Este Rey no detuvo las masacres, solo intervino tardíamente impulsándolas leyes de Burgos después que los curas doctrineros de la orden de los Dominicos, con Montesinos a la cabeza y luego con Bartolomé de las Casas, promovieron las quejas y los debates en la Universidad de Salamanca. Fue tanta la crueldad y las crueldades que incitaron a la expedición de esas leyes admonitorias, más que sancionatorias, para sofrenar el exterminio; debates donde participaron también Francisco de Vitoria, Melchor Cano y Domingo de Soto. Empezaba el Renacimiento (1515), pero los que a estas tierras llegaron permanecían en el oscurantismo, porque no vinieron siendo letrados (con excepciones), la mayoría eran analfabetas, para citar solo dos casos de famosas figuras: Francisco Pizarro y Sebastián de Belalcázar. Quienes por su ignorancia desconocían las publicaciones que ya circulaban por la imprenta en funcionamiento, o el estudio de las Bellas Artes. Ni se enteraron de la proclama o protesta de Martín Lutero en 1517, que solicitaba renovar las prácticas de la iglesia.
Inmenso número de españoles continuaron realizando viajes a ultramar después de la tercera navegación de Cristóbal Colón(1498), decían venir a evangelizar (traían curas doctrineros) para extender el cristianismo, en medio de estos viajes, a los pocos años, se conforma la Monarquía Universal Católica con la posesión de Carlos V en 1516, pero la mentalidad de esos aventureros españoles seguía enfrascada en el fanatismo de las cruzadas, y en las aventuras de los libros de caballerías como la del autor Garci Rodríguez de Montalvo, o las producidas antes y después de la titulada Amadís de Gaula. Además, los españoles fueron invadidos por los moros desde el siglo VIII y solo en enero de 1492 lograron expulsarlos después de la toma de Granada. Esta invasión de 7 siglos los había fanatizado y radicalizado más en el aspecto religioso, con énfasis desde la regencia de los reyes católicos de Castilla y Aragón, y luego el ascenso del Carlos I en España y V en otros territorios.
“Así como los mahometanos creían que quienes cayesen en una guerra santa contra los perros cristianos irían en el acto al cielo, así también los cristianos ibéricos estaban convencidos de que Dios favorecería en especial a quienes lucharan por el evangelio de Cristo. El impulso de la Fe y el engrandecimiento de Portugal o España significaban a menudo una y la misma cosa. Eso se daba por entendido; ni siquiera Dios ejecutaba milagros en el vacío. Por lo tanto, el Papa en Roma, ofrecía indulgencias plenarias a quienes perdiesen la vida en peligrosos viajes a África, la India o el Nuevo Mundo, donde los soldados de la Cruz tenían aún que entablar muchas batallas y salvar muchas almas (…) De tal manera, la religión se convirtió en una motivación profundamente sentida, para los protestantes tanto como para los católicos, en su impulso de expansión más allá de los mares” (Wrigth, 1972)
La mayoría de los españoles que arribaron a América y los que penetraron a la tierra firme (Panamá, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela), para mencionar solo Centro América y el norte de Suramérica; asesinaron indígenas sin piedad, siendo católicos no practicaron los mandamientos ni la caridad cristiana, con el pretexto de que eran barbaros ateos. Sebastián de Belalcázar practicó el ataque con muertes masivas o genocidios en Panamá, Nicaragua, Honduras, Perú y Ecuador, antes de llegar al Valle del Cauca cuando tenía 56 años. Fue segundo al mando de militares asesinos como Pedrarias Dávila, Hernández Córdoba y Francisco Pizarro, o sea tenía de aprendizaje la escuela más cruel de arrasamiento. Entre Panamá y Nicaragua, en diez años (1514 / 1524) asesinaron a más de 800.000 personas, con las instrucciones de Pedrarias Dávila y Hernández Córdoba quienes fungían de Gobernadores y Belalcázar de Capitán. Hicieron exacciones de más de un millón de Castellanos, dinero de la época, y reportaron al Rey en mercedes o pagos solo 3.000 castellanos, o sea defraudación al fisco Real.
Los españoles al llegar a América trasplantaron el feudalismo, modo de producción con el que convivían, pero como no trajeron campesinos a trabajar , ni labradores, peones, siervos de la gleba para cultivar la tierra, o sea, no trajeron agricultores para cultivar y cosechar; si venían campesinos como el mismo Belalcázar y miles más, pero llegaban con el proyecto ambicioso de apoderarse de la tierra a nombre del Rey, y a convertirse en encomenderos, por esta razón a los indígenas que sobrevivieron a los genocidios (excepto los que se pudieron escapar), los obligaron a trabajar la tierra, dedicarse a la búsqueda del oro y los obligaron a ser cargueros de todo lo que necesitaban transportar : la esclavitud indígena. Con el pretexto de convertirlos a la religión católica, sacarlos de la impiedad, o aniquilarlos para la salvación eterna sino se sometían al trabajo agrícola.
Belalcázar venía del Ecuador, eliminando indígenas, almacenando oro, perlas y joyas; quemaban las aldeas con casas de techo de paja, a los sobrevivientes los herraban para tomarlos como esclavos; la metodología la explicó Fray Bartolomé de Las Casas y la sinteticé en mi anterior columna titulada “Estatuas y falsos héroes”, publicada en esta Revista Sur. Antes de llegar al Valle venia de invadir la zona de Timbío y sus alrededores, atacó a los Timbas con dos ejércitos, los militares españoles y los indígenas reclutados para la guerra como felones; primero llegaba una avanzada para aplacar a los indígenas. Bartolomé de Las Casas dice que practicó guerras injustas, crueles, sangrientas y tiránicas. Mataban a los hombres adultos, dejaban vivos a los jóvenes y a las mujeres para esclavizarlas en la servidumbre de todo tipo. Según este cronista, de quien nadie duda, que recopiló información con otros capellanes, “los indígenas en gran parte de las ocasiones no se opusieron a la llegada de los españoles “cristianos”, porque no sabían de sus intenciones y modo de obrar, pero, los trataron peor que a las bestias, como estiércol de plaza. Todos han muerto sin fe ni sacramento, ¿entonces dónde quedaba la evangelización? ”.
En la segunda edición del libro “Brevísima relación de la destrucción de las indias”, publicado con ajustes y ampliaciones en 1552, un año después de la muerte de Belalcázar en Cartagena, en la parte final del libro, Bartolomé de Las Casas, anexa una carta de 8 páginas donde un militar español que acompañó a Belalcázar entre Cali y Cartago, menciona otros españoles que protagonizaron varios eventos con él ese año de 1536, entre ellos, Miguel Muñoz, Alonso Sánchez Nuita, Pedro Lobo, Morán, Pedro Solano, Antonio Redondo, Marco Márquez, Francisco Gaviria Tobar, Martín de Aguirre y otros. Narra en esta carta las atrocidades cometidas. Juan De Ampudia ya había llegado como avanzada al pueblo denominado Palo, enviaba los indígenas Yanaconas adelante (los que les servían como ejército colaboracionista), para ubicar las tribus y robarles la comida que los indígenas tenían almacenada, quitarles el ganado de ovejas, estos Yanaconas comían solo el corazón y los sesos de las ovejas. Ampudia fundó la villa de Ampudia: cuatro comunidades había en las cercanías: Los Jamundí, Los Palo, los Soliman y los Bolo.
Sobre la masacre de los Lilies se observa en esta carta encontrada en una imprenta de Sevilla (España) que, después de quitarles las cosechas guardadas, quemaron sus casas, les quitaron las tierras, durante muchos días combatieron con ellos y apresaron a los sobrevivientes. Lo mismo sucedió con la comunidad indígena de los Tolilicuy; Belalcázar les solicitó oro, y les expedían una certificación o Cédula (redactada por un amanuense porque Belalcázar no sabía escribir), luego el indio que no mostrara la Cédula, era presa de los perros mastines que los destrozaban. Así, algunos de los sobrevivientes huyeron a las montañas y quedó desolado el sitio. Otra táctica de Belalcázar era poner a pelear o hacer enfrentar a los indios de las montañas con los de la planicie (los de la montaña eran belicosos y algunos antropófagos), como los Olomas y los Manipos, generando guerras Inter-tribales.
Narró el cronista arrepentido en esa carta que durante el ataque de Juan de Ampudia y su ejército contra los indígenas Bitaco, cayeron el primer día en un hoyo-trampa los españoles Antonio Redondo y Marco Márquez. En retaliación los miembros de esa escuadra militar mataron a 100 indígenas ese día, arrojándolos y enterrándolos en el hoyo-trampa y quemando sus casas. Empezó la guerra y los demás fueron alanceados. Ampudia, su teniente, le contó a Belalcázar la situación del entierro en el hoyo, dice el cronista que este le contestó, “bien hecho, así lo hice en Riobamba” (Ecuador). Contra los de Anserma, actúo apoyado del militar Francisco Gaviria Tobar.
El cronista Pedro Cieza de León, relata que no todos los indígenas de la sierra (montañas de la cordillera occidental detrás de Cali), eran antropófagos, sembraban las tierras y bajaban a recoger maizales. Sobre los terrenos del Valle del Lilí describe acequias y quebradas. Había naranjos, limas, limones, granados, platanales y cañaverales; piñas, guabas, guanábanas, paltas, y uvillas; caimitos, ciruelas, melones, verduras y legumbres de España, y sembraban trigo.
Bibliografía:
Cieza de León Pedro. “Crónica del Perú el señorío de los Incas”. Obra publicada inicialmente en 1553.
De las Casas Bartolomé. “Brevísima relación de la destrucción de las indias”. Edición Sarpe, Madrid, España, 1985
Wrigth Louis B. “Los conquistadores de lo imposible”. Los descubrimientos renacentistas. Titulo original en inglés. “Gold, Glory and the Gospel ”. Edición original Atheneum Publisher. 1972
Alberto Ramos Garbiras, Magíster en Ciencia Política (Universidad Javeriana); PhD en Derecho Público con énfasis en Política Latinoamericana, Universidad Nacional de Madrid (UNED- España); profesor de las cátedras: derechos humanos y derecho internacional, en la Universidad Libre.
Foto tomada de: Pinterest
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