organización de “Médicos por la Verdad”, ante tanto misterio y tanta dominación en secreto por parte de la política, la economía y la ciencia frente al ser humano común y corriente, afirmó:
“Se trata de no darle poder al miedo, darle poder al amor, que no se gobierne con base al miedo, que se gobierne con base al amor”.
LA VENGANZA DE FRANKESTEIN
Heme aquí monstruoso en el peor apartheid
Tú, hombre
Has tirado al hombre
Sabes mucho de construir en suciedad
Juegas con la muerte
Talvez eres amigo del necrófilo Poe
Aún fumas en los cementerios
Aún fornicas en las cañerías
Todo es plástico
No solamente la chica aquella
Todo es desechable
Menos el hombre raído de la esquina
Me has aislado para nacer
Me has encerrado para vivir
Oh libertad contra el laboratorio
He quebrado todos los frascos de tu poder
Y con tus antorchas de aceite
He quemado la casa de tus sueños
Con esas velas de cebo
Que otrora iluminaron
Tomo a tomo
Tu biblioteca
Llena de papiros atrevidos
Rollos eróticos de incógnitos dioses
Si, con esas velas
Antes de que vinieran con la última esperma
Incineré los códices
Que nunca comprendí
Sólo buscaba la noche
La libertad en primavera
Sólo pedía visitar a mi amigo Drácula
A la velocidad de los misiles
Ante la venganza del sol
Oh
Tú
Hombre
No me castigues con la luz
Sólo quiero sangre
Sólo quiero vida
El resto, lo Otro
Que lo arreglen los Dioses
O que sigan tirando los dados
En secreto, encerrados
Mirando al infinito
Atisbando otros fantasmas
Oh mundo ensimismado
Si ves mis pisadas de fantasma
No he pisado la primavera
No he acabado con el rocío
Yo no soy el rey del Amazonas
Sólo estoy en tu corazón y
Se te nota en la mirada
Y en el miedo del Otro
Descóseme este cuerpo incómodo
Que la deconstrucción del mito
Se la encargo a Derrida
Trizas del discurso
Desnudando las frases ensangrentadas
De tu amigo de Transilvania
Bebiendo sangre como vino
Porque es un hombre de estilo
Un hombre de éter
Tú, tú
Eres todo un hombre etílico
Acabaré con todos los espejos
No dejaré intacto ni el de Borges
Menos el de Dorian Gray
No quiero reproducciones
No quiero copias
Quítame por favor los hilos de la carpa
Que necesito saber quién soy
Se me caerá la carne
Se me derramará la sangre
Y esta caja negra milenaria
Necesitaré pensar más?
Acaso estoy en capacidad de tensar el arco
Contra la servidumbre
Contra la certeza
Sabré manejar la cauchera de David
Todos se asustan
Todos me huyen
Ahora el miedo es el Rey Midas
Yo solo he navegado por las venas
Buscando la paz y la libertad
Ya,
No me bombardees con esa aguja
Sigue con tu escudo de misiles
Déjame, déjame
Atravesar otra vez el Nilo
Trump
No me deportes antes de ver la tierra prometida
Oh Mediterráneo
Sólo recuerdo cuando tus aguas
Tus costas
Tus islas
Tus mitos
Tus ritos y
Tus dioses
Vivieron con los míos
Déjame navegar
Sólo quiero navegar
No me importa la belleza
Sino tengo la libertad
De viajar con los peces allende los confines
No me dejes llorando frente al río
Embárcame
De lo contrario
Igual que León Felipe
Igual que Serrat
Me iré en la montura de Don Quijote
Ya que también estoy cargado de amargura.
PALIMPSESTO POETICO
(Antipoema)
Ya no sé qué es
“Lo normal y lo patológico”
“Lo crudo y lo cocido”
Pero aún escucho
“Las voces de Chernóbil”
“Los pájaros de Hiroshima”
Mientras veo el
“Concierto de primavera”
E intento leer
“El informe sobre ciegos”
Pues no me ha llegado el
“Ensayo sobre la ceguera”
Y espero que no me confundan con
“La perorata del apestado”
Pues ya tenía
“Las siete plagas de Egipto”
Cuando el Éxodo aquel
Pues
“La Peste” y “La Náusea”
Las adquirí en otro mayo
El del 68
Si, ya sé que estoy frente a Monserrate y Guadalupe
Y no, frente a Davos o
“La montaña mágica”
Donde me recluí aquella vez buscando sanación
Este es solo un pequeño
“Decamerón”
Mientras intento escribir el
“Diario del año de la peste” o
“El amor en los tiempos del cólera”
Y espero que este aislamiento no se convierta en
“Cien años de soledad”
Mientras estoy
“Esperando a Godot”
O alguien me recuerda que todos
“Estábamos a la espera”
Ahora me paro en la esquina
Hay un funeral solo como la muerte
Pero ya no pregunto
“Por quién doblan las campanas”
Más bien que suenen
“El himno de la alegría” y
“La internacional”
Para que todos saquemos el alma por la ventana
Y marchemos unidos en felicidad.
Francisco A. Cifuentes S. Lic. Sociales. A.M. Historia, de Univ. Quindio. Esp. En Cultura, Educación y Pedagogía de Univ. Javeriana. Esp. Gerencia Cultural de Univ. Rosario. Mag. Filosofía de USTA y Mag. En Planeación de USTA. Funcionario de la SDIS de Bogotá.
Foto tomada de: Kobo
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